Hace apenas tres meses todavía era directora de gabinete del concejal de Economía y Hacienda del Ayuntamiento de Madrid, Carlos Sánchez Mato, en el equipo de Manuela Carmena. Se vino a Valencia en cuanto la llamaron como profesora interina para hacerse cargo de una plaza de Geografía e Historia en un instituto de secundaria.
Esther López Barceló (Alicante, 1983) destacó en la legislatura pasada de las Corts Valencianes por su combatividad contra la corrupción como diputada de Esquerra Unida. Actualmente pertenece a la ejecutiva federal de Izquierda Unida y acaba de publicar un libro, La conquista de las ciudades (Icaria Editorial), con prólogo de Alberto Garzón, en el que entrevista a los alcaldes de A Coruña, Ferrol y Cádiz y a concejales de Madrid, Barcelona, Alicante, Zaragoza y Valladolid con la intención de abordar el papel de las denominadas “concluencias” en el movimiento político por el cambio.
Pregunta. Ha hablado en su libro con gente de los equipos de gobierno de varias ciudades, pero no lo ha hecho con nadie de Valencia.
Respuesta. Está Alicante...
Que es su ciudad.
¿Por qué no Alicante?
Bueno, de Alicante ha entrevistado a tres...
De Andalucía solo escogí Cádiz; de Aragón, Zaragoza...
No se lo recrimino, no hay nada malo en tener preferencia por su pueblo.
Tiro hacia mi pueblo porque lo conozco mejor. Pero además, para ser honestos, en Valencia no ha sido determinante una confluencia como València en Comú. Hay otra particularidad con más fuerza, que es Compromís. Mi libro está centrado en las confluencias municipales como fenómeno político inédito en nuestra historia, que hace que el municipalismo haya recobrado una entidad de primera magnitud como sujeto político. Realmente, quienes están haciendo frente, no solo a Montoro sino a las políticas neoliberales, son los ayuntamientos del cambio. Evidentemente, entre los ayutamientos del cambio se incluyen algunos como el de Valencia, donde el alcalde es de Compromís y no ha venido de una confluencia, o Rivas Vaciamadrid, que es de Izquierda Unida, un ayuntamiento que lleva muchos años en una línea transformadora. Es más extenso el concepto de ayuntamientos del cambio que el de confluencias.
Convendrá conmigo en que la sensación que transmite el Ayuntamiento de Alicante es de mucho caos...
De eso hablamos en la entrevista. Hablamos de las contradicciones y de cómo se está viviendo la correlación de fuerzas dentro de unos ayuntamientos en los que hay que negociar, pactar y gobernar con otras fuerzas como el PSOE. Eso comporta mucho ruido en algunos casos. Alicante es uno de ellos. Teniendo un programa de transformación muy importante, desde Guanyar Alacant no pueden hacer todo lo que querrían, evidentemente a causa de las limitaciones de la legislación del Gobierno central y, por otra parte, porque el PSOE usa toda su fuerza para intentar demostrar que las confluencias municipales no son todo lo que decían ser. Intentan desestabilizar a las confluencias, no sólo en Alicante. Por ejemplo, en A Coruña el alcalde Xulio Ferreiro tuvo que pasar por una moción de confianza para aprobar los presupuestos. También en Barcelona hubo sus más y sus menos con Ada Colau y en Madrid hubo un retraso en la aprobación de las cuentas. El PSOE también juega su partida.
Sin salir del territorio valenciano, en Castellón se da otra experiencia, la de Castelló en Moviment, que no ha entrado en el gobierno municipal.
Conozco menos esa experiencia. En el libro hablo de gobiernos municipales. En el País Valenciano están los tres modelos: el de la oposición, en Castellón; el de entrar en el gobierno municipal sin ser determinante, en Valencia, y el de tener mucha más fuerza, en Alicante, donde el PSOE y Guanyar Alacant quedaron muy parejos en las elecciones. Esta correlación de fuerzas en Alicante hacía más fácil entrar a hablar del fenómeno de las confluencias y no entrar a hablar de ese otro actor que no está en el resto del Estado pero sin el cual, evidentemente, no se puede entender la política valenciana como es Compromís.
El modelo de Castellón es como el del Pacto del Botánico, en el que el PSPV-PSOE y Compromís entran en el gobienro y Podemos se queda en el apoyo parlamentario.
Sí, pero la confluencia es mucho más que Podemos. Si las confluencias han tenido tanto éxito es porque son mucho más que la suma de la siglas de Izquierda Unida, Podemos y todo el que se haya incorporado. Hablamos de otra cosa. Hemos llegado a la conclusión de que esa radicalidad democrática es una de las claves del éxito de las confluencias y que reforzar ese elemento es lo que habría que hacer estos dos años que quedan de cara a las elecciones. Habrá que replantear en cada sitio si la plataforma electoral sigue teniendo vigencia, si hay que cambiar algo o si hay que ampliar más las bases democráticas que la sustentan.
Parece que Podemos se inclina por presentar candidaturas como partido. ¿Eso podría complicar el proceso?
Daría una imagen a la opinión pública muy distinta de la que se dio hace dos años, cuando hubo una clara apropiación por parte de la gente de las candidaturas municipalistas. Personas que nunca se habían acercado a la política vieron que eran proyectos que surgían específicamente para su lugar, su municipio y para esas elecciones y que, además, se hacía de abajo hacia arriba. Si ahora, a dos años de las elecciones, empezamos a hablar ya de candidatos, estaremos entrando en la dinámica de que sea una suma de siglas, una alianza electoral. Tendríamos que haber aprendido que las formas en política han cambiado absolutamente. Estaríamos volviendo a vicios y formas tradicionales que se impugnaron con el movimiento del 15-M.
Lo plantea como un reto.
En el libro hago una cita de Stefan Zweig procedente de su obra Momentos estelares de la humanidad, en la que señala que hay momentos en la historia en los que el tiempo va a más velocidad que en otros. Estamos en uno de esos momentos. Tenemos que analizar qué cosas han sido positivas y cuáles no. Una de las cosas que se consiguieron fue esa especie de federalismo tácito que se configuró entre las diversas confluencias municipales. No hubo una persona que dijera cómo debía hacerse. Todo fue más intuitivo. Hay que recoger esa fuerza para hacer una propuesta desde ciudades que en algunos casos ya han consolidado algunas políticas nuevas. Es importante hablar de lo malo, pero también de lo bueno. Si yo he hecho este libro es garcias a mi situación privilegiada trabajando en la concejalía de Economía y Hacienda de Madrid. Conocía de primera mano lo que se estaba haciendo en cada sitio y podía hablar con sus protagonistas. Sentía una frustración muy grande al ver que era necesario explicar, incluso a la gente más politizada, lo que se estaba haciendo, como si no conocieran nada.
¿Por qué se produce esa falta de información?
Los grandes medios están criminalizando lo que se hace o fijándose en cosas anecdóticas. Creo que hay que poner en valor el trabajo que se está haciendo. Es bueno ser autocríticos, pero también es importante una perspectiva global. Se están haciendo cosas que hace dos años no pensábamos que podrían hacerse.
¿Cómo ve el gobierno del Botánico? ¿Hasta qué punto cree que es una excepción en la política española?
Evidentemente, el gobierno del Botánico es una excepción. No es lo mismo que los ayutamientos del cambio puedan o no coordinarse con la política autonómica. Y eso solo ocurre aquí. Veo que se están haciendo muchas cosas, pero creo que hasta que no tengamos una financiación autonómica digna, aunque haya buena planificación y buena voluntad política, será bastante difícil que los valencianos seamos ciudadanos de primera, pese a que tengamos un gobierno progresista. Aunque pueda tener críticas como cualquiera hacia algunas cosas, hemos de poner en valor que conseguimos un nuevo gobierno gracias a mucha lucha. Y aunque soy la primera en reclamar un movimiento social que nos ayude a mejorar, pienso que a veces nos falta perspectiva. Tenemos que comparar cómo estábamos antes y cómo estamos ahora. Hay que valorarlo muy positivamente.
¿Tenemos poca memoria?
Es fundamental que volvamos a despertarnos. El poder no está sólo en las instituciones. En Madrid lo he podido comprobar. Sin una presión social detrás, hay cosas que serán imposibles de hacer. Hay que salir a la calle a luchar por asuntos en los que nos va la vida, como la financiación autonómica. Pensar que esa es una lucha de Ximo Puig, de Mónica Oltra y de quienes están en el Parlamento es una equivocación. Todos los que conseguimos que cambiara la correlación de fuerzas en el País Valenciano hemos de empujar para que el gobierno del Botánico vaya hacia donde creemos mejor.
¿Es partidaria de que las confluencias se trasladen a las elecciones autonómicas?
Soy partidaria de que lo que ha funcionado como instrumento de transformación social se fortalezca en las formas de trabajar. Las confluencias no dejan de ser espacios políticos que se amplían con unos elementos comunes. Eso está funcionando en Unidos Podemos, en el Congreso de los Diputados, por ejemplo. Creo que la campaña y la conformación de la candidatura A la Valenciana también funcionó bastante bien. La confluencia es la vía. Como más unidos podamos ir en cada elección, mejor será para lo que defendemos, aunque no lo sea para los partidos.
La dirección valenciana de Esquerra Unida, sin embargo, parece bastante reticente a esos planteamientos...
Bueno. Lo que yo sé es que la asamblea federal de Izquierda Unida aprobó una estrategia política de unidad popular que va encaminada a superar las alianzas solo de siglas para que las ideas de transformación social puedan tener éxito. En el País Valenciano, Esquerra Unida está gobernando dentro de Guanyar Alacant. A veces en el cap i casal las percepciones obedecen a lo que ocurre en el cap i casal, pero hay otras realidades. Por ejemplo, en Gandia estamos tamnbién gobernando dentro de una confluencia. No conozco mucho las reticencias de la dirección porque no estoy en ella. Yo estoy en la dirección federal.
¿Añora usted las Corts Valencianes?
Hicimos allí, entre todos, un trabajo importante. Me gustaría bastante que estuviéramos representados allí. Creo que más pronto que tarde volveremos y seremos muchos más.