Llegar a las instituciones es un paso importante para una fuerza política. Implica haber hecho un trabajo previo. Podemos lo hizo en un tiempo record. Acertó en el diagnóstico del momento histórico que vivía España, en el discurso de la transversalidad, en la visualización de un país dividido entre los de arriba (una minoría) y los de abajo (la mayoría). Se presentaba ante la ciudadanía como una fuerza política popular, patriótica y democrática. Ante la inoperancia de los partidos del régimen del 1978, Podemos prometía devolverle a esa mayoría social las instituciones, ponerlas a su servicio, defender desde ellas los intereses de la ciudadanía. En definitiva, les aseguró serles útil desde el primer día.
Hoy, tres años después, somos parte de esas instituciones en múltiples ámbitos territoriales. Estamos en el Parlamento Europeo, en el Congreso y Senado, en los parlamentos autonómicos y en los municipios, donde concurrimos con candidaturas de unidad popular. Somos una fuerza política que cuenta con un nutrido grupo de representantes en las instituciones. Y todo en un tiempo récord. Increíble, espectacular resultado. Pero no ganamos. Y la pregunta es, cuál es el margen de acción que nos queda desde la oposición. Hay quién piensa que debemos reguardecernos, atrincherarnos, que las instituciones nos quedan grandes. Otros defendemos que nos corresponde liderar la iniciativa, avanzar propuestas que ofrezcan solución a los problemas de la gente, hacer que las otras fuerzas políticas debatan sobre nuestras propuestas. Evitar que nos arrinconen, y menos aún arrinconarnos.
Desde junio de 2015 hacemos parte de las instituciones, somos diputados por Valencia en les Corts Valencianes. Y en todo este tiempo, sabemos bien qué es ser útil, ser dirigente antes que gobernante, sabemos lo que es tener iniciativa mientras tanto. Hemos sido partícipes de ese ímpetu en no pocos momentos, en los que hemos sido capaces de llevar al rincón de pensar a todas las fuerzas políticas del arco parlamentario. Son muchos los casos en los que ese impulso se ha traducido en reformas de calado para la ciudadanía valenciana. De ello dan cuenta varias e importantes iniciativas nuestras, hoy convertidas en leyes. Es el caso de la ley de cuentas abiertas, que permitirá que la ciudadanía pueda acceder a las cuentas de la Administración pública valenciana; el de la ley de Emergencia Ciudadana, que acorta los trámites en el pago de ayudas; o el de la ley de creación de una Agencia de Prevención y Lucha contra el Fraude y la Corrupción en un territorio saqueado por todos los frentes, que ni PSOE ni Compromís querían en un principio que fuera independiente y que tuviera capacidad de sanción, pero que ha acabado afortunadamente conservando esas dos características que la hacen tan potente. También hemos visto aprobada hace unos días nuestra propuesta contra la pobreza energética, que evitará cortes de suministros sin el informe de los servicios sociales. En todas ellas, en todas, hemos trabajado con el impulso y el apoyo de la calle, de los movimientos sociales, de los colectivos. Una colaboración responsable, productiva, entre la calle y la institución.
Esta capacidad de iniciativa nos acompaña a cada paso en la institución, porque pez que no nada se lo lleva la corriente. Los debates presupuestarios son también momentos para defender con fuerza los derechos de la ciudadanía. Hay margen de acción. Lo hemos comprobado impulsando la aprobación de una reforma fiscal más progresiva para la ciudadanía valenciana de la que proponía el Consell de la Generalitat, que gravará menos a los que menos tienen y hará pagar más a los que más ingresan. Lo hemos visto al instalar el concepto de pobreza farmacológica en la agenda política y, lo que es más importante, en la consignación presupuestaria. Hoy, gracias a Podemos, hay fondos para cubrir esos gastos farmacológicos para menores en familias con escasos recursos económicos, o para que la justicia valenciana vuelva a ser bandera. También aquí el viento de la calle nos ha insuflado aire.
Prometimos en nuestro juramento poner las instituciones, las valencianas y todas, al servicio de la ciudadanía y de sus derechos. Ningún escaño debiera destinarse a cavar trincheras. El tiempo es oro. Quienes peor lo pasan no pueden vernos arrinconados, ausentes; han de vernos audaces, capaces de darles certezas, mostrarnos como dirigentes. Es tiempo de desplegar las velas. Sólo así seremos más. Así, seremos millones.
Fabiola Meco y David Torres son diputados de Podemos en las Corts Valencianes.