La futura Comisión Europea fue presentada el 10 de septiembre y aún debe pasar por el filtro del Parlamento Europeo. Según los analistas, es un colegio de comisarios paritario y que ha pretendido conciliar a todo el arco ideológico; hay 13 mujeres y 14 hombres y están reflejados, más o menos, los desafíos a los que se enfrentará una Unión Europea post-Brexit, expuesta a ideologías de extrema derecha cada vez más crecientes y cada vez socialmente más desgastada.
Todo esto podría parecer de lo más inocente, y si no nos fijamos en los nombres de las distintas áreas encargadas a los comisarios y comisarias, sería una propuesta más. Pero Ursula von der Leyen nos ha sorprendido, y no gratamente, con el nombre dado a una de las áreas: “Protección del estilo de vida europeo”. Dentro de esta denominación, la electa presidenta de la Comisión europea le encarga al futuro comisario Margaritis Schinas la consecución de una política migratoria común, eso sí la legal. En la carta que ha enviado a su futuro, o no, Comisario, en el apartado dedicado a la política migratoria común, resulta preocupante que no se mencione en ningún momento el respeto de los derechos humanos ni de la dignidad de las personas, sí personas, que llegan a nuestras costas como buenamente pueden después de sufrir agresiones sexuales, torturas y un sinfín de calamidades que no podríamos ni imaginar desde la comodidad de nuestro mullido sofá. P
osiblemente la presidenta electa de la Comisión Europea estuviera escribiendo esas cartas desde el sofá de su casa o desde la silla de su despacho, pero quizás debiera bajar de su despacho del Berlaymont y pisar la arena de las playas donde llegan exhaustas estas personas y tocarlas y comprobar que, efectivamente, son personas, como Usted y como yo, pero con la desgracia de haber nacido en países que soportan eternos conflictos bélicos, hambrunas, torturas y persecución, personas cuyos derechos humanos les han sido negados.
Al futuro Comisario y a su Presidenta les haría varios regalos; suelo regalar libros, leer me gusta y siempre aprendes algo útil, incluso logras aumentar tu vocabulario. El primer regalo que les haría, a ambos, es un compendio de tratados internacionales sobre derechos humanos; qué se le va a hacer, soy de Derecho. Uno de ellos sería la Declaración Universal de Derechos Humanos, por aquello de que aprendieran el significado de UNIVERSAL y de DERECHOS HUMANOS y pudieran incluirlo en sus sesudos documentos, una vez hayan alcanzado la élite de la clase política europea.
Puede que a muchos les suenen como utópicos los derechos humanos, como algo irrealizable, casi como un unicornio y es que, desgraciadamente, nos lo han grabado a fuego en nuestras conciencias. Pero no es así; por mucho que se empeñen algunos políticos insolidarios y que reniegan del derecho internacional de los derechos humanos, las personas que llegan a nuestras costas, en una barcaza de juguete, son personas y, como personas que son, poseen derechos humanos, poseen dignidad y ningún muro, ninguna política migratoria común, ningún aprendiz de estadista se los podrá arrebatar. Si bien, la Declaración Universal de Derechos Humanos, pese a ser un texto excepcional, tiene un valor interpretativo nada desdeñable, pero no la fuerza suficiente.
A continuación, les regalaría unos ejemplares del Convenio Europeo de Derechos Humanos y la Carta Social Europea, su necesario complemento. Quiero pensar que los conocen por dos razones; la primera, porque el Consejo de Europa es una organización vecina en Estrasburgo, y cada vez que asistan a las sesiones plenarias de la Eurocámara podrán ver justo en frente el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y, en segundo lugar, porque cada uno de los Estados miembros de la Unión Europea son miembros a su vez del Consejo de Europa y cada uno de ellos ha ratificado ambos textos normativos y con fuerza legal. ¡Menuda contrariedad escribir una carta donde se realiza un encargo que versa y afecta a personas y olvidar dos normas que, nos gusten más o menos, nos obligan como ciudadanos, como políticos y como gobernantes! Pero se las haré llegar, no vaya a ser que sea fruto de no tener un ejemplar a mano, aunque si lo pienso bien se pueden descargar en casi todos los idiomas de la web del Consejo de Europa. Porque si han olvidado que estas dos normas existen, es que han olvidado que los derechos humanos y la dignidad de la persona existen, pese a que algunos intenten hacérnoslo creer.
Y, por último, les regalaría un ejemplar de un libro sensacional que me regaló un muy buen amigo (esos amigos que valen un potosí) y que se llama “El granado de Lesbos”, de la periodista y escritora María Iglesias. Aún no he acabado de leerlo, son de esos libros que cuando lees la sinopsis en la contraportada tomas conciencia de dos cosas: que tu amigo te conoce muy bien y que vas a llorar mucho mientras vas en el tranvía leyendo. Este libro cuenta lo que podríamos llamar una bajada al fango, a la cruda realidad diaria de miles de voluntarios y voluntarias que, a pie de playa en las costas griegas, rescatan a personas (SÍ, PERSONAS), niños y niñas, adultos y ancianos, que llegan a la esplendorosa Europa en busca de derechos humanos. Sí, vienen en busca de derechos humanos, de oportunidades de vida, de comida, de trabajo, de un techo digno, repito, de derechos humanos, esos que nosotros tenemos a un clic de nuestro mando a distancia.
Por lo tanto, espero, aunque sin esperanzas, que ese estilo de vida europeo que el futuro comisario Schinas tiene el encargo de preservar sea el estilo de vida europeo que propugna el Consejo de Europa, el estilo de vida europeo de la dignidad, de la solidaridad, del respeto de los derechos humanos. Puestos a elegir quiero que ese estilo de vida europeo sea el del Open Arms, el de las manos tendidas para ayudar a nuestros semejantes. Si no es así, habremos fracasado como especie.
*Daría Terrádez Salom, directora General de Relaciones con la Unión Europea y el Estado de la Generalitat valenciana