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‘Obriu les portes’, un canto que clama por todas las voces de los refugiados

El mar Mediterráneo es un pozo negro desde hace demasiado tiempo. El pasado viernes 2 de febrero, sin ir más lejos, nos enterábamos de que al menos 90 personas habían muerto ahogadas cuando su embarcación trataba de llegar a las costas europeas desde Libia. El mar, que nos recuerda las tragedias a las que la política internacional no quiere atender, arrastró 10 cuerpos hasta las playas del estado del norte de África. Lo más grave es que este no es un caso aislado.

Según la OIM -Organización Internacional para las Migraciones-, el 84% de las personas que atravesaron sus fronteras huyendo de la guerra y el hambre es acogido por países en vías de desarrollo. El resto, intenta huir hasta Europa arriesgando sus vidas enfrentándose a las olas del Mediterráneo, la principal vía de entrada. Tan solo en el año pasado, el agua se tragó más de 1.800 personas en este trayecto, 331 de las cuales murieron ante de las costas españolas. Los que sobreviven esperan en los campos de refugiados.

La magnitud del drama dejó mudos durante meses a Alguer Miquel, cantante de Txarango, y al resto del grupo cuando recorrieron los campos de refugiados de Grecia. Después de aquella experiencia tuvieron que reflexionar sobre cuál era el motivo de ser de su música. Cómo podían transformar aquella vivencia en hechos, en canciones.

Entonces publicaron El cor de la terra, un trabajo de 14 canciones cuyo beneficio está dedicado a 14 colectivos distintos. La primera canción del disco, Obriu les portes, quería ser un alegato por la libre circulación de las personas, y sus beneficios irían destinados a Unidad Contra el Fascismo y el Racismo, una plataforma que reúne a quinientas entidades por todo el mundo y que tiene como objetivo luchar contra el discurso racista de todo tipo, trabajando especialmente por combatir el incremento de la islamofobia.

Con el mismo objetivo, Alguer propuso a la ilustradora Gemma Capdevila la creación de un libro ilustrado que convirtiese en dibujos su canto por la comprensión y la solidaridad con los refugiados y que ahora publica el editorial Sembra Llibres. Gemma recogió el guante y lo convirtió en un emocionante viaje hacia un lugar universal: la esperanza.

Bajo las mismas estrellas

“Cuando Alguer regresó de los campos, le pedí que me lo contase. Pero tuvieron que pasar dos meses para que fuera capaz de contar nada. Estaba muy tocado”, explica Gemma Capdevila. “Él estaba dolido, igual que el resto del grupo. Estaban rotos por dentro. No me hice a la idea de lo que habían vivido hasta que no lo oí de su boca. Alguer es muy sensible y tiene una capacidad de expresión muy bestia. Cuando me lo contaba, yo veía que debía de haber sido un golpe muy fuerte para que se sintiese así. De la experiencia que ellos habían tenido allá y la semilla de documentación que tuve que hacer para el libro, salían qué herramientas expresivas debíamos utilizar para transmitirlo”, describe sobre el proceso conjunto de creación de este libro ilustrado.

Gemma Capdevila nació en Barcelona en 1988. Desde que se graduó en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona, no ha parado de trabajar para el mundo de la publicidad y para distintos medios de comunicación, sacando tiempo de debajo de las piedras para dedicarse a su especialidad, las publicaciones infantiles y juveniles. Así, ha publicado Silencia, escrito por Nina da Lua y publicado por Petit Fragmenta; Camina, escrito por Alguer Miquel y autoeditado; The Bedtime Stories y La Sirenetta para editoriales chinas e italianas respectivamente.

Gemma y Txarango –uno de los grandes fenómenos que la música catalana ha dado en los últimos años–, ya habían trabajado juntos en Camina, donde ella ilustraba los versos del cantante del grupo. Entonces, su trabajo conjunto servía para ayudar a la plataforma ciudadana Stop Mare Mortum que trabaja para dar refugio a los que huyen de la guerra.

“Queríamos narrar la realidad de estas personas que viven el drama en su piel, pero, por otra parte, no queríamos cargar las tintas. La canción tiene eso de bonito: transmite una imagen de esperanza. Un mensaje que nos dice que aún queda mucho por hacer y que podemos hacer mucho por ayudar”, describe la ilustradora.

Camina y Obriu les portes están íntimamente ligados desde la primera página, donde descubrimos una imagen perfilada del mar Mediterráneo manchado del reflejo de las estrellas que permanecen permanentemente por sobre sus aguas. Es un aviso: este libro viene lleno de imágenes de una gran carga poética que complementa los mundos artísticos del grupo musical y de la ilustradora. “Este es uno de los motivos por los que me escogieron, porque Alguer y yo tenemos un mundo interior común. Nos encontramos en muchos puntos. Él utiliza mucho las estrellas como punto de encuentro entre mundos”, describe Capdevila.

“Esta canción me conduce a esa imagen: las estrellas son las mismas para quienes estamos aquí que para quienes están en Grecia, en Siria o cualquiera de los campos de refugiados. Para nosotros era natural encontrarnos y entendernos en el libro, porque ya existe esta sintonía entre las canciones de Txarango y mi obra”, reflexiona la autora. “Con estas ilustraciones busco esa manera poética y más delicada de contar las cosas. Es mi lenguaje y, si te soy sincera, creo que no podría haberlo hecho de cualquier otro modo”, sentencia.

El grupo musical y la ilustradora abordan una de las temáticas más presentes a la ilustración contemporánea. La aún reciente exposición de APIV (Associació Professional d’Il·lustradors de València) Refugio ilustrado. Entre el ataúd y la maleta nos lo recordaba hace unos meses y obras tan contundentes como La grieta, de Carlos Spottorno y Guillermo Abril también.

Capdevila menciona sus referentes, compañeras de profesión: “Cuando yo estaba trabajando con Obriu les portes, Laura Ramos estaba haciendo un libro que cuenta la historia de una niña que se llama Amina, que debe encontrar un lugar donde estar con su familia después de huir de Siria. La historia la escribe Marta Lucena, que también había estado en un campo de refugiados. Me sirvió mucho para ver cómo enfocaban ellas esta historia”, cuenta la ilustradora catalana. “También debería nombrar El viatge, que fue Premi Llibreter en 2016 y que me ayudó mucho, porque explica todo aquello con una delicadeza y a la vez con una fuerza que era increíble”, describe Capdevila.

“Aquel libro narraba una historia compleja, con sus partes crudas y sus partes bonitas, con todo. Porque cuando hablas de guerra debes hablar de amor, dado que una de las cosas más fundamentales que rompe la guerra son las relaciones, las familias y los amores. Narrarlo, saber expresarlo sin perder delicadeza es complicadísimo”, explica Gemma.

El porqué de todo esto, al fin y al cabo, es dar un poco de esperanza a un drama que asola Europa. Pero también un toque de atención, una forma de utilizar y canalizar el talento para convertirlo en discurso, en mensaje comprometido.

“Yo nunca me he considerado artista, porque considero que lo que hago es un oficio comunicativo”, describe Capdevila sobre el porqué de Obriu les portes. “En el momento en que tienes una herramienta de expresión como es la ilustración, tienes un modo de expresar que quizá es mucho más directo y poderoso que otros. Si puedes llegar a la gente, puedes decidir utilizarla para hablar de cosas que te preocupan. A mí me preocupa el conflicto en Siria y no hacer uso de este altavoz sería casi egoísta”, sentencia.

Y añade, como punto final: “Si tu trabajo puede servir para despertar conciencias, creo que es una buena forma de aportar una pequeña parte de ti mismo al mundo que te rodea”.

El mar Mediterráneo es un pozo negro desde hace demasiado tiempo. El pasado viernes 2 de febrero, sin ir más lejos, nos enterábamos de que al menos 90 personas habían muerto ahogadas cuando su embarcación trataba de llegar a las costas europeas desde Libia. El mar, que nos recuerda las tragedias a las que la política internacional no quiere atender, arrastró 10 cuerpos hasta las playas del estado del norte de África. Lo más grave es que este no es un caso aislado.

Según la OIM -Organización Internacional para las Migraciones-, el 84% de las personas que atravesaron sus fronteras huyendo de la guerra y el hambre es acogido por países en vías de desarrollo. El resto, intenta huir hasta Europa arriesgando sus vidas enfrentándose a las olas del Mediterráneo, la principal vía de entrada. Tan solo en el año pasado, el agua se tragó más de 1.800 personas en este trayecto, 331 de las cuales murieron ante de las costas españolas. Los que sobreviven esperan en los campos de refugiados.