“Verá, tengo la desgracia de estar siempre contradiciéndome a mí mismo”. Periodista o lo que surja. Feminismo y sarcasmo a partes iguales.
“¿Por qué no te arreglas? Porque no estoy rota”
Es una pregunta tan común que pasa desapercibida. ¿Por qué no te arreglas un poco? ¿Y si te pusieras el pelo así? ¿No crees que te quedaría mejor [introduzca prenda al gusto]? Los estudios de marcas de belleza señalan que las mujeres europeas dedican alrededor de 20 minutos diarios a lo que se considera “arreglarse”; véase, peinarse, ponerse cremas y maquillarse. Hagan la suma de lo que supone en un año. O en una semana.
La escritora Naomi Wolf ya explicó en los noventa la relación entre estos rituales aparentemente inofensivos y el control sobre las mujeres. “Al liberarse las mujeres de la mística femenina de la domesticidad, el mito de la belleza vino a ocupar su lugar y se expandió para llevar a cabo su labor de control social”, escribió en El mito de la belleza. Wolf no hablaba de una conspiración mundial para someter a las mujeres, pero trataba de dar las claves sobre por qué el aspecto físico y la vestimenta tienen tanta importancia. No es baladí teniendo en cuenta la facturación de industrias como la moda y la belleza.
A Gema González, fotógrafa valenciana, este libro le cambió el chip. Gema había trabajado durante años en revistas de moda y como fotógrafa para medios de comunicación y ya había apreciado la peculiar manera de representar a las mujeres, la feminidad y la figura femenina en estos soportes. Da igual de qué estén hablando -si es que hablan- pero siempre tienen que salir guapas o lo más pulidas que sea posible. Una vez tuvo cierta autonomía económica, pudo dedicarse a proyectos personales. De la mezcla de todo lo anterior surgió ‘¿Por qué no te arreglas?’, una iniciativa en la que fotografía a mujeres en su casa recién despertadas, en pijama, a cara lavada. El objetivo, explica, es restar importancia a la idea de la belleza.
“No trata de potenciar la idea de belleza natural, no consiste en hacer fotos bonitas de mujeres con ropa de estar por casa y sin maquillar para que veamos que así también podemos estar guapas. Busco restar importancia a la belleza como nuestro valor más importante”, cuenta Gema. “Aunque me parece genial que en los últimos años se potencie la idea del body positive y de la autoaceptación”, matiza, aunque considera que “siempre van destinadas a venderte algo”. Es el capitalismo rosa, amigo.
A priori, dice Gema, los retratos parecían una idea fácil. Sin embargo, llegado el momento de disparar, la fotógrafa observaba cómo en cierto modo sus modelos se habían arreglado un poco. “Se ponían un pijama bonito, se peinaban un poco... Eso me ha demostrado lo difícil que es aceptarnos”, confiesa. Y es en esta inseguridad, en la autoestima frágil, a su juicio, en el que se sustenta la industria de la belleza tal como se concibe hoy.
La valenciana confiesa que detesta la expresión con la que arranca este texto. “Odio la expresión arreglarse, porque cuando la usamos estamos dando por hecho que estamos 'estropeadas' y que necesitamos recomponernos, como si de una máquina averiada se tratase. Pues no, no me hace falta arreglarme, básicamente porque no estoy rota”, sentencia.
De momento, Gema ha conseguido 70 mujeres de las 100 a las que aspira a retratar. Mujeres de entre 18 y 50 años y con diversas características externas y procedencias. “Soy consciente de que el tema de la belleza es uno de los más atractivos de la agenda feminista, pero en mi proyecto quiero asomarme a otros temas que suelen estar más silenciados. Me interesa el papel de la mujer en los cuidados, así como el de la 'exotización' de las mujeres racializadas. Quiero que aparezcan sí o sí en mis fotografías”, comenta la autora.
“Este no es un trabajo más sobre mujeres reales, ya que no existen las mujeres irreales. Todas somos reales, y tenemos el mismo valor. El concepto de mujeres reales forma parte de un nuevo canon impuesto por las industrias de consumo, que busca encorsetarnos en el mito de la belleza”, reflexiona la fotógrafa. “Y si no soy guapa, ¿Qué pasa?”, lanza.
Es una pregunta tan común que pasa desapercibida. ¿Por qué no te arreglas un poco? ¿Y si te pusieras el pelo así? ¿No crees que te quedaría mejor [introduzca prenda al gusto]? Los estudios de marcas de belleza señalan que las mujeres europeas dedican alrededor de 20 minutos diarios a lo que se considera “arreglarse”; véase, peinarse, ponerse cremas y maquillarse. Hagan la suma de lo que supone en un año. O en una semana.
La escritora Naomi Wolf ya explicó en los noventa la relación entre estos rituales aparentemente inofensivos y el control sobre las mujeres. “Al liberarse las mujeres de la mística femenina de la domesticidad, el mito de la belleza vino a ocupar su lugar y se expandió para llevar a cabo su labor de control social”, escribió en El mito de la belleza. Wolf no hablaba de una conspiración mundial para someter a las mujeres, pero trataba de dar las claves sobre por qué el aspecto físico y la vestimenta tienen tanta importancia. No es baladí teniendo en cuenta la facturación de industrias como la moda y la belleza.