Las facheroladas están de moda. Desde el inicio de esta pandemia, la derecha se echó al monte para manifestar a golpe de bulo su odio de clase contra el Gobierno de Pedro Sánchez. Ahora protestan porque no quieren contribuir a una recuperación social y económica que no ven desde su burbuja de rentas altas y terrazas más grandes que tu piso entero.
La unidad de los balcones, la ola de solidaridad para aplaudir a quienes continúan en primera línea combatiendo al virus en hospitales, residencias de mayores o trabajando en los servicios esenciales, se rompió por parte de quienes no han comprendido que esto no va de gritar más fuerte, sino de la unidad frente a una amenaza global, que no entiende de fronteras ni de siglas políticas.
No hay consignas elaboradas, ni siquiera un decálogo de propuestas. No se plantean soluciones alternativas a la gestión de la crisis sanitaria más compleja, desconocida y cruel desde la pandemia provocada por el virus H1N1 en 1918. El objetivo es sencillo: sembrar odio, dudas y crispación para obtener rédito político a costa del sufrimiento de la gente.
Desde que la palabra “coronavirus” empezó a colarse en los medios de comunicación españoles, la derecha ha ido cambiando de opinión respecto a la COVID-19 imitando a sus referentes intelectuales de Trump, Boris Jhonson o Bolsonaro, es decir, viajando desde el “no alarmemos a la gente” del mes de febrero, al tufo machista de “la culpa de todo lo tiene el 8M”, haciendo de “capitanes a posteriori” cuyo superpoder es predecir el pasado y manipular el presente.
Habrá tiempo para la crítica y la asunción de responsabilidades por los posibles fallos cometidos. Nunca antes fue tan difícil tomar decisiones que repercuten directamente en la vida de millones de personas. Lo que sí es fácil es comprender que la salud está por encima de todo lo demás y que todos los esfuerzos desde lo público deben proteger a quienes peor lo están pasando.
El derecho a la protesta es sagrado y existe incluso para quienes pretendieron amordazarnos. Lo que no existe es el derecho a mentir, intoxicar o jugar con los sentimientos de quienes han perdido a alguien en esta crisis, su empleo o sus expectativas de futuro. La última demencia es negar que exista ningún virus y que el confinamiento sólo busca hundir a España. No son patriotas, son fachas.
*Carlos Manzana, Secretario de Comunicación de Joves Socialistes del País Valencià