La Valencia que salvó 'Las Meninas' de las bombas de Franco en la Guerra Civil

El papirólogo y arqueólogo británico Sir Frederic G. Kenyon (1863-1952) pidió a los responsables republicanos que lo acompañaban que abrieran el lienzo número 1174. La numeración correspondía a Las Meninas de Velázquez que un día de agosto de 1937, en plena Guerra Civil, fueron expuestas en el Colegio del Patriarca de Valencia. En la foto que inmortalizó el singular momento, conservada en la Biblioteca Nacional, Sir Frederic G. Kenyon, exdirector del Museo Británico, y Sir James Gow Mann (1897-1962), conservador de la Wallace Collection, aparecen con rostro serio, junto al responsable de la Junta Central del Tesoro Artístico del Gobierno de la República, presidida por el pintor Timoteo Pérez Rubio.

Ambos expertos ingleses fueron invitados por el Gobierno de la República tras las dudas de Kenyon sobre la evacuación del tesoro artístico de Madrid: “¿Tiene alguna razón el Gobierno republicano de España para no dar a conocer al mundo las medidas que ha tomado para garantizar la seguridad de los tesoros, de los cuales es responsable, tesoros que son patrimonio no sólo de España, sino del mundo entero?”, se preguntó Sir Frederic G. Kenyon el 20 de julio de 1937 en The Times.

En la crónica del viaje de nueve días a Madrid, Valencia y Barcelona que publicó en The Times el 3 y 4 de septiembre de 1937, Kenyon destaca “los trabajos sorprendentes para proteger los tesoros artísticos de la nación de los peligros de la guerra, por lo cual, aquellos a quienes se encomendara el trabajo merecen el mayor encomio”. Los peligros de la guerra fueron en este caso los bombardeos del 16 de noviembre de 1936 sobre el Museo del Prado de Madrid (el objetivo de este ataque era, al parecer, el Hotel Savoy, situado frente al museo, donde se alojaban militares soviéticos) y otros bombardeos franquistas que afectaron también a la Biblioteca Nacional o al Museo Arqueológico.

Uno de los máximos responsables del salvamento del tesoro artístico nacional fue el artista valenciano Josep Renau, director general de Bellas Artes durante la Guerra Civil. En Arte en peligro (1936-1939), unas memorias publicadas en 1980 por el Ayuntamiento de Valencia y hoy descatalogadas, Renau cuenta que en la Iglesia del Colegio del Patriarca, construido en el siglo XVII, “se eligieron las partes más resistentes, las capillas laterales a la nave central y, entre éstas, las que por su orientación se hallaban a salvo de los bombardeos marítimos” para albergar aquellas obras, como Las Meninas, que por sus dimensiones “no podían entrar por los accesos de la fortaleza” de las Torres de Serranos (“torres gemelas que forman una de las entradas de la ciudad medieval”, según la crónica del arqueólogo y papirólogo inglés).

El biógrafo de Renau, Fernando Bellón, explica que “la misión de la que más orgullosos se manifestó siempre fue el traslado de una selección de los mejores cuadros del Museo del Prado a Valencia”. El arquitecto José Lino Vaamonde, otro de los insignes responsables de la evacuación del tesoro artístico, diseñó el acondicionamiento de las Torres de Serranos, uno de los monumentos más visitados hoy en día en Valencia, para la protección de las obras de los bombardeos de la aviación italiana que sufría la ciudad.

Gran parte de la documentación del épico traslado se conserva en el Instituto de Patrimonio Histórico Español (IPHE) de Madrid. Isabel Argerich, responsable de la fototeca del IPHE y comisaria junto a Judith Ara de la exposición Arte protegido del Museo del Prado, explica a eldiario.es que en aquella visita los responsables de la Junta Delegada del Tesoro Artístico “tuvieron que demostrar que las obras del patrimonio cultural de la nación estaban a buen recaudo”. Entre el 5 de noviembre de 1936 y el 5 de febrero de 1938, 22 expediciones recorrieron el trayecto entre Madrid y Valencia con las obras maestras del Museo del Prado, incluidas 381 pinturas y 181 dibujos de Goya.

Entre las Torres de Serranos y la Iglesia del Colegio del Patriarca, los dos expertos en arte ingleses pudieron comprobar el buen estado de obras como “Las Meninas, el Esopo y los retratos de Margarita de Austria y don Baltasar Carlos, de Velázquez; la Maja vestida y la Maja desnuda, de Goya; la Trinidad del Greco; la Sagrada Familia con el cordero y el retrato del cardenal Alidosio, de Rafael; Salomé de Tiziano; María de Médicis, de Rubens”, según la crónica del viaje de Sir Frederic G. Kenyon publicada en The Times. También anotó los más de 300 tapices del Palacio Nacional “extendidos, sin enrollar, sobre una plataforma levantada a propósito” en una de las Torres de Serranos así como tres tapices del duque de Alba “enrollados y embalados en una gran caja” procedentes del Palacio de Liria, que había sufrido los bombardeos franquistas.

A la ciudad, como muestra también el documental Las cajas españolas, llegaron “dos mil manuscritos y cinco mil libros impresos, procedentes de la Biblioteca Nacional, y mil manuscritos procedentes de El Escorial”, explica Kenyon quien también contó a los lectores británicos que en el Colegio del Patriarca “están las bibliotecas y los archivos de la Catedral de Valencia, incluyendo trescientos incunables, y la biblioteca del arzobispo Ribera, fundador del Colegio”. Algunas de las obras procedentes de Madrid incluso fueron expuestas al público en el Colegio del Patriarca.

Aunque existían antecedentes, la experiencia republicana de salvamento del tesoro artístico fue el prolegómeno de la evacuación del patrimonio europeo durante la II Guerra Mundial, cuando “se trasladaron muchas obras a refugios”, apunta Isabel Argerich. Hoy en día, los testimonios que dejaron escritos Josep Renau y José Lino Vaamonde, dos de los principales artífices de la evacuación de los tesoros que cuelgan en las paredes del Museo del Prado, permanecen descatalogados.

En su libro Salvamento y protección del Tesoro Artístico Nacional (editado en 1973 durante su exilio en Caracas) el arquitecto José Lino Vaamonde cita unas palabras del presidente de la República, Manuel Azaña: “Es más interesante salvar el Tesoro Artístico que la propia República; ésta, si se perdiese, puede ser siempre restaurada, pero aquél ya no se podría jamás recuperar, en caso de perderse”. Renau pone en duda en Arte en peligro que esas palabras las pronunciara Azaña.

En todo caso, lo cierto es que la República se perdió pero Las Meninas no.