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Purificació Mascarell, escritora: “La histérica y la 'femme fatale' son dos estereotipos que esconden el miedo a la mujer que vive en libertad”
Hay un punto en nuestra historia en la que coinciden el despertar de la conciencia feminista, la construcción del mito de la femme fatale y las prácticas protopsiquiátricas más represivas contra las mujeres, con la figura de la histérica en auge. En el mismo siglo XIX en el que las sufragistas claman por los derechos de las mujeres, surge la figura de Aleksandra Kollontai, Emilia Pardo Bazán escribe sus novelas y Nellie Bly da la vuelta al mundo, los neurólogos experimentan con la hipnosis, se extiende el concepto de histeria como un mal femenino, John Collier pinta Lilith. De este tiempo en el que “convive la tradición patriarcal con el avance del feminismo”, como un movimiento de acción-reacción, habla Mireia (Drassana, 2022), la primera novela de Purificació Mascarell, una hibridación de géneros literarios que plantea si es posible provocar la locura y por qué nos atrae lo malévolo.
En la novela Neus, una joven pintora de Xàtiva, relata el macabro episodio que llevó a perderle la pista a su amiga Mireia, por la que siente una atracción similar a la de un satélite y su planeta, a raíz de la aparición de un hombre en una villa de la localidad. La novela se entrelaza con la historia del valenciano Luis Simarro, uno de los precursores de la psiquiatría, a la vez que aborda la visión patriarcal de las mujeres, el invento de la femme fatale y el estigma de la histérica, a través de estas jóvenes que se acercan al alienista desde la investigación académica de su trayectoria.
Mascarell (Xàtiva, 1985) es profesora de Teoría de la Literatura, Literatura Comparada y Estudios Culturales en la Universitat de València, donde también investiga sobre cuestiones de género. “Mireia surge paseando por el cementerio de Xàtiva. Me topo con dos lápidas que me llaman muchísimo la atención, de una pareja fallecida con una diferencia de un día: el pintor Ramón Simarro y Cecilia Lacabra Simarro”, apunta la autora en conversación con elDiario.es. La trágica muerte de la pareja comienza a interesar a la autora, aunando la muerte por tuberculosis y la muerte por amor; Cecilia, al saber que su marido fallece de este mal respiratorio, se lanza por el balcón con su hijo de pocos meses de vida. Sin embargo, la historia tiene otros planes para el pequeño, que sobrevive al suicidio de su madre y termina por dedicarse a la medicina, explorando las primeras prácticas psiquiátricas en el manicomio de La Salpêtrière, el mismo en el que Sigmund Freud recibiría las lecciones del neurólogo Jean-Marie Charcot. Charcot fue una eminencia en la medicina europea, precursor de la psicopatología, y algunos autores inciden en su influencia sobre la creación de las teorías del psicoanálisis de Freud; pero el francés centró su atención en un objeto de estudio: la histeria femenina, que trataba a través de la hipnosis.
Simarro, originario de Xàtiva, pasó cinco años trabajando con Charcot, y para Mascarell también tiene una historia tan desconocida como novelesca. “Había sido revolucionario, amigo de Unamuno, de Ramón y Cajal, médico de Joaquín Sorolla... Había estado en todo lo interesante que sucede en el siglo XIX”, recalca la autora. “Cuando decido que me apetece escribir algo sobre él, me doy cuenta de que puedo utilizar la ficción, y empiezo a crear esta historia de dos amigas, Neus, una pintora, y Mireia, doctoranda en psicología experimental que investiga sobre Simarro, encontrando una información importante a nivel académico”.
A partir de esta ficción, Mascarell comienza a construir un puzle narrativo. “La idea me gusta mucho porque das la posibilidad al lector de que arme su propio sentido, su propio significado. La narradora de la historia también tiene esos huecos, así que nos ponemos en su piel y la vamos reconstruyendo con los elementos que tenemos sobre la mesa”. La idea de rompecabezas es algo que utiliza en Cartilla de redención, su anterior libro de relatos, en el que confía al lector rellenar los huecos narrativos. “También el lector es creador, tiene un papel activo. No me gusta que me lo den todo hecho”, afirma.
Aunque la novela se origina por el afán investigador, pronto toma importancia la construcción de la mujer fatal y de la histérica, una suma de los mitos primarios masculinos que arranca con la figura de Lilith. Neus, la narradora, irá tejiendo estas conexiones a través de referencias pictóricas, mostrando la representación que los hombres han hecho de las mujeres. “Desde la docencia y la investigación es un tema que me preocupa y me ocupa. Me tiene fascinada y cabreada. Pone por un lado la imagen de la histérica, la mujer loca, fuera de control, que desborda lo normativo, y por otro lado tenemos la femme fatale, la mujer vampira, seductora, que lleva a la ruina al hombre que se enamora, que es una mujer peligrosa y dañina”, describe. “Ambas son mujeres fuera de control, que rompen con lo que el patriarcado tiene destinado para la mujer: un comportamiento dócil, tranquilo, cautivo... La histérica se relaciona con una mujer que tiene un deseo sexual descontrolado, que la desborda. Y por otro lado está el deseo sexual salvaje que implica la femme fatale, la que lleva el hombre a la perdición. Son dos estereotipos diseñados desde la mirada masculina que esconden los miedos de los hombres al deseo sexual femenino, a la mujer que vive en libertad, que no cumple el patrón patriarcal. Una tiene que ser controlada y otra borrada”, señala.
La novela plasma estas cuestiones con una ambientación romántica, plagada de cementerios y villas abandonadas, donde suceden cosas extrañas. “Quería aplicar géneros sobre la historia que quería contar: literatura gótica, romántica, el thriller, una parte de literatura erótica femenina, incluso destellos de literatura histórica. La literatura de género es de segunda división, fuera del canon, pero a mí me parece una de las cosas más maravillosas”, defiende la autora.
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