Comunitat Valenciana Opinión y blogs

Sobre este blog

El arte como herramienta de inclusión social

Majo Siscar

Valencia —

0

Jero corta con un cúter infantil –adaptado para que los niños no se corten– una caja de cartón para montarla sobre otra. Tiene siete años y unos ojos negros enormes de curiosidad. A su lado, su hermano Alexander construye un elefante con trozos de cartón. “Me encanta, está super guay”, dice con una sonrisa desbordante. El hermano de en medio, Juanjo, le arrebata sus cartones y se mete dentro del elefante y lo usa como disfraz. Un puñado de niños a su alrededor ríen. Fatin, una niña de pelo azabache y pestañas que miran a la luna, se mete en medio. “Mira, el mío es un escudo”, le dice a Juanjo ciñéndose a su cuerpo delgado varios cartones enganchados entre sí.

La escena no pasa en la plaza de un pueblo tranquilo si no en el centro de Valencia, en la sede de la Fundación Bancaja, que tiene una escuela de verano de artes para niños y niñas en riesgo de exclusión social. Ese día tienen un maestro especial, el artista Jorge Carla (Madrid, 1974), conocido por hacer su obra a partir de materiales desechables y borrar la frontera entre pintura y escultura.

Su arte povera cobra más sentido en esa aula. “Quiero que los niños recuperen la idea de que pueden jugar con cualquier cosa, que pueden inventar con algo tan accesible como el cartón”, explica después de ponerles a los niños la tarea de hacer un retrato con cartón, ya sea pintado o con escultura. Al llegar los niños empezaron a cuestionar sobre su profesión y le preguntaban si como artista era famoso o ganaba mucho dinero. No distan tanto de la mirada de muchos adultos que siguen viendo el arte como una disciplina elitista y alejada de la realidad. En medio del taller la hermana pequeña de Fatin corretea por el aula y dice: “Mi arte, mi arte, dame dinero”.

“El arte no es solo una profesión, es una manera de entender la vida y desarrolla aptitudes como la observación. Los niños conservan mucha más creatividad que los adultos, tienen menos complejos, son más frescos y viscerales, así que su trabajo es más parecido al de un artista”, asegura Jorge Carla mientras ayuda a uno de los niños a cortar un cartón.

Carla es uno de los cuatro artistas de renombreque han impartido talleres en el Aula d'Arts de la Fundació Bancaixa este julio. Además de él, los chavales tuvieron la oportunidad de compartir sesiones de trabajo con creadores como Nelo Vinuesa, la bailarina y coreógrafa Cristina Cap o el artista visual Dimitris Tzikopoulos.

En la escuela han participado 25 niños y niñas entre 7 y 13 años acogidos a los programas de infancia de Cruz Roja y Espai Obert El Marítim. Han sido cinco horas al día desde el 1 de julio hasta final de mes en los que se han acercado a diferentes disciplinas artísticas y han conocido el arte. De hecho, muchos era la primera vez que pisaban un museo.

La coordinadora del taller, la mediadora cultural Elisa Matallín, asegura que con la excusa artística se trabajan muchas otras herramientas para la vida cotidiana. Con formación en metodologías participativas, Matallín pone el foco en el diálogo y empieza las clases con un círculo mágico, una asamblea dónde los estudiantes enfrentan sus conflictos del día anterior. Después aprenden a canalizar sus emociones al estudiar las diferentes corrientes artísticas y intentar expresarlas mediante la creación. Por ejemplo, dibujan a partir de conocer el surrealismo de Remedios Varo, hacen barro después de ver las arts & crafts, o se abstraen inspirándose en las formas y colores de Joan Miró que repiten en un mural. “Los niños ya tienen la creatividad, aquí trabajamos el grupo, a cambiarles la pregunta, a superar la frustración”, asegura Matallín.

Desde la Cruz Roja, donde estaban acogidos muchos de los chavales que participaron, la Escuela de arte ha sido “muy positiva”. La Responsable del Programa Infancia en Dificultad Social, Lucia Silvestre, reconoce que “ha servido como apoyo para trabajar habilidades que en nuestros programas de intervención de Infancia se plantean. Y para los padres ha supuesto el poder conciliar la vida laboral y familiar sabiendo que sus hijos estaban aprendiendo”.

Jero corta con un cúter infantil –adaptado para que los niños no se corten– una caja de cartón para montarla sobre otra. Tiene siete años y unos ojos negros enormes de curiosidad. A su lado, su hermano Alexander construye un elefante con trozos de cartón. “Me encanta, está super guay”, dice con una sonrisa desbordante. El hermano de en medio, Juanjo, le arrebata sus cartones y se mete dentro del elefante y lo usa como disfraz. Un puñado de niños a su alrededor ríen. Fatin, una niña de pelo azabache y pestañas que miran a la luna, se mete en medio. “Mira, el mío es un escudo”, le dice a Juanjo ciñéndose a su cuerpo delgado varios cartones enganchados entre sí.

La escena no pasa en la plaza de un pueblo tranquilo si no en el centro de Valencia, en la sede de la Fundación Bancaja, que tiene una escuela de verano de artes para niños y niñas en riesgo de exclusión social. Ese día tienen un maestro especial, el artista Jorge Carla (Madrid, 1974), conocido por hacer su obra a partir de materiales desechables y borrar la frontera entre pintura y escultura.