Este blog pretende transmitir reflexiones sobre música, literatura, arte, pensamiento y cultura en general, sin eludir la dimensión política. Trata de analizar la realidad, especialmente cuando, como ocurre con frecuencia, supera la ficción.
Brendel, la imaginación en los matices

Escucho mientras escribo estas líneas la Sonata número 32 en do menor, op. 111, de Beethoven. Toca Alfred Brendel en el último de los tres registros que hizo de la colección completa de estas piezas del compositor de Bonn, que constituyen un verdadero mundo musical por su enorme variedad en la forma y el carácter. Muchos grandes pianistas han tocado y grabado esta impresionante serie de obras, pero, cuando se escucha a Brendel, se puede identificar en su pulsación sensible y meditada todo el pensamiento que hay detrás de cada interpretación. Su manera de tocar la Arietta, el segundo y último movimiento de la sonata y cierre definitivo del ciclo, es un prodigio de matices en la utilización de los diversos grados del pianissimo. En su grabación de las sonatas, además, incluye el Andante favori, WoO 57, compuesto inicialmente como segundo movimiento de la Sonata número 21, op. 53, Waldstein, y desechado después. Brendel registró una integral de las sonatas de Beethoven en los años cincuenta para el sello Vox. Ya para Philips grabó otra en los setenta y la última en los noventa, ambas actualmente en Decca.
El pianista austriaco, residente en Londres desde 1970, acaba de morir en esa ciudad a los 94 años. Se había retirado definitivamente en 2008, aunque hubo una primera gira de despedida de los escenarios en 2005. En el Palau de la Música de Valencia tocó solo en dos ocasiones. La primera en 2003, con su hijo, el chelista Adrian Brendel, cuando interpretaron obras de Beethoven para violonchelo y piano. La segunda dos años después, en esa primera gira de despedida, que no fue tal. Vino con su propio afinador, quien estuvo pinchando el fieltro de los macillos del piano del Palau para conseguir el sonido más apagado y aterciopelado que prefería Brendel. Me contaba el especialista en pianos Javier Clemente que fue laborioso devolver al Steinway del Palau, entonces recién comprado, su sonido original.
Hay muchos tipos de pianistas, como los hay de músicos de otras especialidades instrumentales o vocales. No todos, sin embargo, tienen un acusado perfil intelectual. Brendel, además de una amplia carrera pianística, con numerosas grabaciones y conciertos por todo el mundo, escribió una importante obra poética en alemán y una buena cantidad de ensayos. En español se puede encontrar Sobre la música. Ensayos completos y conferencias. También el escueto pero muy interesante De la A a la Z de un pianista. Un libro para amantes del piano. Y finalmente, El velo del orden (conversaciones con Martin Meyer).
En el último de los libros citados, Brendel, que siempre hizo gala de un fino sentido del humor, se refiere la cara humorística de la obra de Haydn. “En un largo ensayo sobre esta cuestión, intenté demostrar que la música absoluta puede divertir, lo cual no solo ha generado controversia entre los filósofos, sino también entre muchos músicos”. Como buen artista, Brendel concede una gran importancia al silencio. En De la A a la Z de un pianista, dice que “es la base de todo concierto o debería serlo. Existe en inglés un anagrama listen = silent, que asimila la escucha al silencio”. También se ocupa de este asunto en El velo del orden, donde considera el silencio “la base de la música”.
Señala que hay que luchar contra el prejuicio de un Beethoven “constantemente heroico y titánico” y contra la imagen de un compositor “cuyo estilo tardío se habría escapado totalmente hacia lo esotérico”. Para Brendel, y eso se puede percibir en su forma de interpretarlo, no hay que olvidar que “a su manera muy personal, podía ser gracioso y que su interioridad cálida, su ternura, su dolce, lo caracterizan tanto como su vehemencia y su exuberancia”.
También dice de Glenn Gould que es “el clásico ejemplo de cómo no debe ser un artista. Como excéntrico que era, parecía decidido a resistirse a los deseos del compositor o a enfrentarse al carácter de la obra”. Precisamente Brendel describe su propia manera de tocar de forma muy distinta. Leer una partitura con fidelidad “es una tarea extremadamente difícil, mucho más compleja de lo que imagina la mayoría de los músicos. Entender los matices y darles vida requiere muchísima imaginación”.
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