El PP lo tiene claro y Ciudadanos también, pactarán con la extrema derecha de VOX con tal de “echar al PSOE” de la Junta de Andalucía, del Palau de la Generalitat o de la Moncloa. Así, con la cabeza bien alta, ¿y qué? ¿Qué hay de malo en pactar con el fascismo?
Lo ocurrido el pasado domingo en Andalucía está trayendo consecuencias de todo tipo. Para empezar, la líder ultra de Francia, Marine Le Pen, y el líder neonazi del Ku Klux Klan, David Duke, han felicitado a VOX por su espectacular resultado en las elecciones andaluzas, un hecho preocupante para la prensa internacional, que alerta del auge de la extrema derecha abiertamente racista, machista y homófoba en España, sin eufemismos.
Sin embargo, las sonrisas en las sedes del PP y Ciudadanos la noche del Domingo 2D nada tuvieron que ver con la ansiedad o el nerviosismo de ver a los violentos ocupar doce escaños en un Parlamento. Un PP desacomplejado que no condena el franquismo, cuenta las horas para darse el sí quiero con la ultraderecha de VOX, tras haberla legitimado señalándola como “socio”, mostrándoles “respeto” y destacando las “muchas ideas y principios” que tienen en común.
Otro que tal baila, Albert Rivera, se juega la expulsión de Ciudadanos del grupo europarlamentario Liberal (ALDE) por su coqueteo con VOX, a quien se niega a clasificar como extrema derecha por, dijo, porque no es “analista político”. Lo de abolir las autonomías, el discurso identitario xenófobo, despreciar la diversidad, elogiar el autoritarismo moralista, militarismo o eliminar derechos sociales para las mujeres, trabajadores o el colectivo LGTBI, ya tal.
Habrá tiempo para la autocrítica sobre la evidente derrota y desmovilización de la izquierda, en todo su conjunto, en la región más poblada de España, sociológicamente de mayoría trabajadora, con un gran porcentaje de población rural y con renta per cápita inferior a la media española. El fenómeno no es nuevo, pero nos equivocaremos echando balones fuera o haciendo análisis de brocha gorda sobre el por qué de las cosas.
¿Todo vale con tal de alcanzar el poder? ¿Incluso poner en peligro el mismo sistema democrático y de libertades civiles? El centro-derecha tiene a la oportunidad de demostrar sus principios democráticos y constitucionales frente a la intolerancia ultra, de anteponer el civismo y el diálogo a las ideas reaccionarias, los prejuicios y la violencia, a no ser, en el fondo, que les dé igual.
*Carlos Manzana, secretario de Comunicación de Joves Socialistes del País Valencià