Tras la debacle de la economía valenciana
Tras el hundimiento de la economía valenciana, los valencianos siguen en el pozo. Estancados, con previsiones raquíticas de crecimiento y con indicadores negativos que hacen temblar, la vuelta a la expansión no se atisba, después de los años de la locura desmesurada de la construcción.
La resaca de la fiesta desenfrenada del ladrillo está siendo colosal. El urbanismo salvaje y la construcción descontrolada financiada por el crédito barato de la banca, sobre todo por las dos principales cajas de ahorro valencianas rescatadas con dinero público (CAM y Bancaja), han dejado un panorama dantesco. En el período de 2008 a 2013, la tasa de paro se ha triplicado pasando del 10% al 29%, la destrucción de empleo alcanza el 21% y la caída acumulada del PIB es de un 9%.
Con este panorama, el crecimiento estimado por los analistas en el País Valenciano es inferior al resto de España. Además, los valencianos tienen que lidiar con la triple amenaza del 30%. Porcentaje que registran aproximadamente tres indicadores fundamentales: el paro, la deuda de la Generalitat y la población en riesgo de exclusión social.
Aunque hay algún síntoma positivo proveniente de las exportaciones, el estado de nuestra economía continua siendo comatoso. Pero, ¿Cómo hemos llegado a esta situación? ¿Qué consecuencias estamos padeciendo? Y los más importante ¿Qué hacemos para salir de está?
Orgía del ladrillo y hundimiento de la banca
La orgía del ladrillo hundió nuestra economía. Los tiempos en que crecíamos a tasas del 3.5% (2005) o 4.3% (2006) han pasado. El año pasado la economía valenciano obtuvo un crecimiento del -0.8% y las previsiones, aunque son positivas, son muy moderadas. El informe Situación Valencia presentado por el servicio de estudios del BBVA el pasado marzo, estimaba una tasa de crecimiento del 0.4% para 2014, recortando la cifra a la mitad de lo que el banco privado había previsto el año pasado.
Situación que se agrava tras el hundimiento y desaparición del sistema financiero propio, provocado por “una concentración de riesgos excesiva en el sector inmobiliario”, según apunta Francisco Pérez, Catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Valencia (UV) y director del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE). Además, según Joan Ramón Sanchis, Catedrático de Organización de Empresas de la UV, autor del libro La banca que necesitamos y director del Instituto de investigación en Economía Social, Cooperativismo y Emprendimiento de la UV, “las cajas de ahorro se convirtieron en correa de transmisión de la Generalitat, obligándooslas a financiar megaproyectos ruinosos”. Megaproyectos como Terra Mítica o Polaris Word, éste último en Murcia.
Un empacho de ladrillo que obligó a rescatar estas entidades con dinero público. Los últimos datos publicados por el Tribunal de Cuentas apuntan a que la CAM ha recibido en total 24.861 millones de euros, si se suman los esquemas de protección de activos (EPA) y la inyección de capital que hizo el Fondo de Ordenación y Reestructuración Bancaria (FROB). La factura por el saneamiento del Banco de Valencia fue de 17.868 millones, si se contabilizar los EPA y las inyecciones de capital hechas por el FROB. Por último, Bancaja, que se fusionó con CajaMadrid, dando lugar a Bankia, ha recibido del erario público solo en inyecciones de capital 22.424 millones de euros. Entidades que después de sanearse han sido regaladas a un precio irrisorio al Sabadell (en el caso de la CAM) y a La Caixa (Banco de Valencia). Todo a la espera de la venta troceada de Bankia tras ser nacionalizada.
Una pérdida que tiene efectos negativos en la economía valenciana, ya que según advierte, Vicent Soler, decano de la Facultat de Economía y Catedrático de Economía Aplicada en la UV, “los valencianos no somos conscientes de la transcendencia de perder nuestro sistema financiero”.
Cambiar el modelo productivo
La construcción, uno de los motores de la economía valenciana, ha gripado. A esta situación se le añade el poco margen de maniobra del sector público debido a la enorme deuda (32% del PIB) que presenta la Generalitat Valenciana. Un endeudamiento causado, según Francisco Pérez, “por la baja financiación de la Generalitat”.
Una baja financiación causada por un sistema de reparto de fondos discriminatorio para el País Valenciano, ya que según el informe del Comité de Expertos de las Cortes Valencianas, los valencianos reciben 1.000 millones de euros menos al año que el resto de comunidades. Para Jordi Palafox, Catedrático de Historia e Instituciones Económicas de la UV, “es muy importante mejorar la financiación”, pero “también diagnosticar los problemas de la estructura económica valenciana. Debe resolverse su baja productividad”.
Todo agravado por la creciente pauperización de los valencianos. Hay medio millón de pobres, 85.000 hogares sin ingresos y un 28% de la población está en riesgo de exclusión social. Un empobrecimiento que no parece nuevo, ya que según Palafox, “la Comunitat Valenciana no estaba en una situación buena antes de la crisis. La crisis ha agravado una situación que no era positiva antes de esta”.
Para salir de este hoyo y reducir la elevada tasa de paro, los cuatro expertos consultados para el reportaje coinciden en que se debe apostar por actividades que generen mayor valor añadido. “Se debe apostar por todas aquellas actividades que creen mayor valor añadido a la economía. Son las únicas que pueden asegurar los salarios elevados”, afirma Palafox. En la misma dirección se expresa Soler “un cambio de modelo productivo es indispensable para adaptarse a la nueva geografía económica del mundo”.
Acompañado de un cambio de modelo productivo, Sanchis, apuesta por una reindustralización. Además, defiende reforzar el sector del cooperativismo, ya que, según él, “ha resistido mejor la crisis en el País Valenciano con ejemplos como Consum o Anecoop”.
También, el sector exterior ha resistido, e incluso ha ganado presencia con las crisis. Las exportaciones valencianas crecieron en 2013 un 13,14% impulsadas por el sector del automóvil y el agroalimentario, siendo la segunda comunidad con más crecimiento solo detrás de Madrid. No obstante, Soler avisa de que el superávit en la balanza comercial se debe a “la caída de las importaciones”.
Una salida de la crisis que parece lejana y que se ha fiado a la devaluación salarial. Una medida que para Soler “es una equivocación a medio y largo plazo, un camino sin salida. Hay que prestar más atención a la productividad que al coste laboral”. En el mismo sentido, Sanchis, alerta de forma contundente “es imposible salir de la crisis sin que la población recupere la capacidad adquisitiva”. Parece que tras la debacle, y pese a los signos positivos, aún queda por resolver el principal azote de la economía valenciana: su enorme cifra de paro.