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Una historia inédita en la literatura que acerca Cervantes a Valencia

Valencia —

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 Una historia única que rescata un fragmento de la vida de Cervantes que nunca se había plasmado en una novela. Un hecho desconocido hasta hace unos pocos años cuando un investigador encontró la firma más antigua de nuestro insigne escritor en un documento custodiado en el Archivo del Reino de Valencia. 

Se trataba de la declaración de Miguel de Cervantes, en 1580, en un juicio en la ciudad del Turia por el asesinato de un joven pescador cuando acababa de ser liberado de su cautiverio en Argel. Al llegar a Valencia, después de casi un lustro de sufrimiento, el valiente soldado de los tercios era un joven barbirrubio de 33 años, muy alejado de la tópica imagen que todos guardan en la memoria: la de un hombre de cierta edad, vestido de negro que escribe el Quijote. 

Las cinco semanas que permaneció nuestro escritor más universal en la ciudad del Turia le proporcionan a la autora de Un testigo llamado Cervantes la posibilidad de recorrer las calles de una ciudad viva y todavía floreciente en el último cuarto del siglo XVI. Visitar lugares que aún existen como la impresionante Lonja de Mercaderes, un edificio gótico civil declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad. También imaginar otras edificaciones desaparecidas como la Casa de la Ciudad, que servía tanto de cárcel de acusados, archivo y sala de juicios para las actuaciones del Justicia Criminal, el juez de mayor rango en el Reino de Valencia. Incluso se percibe con intensidad en la novela la vida en La pobla de les fembres pecadrius, el mayor y más famoso burdel de Europa, aunque en aquel tiempo no llegara a las 300 mujeres que poblaban sus calles apenas un siglo atrás. 

La historia narrada en Un testigo llamado Cervantes inscribe con letras de oro a Valencia entre las ciudades cervantinas. Ahora existe constancia, gracias al investigador Jesús Villalmanzo, que halló la firma de Cervantes en el Archivo del Reino de Valencia, de su testimonio en un juicio criminal. Un asunto judicial bien documentado que permite conocer una historia truculenta que bien podría catalogarse de novela negra. Todavía produce una mayor perplejidad tener constancia de las repercusiones que su declaración tuvo entre la ciudadanía valenciana al provocar peligrosas alteraciones del orden público. 

Si este aspecto de la novela en Valencia puede resultar sorprendente, solo se trata de una línea narrativa. La segunda se desarrolla en Argel y recoge los cinco años de cautiverio que sufrió Cervantes en aquel lugar, donde solo con astucia, inteligencia, valor y un poco de fortuna logró sobrevivir. Años que se transforman en una constante novela de aventuras con una diferencia significativa respecto a este género: “que los hechos narrados son reales”. La autora los ha obtenido, en parte, de las declaraciones de sus compañeros de cautiverio, registradas ante el notario de los frailes redentores. 

En definitiva, una novela que conjuga de manera impecable dos momentos históricos en la vida de nuestro escritor más universal. Su cautiverio en Argel y su estancia en Valencia. Esta última historia tiene la particularidad de contarse por primera vez en una obra literaria. 

Begoña Valero también es autora de las novelas: El trabajo de los libros (Editorial Denes, 2012) sobre la vida de Gutenberg; y La casa del Compás de Oro (Grijalbo, 2017) que narra la vida de Christophe Plantin, el impresor de Felipe II. Ambas novelas relacionadas con el mundo de los libros le han otorgado el nombramiento como Senadora del Museo de la Imprenta y Artes Gráficas de Valencia por fomentar la historia de la imprenta a través de la literatura. Por su parte, Un testigo llamado Cervantes (Editorial Sargantana 2024) es su apuesta por el Grupo Editorial Sargantana. Un Grupo que cada vez está adquiriendo mayor relevancia, pues ya cuenta con 8 sellos editoriales. 

Otro de los aspectos destacados de Un testigo llamado Cervantes se halla en la cubierta de la novela y es su magnífica portada. Se trata del lienzo de Augusto Ferrer-Dalmau: Cervantes en Lepanto. Un Cervantes que hace justicia al descrito en la novela de Begoña Valero, un soldado del tercio desafiante con el enemigo, valiente y honesto 

 Una historia única que rescata un fragmento de la vida de Cervantes que nunca se había plasmado en una novela. Un hecho desconocido hasta hace unos pocos años cuando un investigador encontró la firma más antigua de nuestro insigne escritor en un documento custodiado en el Archivo del Reino de Valencia. 

Se trataba de la declaración de Miguel de Cervantes, en 1580, en un juicio en la ciudad del Turia por el asesinato de un joven pescador cuando acababa de ser liberado de su cautiverio en Argel. Al llegar a Valencia, después de casi un lustro de sufrimiento, el valiente soldado de los tercios era un joven barbirrubio de 33 años, muy alejado de la tópica imagen que todos guardan en la memoria: la de un hombre de cierta edad, vestido de negro que escribe el Quijote.