Comunidad Valenciana Opinión y blogs

Sobre este blog

La Madeleine renovada y el entierro de Chopin

0

La mañana tiene la luz lechosa de los días nublados y a ratos caen unas gotas que oscurecen el asfalto con piedra picada de las aceras de París. La fachada sur de la iglesia de la Madeleine resplandece con sus ocho columnas corintias de un color crema claro. El Juicio Final, relieve de Philippe-Henri-Joseph Lemaire, que ocupa el frontón, es de una blancura inmaculada y parece acabado de esculpir. Hace solo diez días que ha sido inaugurada la restauración de esa fachada. Los trabajos han durado tres años y han costado 10 millones de euros. Queda mucho por hacer en ese monumental templo griego que ocupa una de las plazas más famosas de la Rive droite, con sus impresionantes 52 columnas de 20 metros de altura, pero su fachada evoca ya el aspecto original cuando acabó su construcción en 1842.

Yo recordaba el edificio con un color terroso, debido al polvo y la contaminación, como era en los años setenta cuando viajaba en verano a París y pasaba en muchas ocasiones por la plaza cuyo centro ocupa. En las últimas décadas ha estado cubierto de andamios que ya se han desmontado. Ahora se puede mirar desde la entrada sur, en lo alto de la escalinata, y ver al otro lado del Sena, en la Rive gauche, el Palais Bourbon, sede de la Asamblea Nacional francesa, cuya fachada también evoca un templo clásico con frontón triangular y columnas, aunque en este caso son doce.

No es una casualidad que esas dos fachadas estén justo una enfrente de otra, a algo más de un kilómetro de distancia, a través de la calle Royale, la plaza de la Concorde, donde fueron guillotinados Luis XVI y María Antonieta, y el puente del mismo nombre. Napoleón I ordenó, sobre planos de Bernard Poyet, construir la fachada de la Asamblea Nacional. También el emperador aprobó en 1806 el proyecto de Pierre-Alexandre Vignon para construir lo que iba a ser el Templo de la Gloria, un edificio civil a la memoria de la Grande Armée y sus héroes. Tras la derrota en Rusia de 1812, el proyecto fue abandonado. Se pensó primero en designar la construcción a estación ferroviaria, aunque nunca se llegó a hacer, y finalmente a iglesia parroquial, su actual cometido, aunque conservando el aspecto de templo griego.

La Madeleine tiene un gran órgano construido por Aristide Cavaillé-Coll, que fue instalado en 1846. El compositor Camille Saint-Saëns fue organista titular casi 20 años, entre 1858 y 1877, y Gabriel Fauré, entre 1896 y 1905. El célebre pianista y compositor Fréderic Chopin fue enterrado con gran ceremonia en esa singular iglesia el 30 de octubre de 1849, cuando solo hacía siete años que había sido acabada y cuatro consagrada. Lo cuenta con detalle Orlando Figes en su libro Los europeos. La fachada debía tener un aspecto entonces muy parecido al que tiene ahora, pero había sido cubierta de negro. La plaza estaba repleta de público y carruajes. Solo se podía entrar a la iglesia con invitación y se repartieron unas 4.000. Como recuerda Berlioz, la ceremonia reunió a todo el París artístico y aristocrático de la época. El féretro fue portado por el compositor Giacomo Meyerbeer, el pintor Eugène Delacroix, el príncipe Adam Czartoryski y el fabricante de pianos Camille Pleyel. De acuerdo con los deseos de Chopin, se interpretó el Requiem de Mozart, en el que la parte de contralto estuvo cantada por la muy célebre Pauline Viardot, hija del tenor, empresario y director de escena sevillano Manuel García. Tanto ella como la soprano Jeanne-Anaïs Castellan, debieron cantar tras un telón negro. Esa era la condición que había puesto el arzobispo de París para otorgar la dispensa que las autorizó a intervenir, ya que entonces estaba prohibido que las mujeres cantaran en las iglesias. Figes recuerda que Pauline, probablemente la cantante más famosa de entonces, quiso cobrar por su actuación y obtuvo 2.000 francos, casi la mitad de lo que costó todo el funeral.

Chopin había muerto doce días antes, víctima de tuberculosis. Pese a que el compositor había pedido que sólo se dejara entrar a los amigos, su casa estuvo llena de una variada multitud los últimos días de su vida. Pauline Viardot lo contaba así en una carta a George Sand, amante de Chopin que no estaba entonces en París: “Todas las grandes damas parisinas consideraron de rigueur acudir a desmayarse a su habitación, que estaba atestada de artistas dibujando bocetos”. También había un hombre que hacía daguerrotipos “y quería mover la cama y acercarla a la ventana para que el moribundo quedara iluminado”.

Chopin fue sepultado en el cementerio parisino de Père Lachaise y su tumba está habitualmente llena de flores. No obstante, el corazón le fue extraído por expreso deseo del compositor y su hermana Ludwica lo trasladó, conservado en coñac, clandestinamente a Varsovia, donde se conserva en la iglesia de la Santa Cruz.

La mañana tiene la luz lechosa de los días nublados y a ratos caen unas gotas que oscurecen el asfalto con piedra picada de las aceras de París. La fachada sur de la iglesia de la Madeleine resplandece con sus ocho columnas corintias de un color crema claro. El Juicio Final, relieve de Philippe-Henri-Joseph Lemaire, que ocupa el frontón, es de una blancura inmaculada y parece acabado de esculpir. Hace solo diez días que ha sido inaugurada la restauración de esa fachada. Los trabajos han durado tres años y han costado 10 millones de euros. Queda mucho por hacer en ese monumental templo griego que ocupa una de las plazas más famosas de la Rive droite, con sus impresionantes 52 columnas de 20 metros de altura, pero su fachada evoca ya el aspecto original cuando acabó su construcción en 1842.

Yo recordaba el edificio con un color terroso, debido al polvo y la contaminación, como era en los años setenta cuando viajaba en verano a París y pasaba en muchas ocasiones por la plaza cuyo centro ocupa. En las últimas décadas ha estado cubierto de andamios que ya se han desmontado. Ahora se puede mirar desde la entrada sur, en lo alto de la escalinata, y ver al otro lado del Sena, en la Rive gauche, el Palais Bourbon, sede de la Asamblea Nacional francesa, cuya fachada también evoca un templo clásico con frontón triangular y columnas, aunque en este caso son doce.