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Una diputada con discapacidad se queda tirada a 11 kilómetros de casa: “Me rechazaron tres taxis”

La diputada socialista Laura Soler durante una votación en las Corts Valencianes.

Laura Martínez

4 de septiembre de 2024 21:42 h

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Once kilómetros es una distancia relativamente corta. Una persona los puede recorrer en un par de horas a paso ligero, diez minutos en coche, media hora en bicicleta, o puede que no los recorra nunca si está en Elche esperando un taxi adaptado para una silla de ruedas. Es lo que le sucedió el pasado miércoles a la diputada socialista en las Corts Valencianes Laura Soler, que pasó una auténtica odisea para desplazarse de Alicante al recinto ferial, situado en el municipio vecino de Elche, y después regresar a casa desde la localidad vecina.

La parlamentaria necesita una silla de ruedas para desplazarse debido a una parálisis cerebral que sufre desde pequeña, lo que la ha llevado a tener que reivindicar constantemente la supresión de las barreras arquitectónicas. Su caso ejemplifica la cotidianidad de las personas con discapacidad: salir de casa es una lotería.

Soler quiso acudir con dos amigos a la exposición inmersiva de Van Gogh en en Feria Alicante, a escasos kilómetros de la ciudad, en el término municipal de Elche. Quiso hacerlo en autobús, pero tras una espera de hora y media en la ciudad el vehículo, anunciado en la web de la feria, no apareció. La parlamentaria y sus acompañantes llamaron a un taxi, que les trasladó sin mayor problema al centro expositivo, pero les informó de que a la vuelta él mismo no podría recogerles y que debían llamar a otro correspondiente a su zona. Los taxistas de Alicante no pueden hacer servicios desde Elche, le comunicó el conductor.

Antes de terminar el itinerario inmersivo, la diputada llamó a la central de taxis de Elche para programar una recogida, que da comienzo a la odisea. “Me rechazaron tres taxis, hasta me dijeron que no son un servicio público”, protesta la diputada al relatar los acontecimientos. Con la primera llamada se topa con la primera negativa: le comunican que si no hay reserva anticipada, el vehículo adaptado no va. Repite la llamada y se repite la respuesta; segundo rechazo. Es miércoles, última semana de agosto, y los servicios escasean, muchos están de vacaciones, le comunican. Después llama al servicio de taxis de la ciudad de Alicante, que le comunica que los vehículos no pueden ir a Elche a recogerla. Tercer rechazo, cambio de ventanilla. La central alicantina le indica que debe llamar a la Policía Local y probar suerte con los agentes. Los agentes le dicen que insista a la central de taxis, y así vuelta a empezar. Prueba con las empresas privadas de VTC: Uber, Cabify... y nada, tampoco hay taxis adaptados un 28 de agosto por la tarde. Tras más de una hora en un bucle de llamadas, a la diputada y sus acompañantes los recoge un conocido.

“Esto es del tercer, del cuarto mundo... Las personas con discapacidad somos invisibles”, lamenta Soler en conversación con elDiario.es, en la que apunta que estos problemas son una constante para las personas con discapacidad. Cuando entró a las Corts Valencianes como diputada por en 2019, tuvo que reclamar al Parlamento que adaptara los escaños para poder desarrollar su labor e hizo lo propio en Alicante cuando fue elegida concejala en 2007, reclamando vehículos adaptados en el municipio. Soler valora que en su caso tuvo suerte y consiguió que alguien pudiera echarles una mano, pero se pregunta: ¿Qué le ocurriría a una persona sin recursos?.

Dada la experiencia, la parlamentaria reclaman a los ayuntamientos de Elche y de Alicante y a la Generalitat Valenciana que proporcione los recursos necesarios para que los taxis adaptados ejerzan como servicio público durante todo el año. “Los taxistas no tienen la culpa, muchos no tienen medios”, apunta la diputada, que también solicita subvenciones para que puedan adquirir y mantener los vehículos adaptados. Soler recuerda que las personas con movilidad reducida tampoco pueden recurrir a los trenes de cercanías, porque muchos de ellos no están acondicionados. La exposición, concluye, vale la pena; pero para experiencia, la del traslado.

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