Desigualdad en el mundo rural: las mujeres tienen menos tierras y más dificultades para financiarlas

Laura Martínez

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Las mujeres que conforman el mundo rural reclaman un cambio en las políticas públicas que facilite su participación en la toma de decisiones y el acceso a la tierra. Las mujeres pertenecientes a colectivos agrarios consideran que se encuentran desdibujadas en los planes de acción, encasilladas en aspectos en los que no se sienten representadas, y reclaman que la diversidad del medio rural se refleje en las medidas.

Estas son algunas de las conclusiones del estudio 'Participación política de las mujeres campesinas en el Estado español', presentado en la comisión de agricultura de las Corts Valencianes el pasado lunes. La investigación, elaborada por la Confederación de Mujeres del Mundo Rural (Ceres), parte de una serie de entrevistas realizadas en 2020 y pone el foco en el análisis de las formas en que las condiciones desiguales en las que desempeñan su trabajo permiten o dificultan su participación en los espacios de decisión del sector agrario.

El 69% de quienes participan en organizaciones agrarias son hombres, apunta el estudio, que considera relevante el papel de la familia y de los cuidados como barrera para un acceso igualitario. En la mayoría de los casos las entrevistadas abordan la importancia de la familia, en concreto de las figuras masculinas -padres y maridos-, para acceder a la tierra o contar con recursos. En este campo se incorpora la fórmula de la titularidad compartida y se recuerda que la herencia o el apoyo familiar es uno de los principales métodos de acceso a la tierra. “ ”Quienes tienen los recursos son los hombres de la familia: padres, primos, tíos... entonces, con la titularidad compartida, se genera la posibilidad de acceder a recursos, pero a la vez implica, como contrapartida, un tutelaje; porque esa persona luego está pendiente y, como mujer, no puedes llevar a cabo los proyectos que tú tienes en mente a no ser que esa persona desaparezca o te deje un poco tranquila. Además, se generan deudas no escritas: yo te cedo esta tierra pero luego si hay que cuidar a la abuela te toca a ti“, afirma una encuestada.

Además, en el momento actual, la agricultura familiar es una narrativa ampliamente extendida en el ámbito institucional, indica el estudio, que considera que “el ámbito familiar forma parte del marco patriarcal y urge su redefinición hacia unas formas de relación más igualitarias”. Muchas mujeres apuntan a los cuidados familiares, bien de menores o de personas dependientes, como una limitación para la participación por el tiempo que han de dedicar a ese trabajo.

Las mujeres también encuentran más dificultades para financiar sus proyectos, una cuestión que se alimenta de varias narrativas. En muchos casos las mujeres optan por modelos de producción a pequeña escala, lo que a su vez dificulta las posibilidades de financiación. Las encuestadas afirman que su escala y su modelo productivo son más pequeños, mientras que las ayudas institucionales van dirigidas a las grandes producciones y a los modelos altamente tecnificados. Además, recalca el informe, socialmente el trabajo agrario es un sector considerado masculino, lo que implica que “para que una mujer acceda a él debe transformar los imaginarios dominantes, lo que supone de partida una tensión importante”. El texto destaca la falta de acceso a canales de comercialización porque no se valoran sus productos o la ausencia de financiación pública si no se ajustan a las 'casillas' propuestas por la administración. “Como se ha comprobado en el análisis de la normativa, se prioriza a jóvenes, mujeres que cuenten con titularidad compartida y modelos a gran escala y altamente «tecnificados», así que muchas de ellas quedan excluidas”, cita el texto. Por ello, reivindican que las mujeres campesinas, ganaderas, productoras, agricultoras, no son un todo homogéneo y que cabe superar la visión simplista que las reduce a una cuota, a un título, a un complemento o un colectivo, poniéndolas siempre a la par de segmentos sociales uniformes.

Del mismo modo, expresan la necesidad de organizar actividades de formación orientadas de forma específica para ellas, pero tienen dificultades para acceder a recursos que financien estas acciones. Muchas de las ayudas que se podrían utilizar están destinadas a la gente joven o a las actividades mixtas, no específicamente para mujeres. En general, estiman que las ayudas de la PAC están muy alejada de la problemática y la realidad de las mujeres, que favorece modelos muy masculinizados y condiciona también posibles transformaciones de modelo.

Por otro lado, el informe destaca que además de la desigualdad sexual de partida, se desarrolla una actividad poco valorada, en un contexto altamente aislado, “tanto físicamente como en lo que se refiere a su prioridad dentro de las políticas públicas, hoy centradas en los entornos urbanos, y con grandes dificultades para la comunicación o los desplazamientos”.