El sábado 19 de octubre arranca el quinto Open de Tenis de Valencia, el tercer torneo –tras el Masters de Madrid y el Conde de Godó de Barcelona- más importante de España. Nada extraordinario, más allá del empaque deportivo del evento, si no fuera por la aportación del contribuyente valenciano a su celebración: 18 millones (15 millones más IVA) en cinco años.
Este año la Generalitat sufraga con 2.5 millones la competición, que se celebra en la pieza del complejo de las Ciudad de las Artes y las Ciencias más infrautilizada, el Ágora. En los cuatro anteriores, el gobierno valenciano destinó 3.5 millones (2009 y 2010), 3 millones (2011) y 2.5 millones (2012).
La continuidad del evento no está garantizada. El contrato firmado hace más de un lustro, en los días de vino y rosas, es irrepetible ahora, con la Generalitat rozando la quiebra. El Consell asegura que quiere seguir apoyando el torneo, pero en ningún caso al coste anterior. Y la organización, en manos de Juan Carlos Ferrero, uno de los mejores deportistas de la historia de la Comunidad Valenciana (ganador de un Roland Garros y exnúmero 1 del mundo), se lo piensa.
“Hay ciudades interesadas, pero queremos seguir en Valencia”, dice Ferrero. El presupuesto del torneo se cifra en unos 7.5 millones, por lo que la pérdida total o parcial del primer patrocinador, la Generalitat, que aporta un tercio del coste, podría llevarse el torneo a otra ciudad.
Patrocinio privado
Para ello, la empresa capitaneada por Ferrero trabaja en la búsqueda de patrocinadores privados que hagan viable la competición en Valencia. Según sus cifras, la ciudad ha rentabilizado con creces la inversión de la Generalitat. Por cada euro invertido (15 millones, sin contar el IVA) se han obtenido 17, para un total de 259 millones.
Con esos números no debería haber problemas para atraer inversores privados. Tal vez, a diferencia de la ruinosa Fórmula 1, el Open 500 sea uno, el único, de los grandes eventos auspiciados por Francisco Camps que son rentables.
Ferrero, habitual en actos del PP
La cabeza visible del torneo no sólo fue un tenista superlativo, sino también un habitual en actos de corte partidista organizados por el PP. En 2003, leyó un manifesto en un acto auspiciado por el Consell en el que se reclamaba “Agua para todos”, eufemismo por el que se demandaba el trasvase del Ebro programado por José María Aznar, abandonado por el gobierno de Zapatero y ahora olvidado por el ejecutivo liderado por Mariano Rajoy.
El jueves 17 de octubre, Ferrero acudió al pacto de la sociedad civil promovido por el Consell, en realidad, un acto de autoafirmación y propaganda del PP. El tenista de Ontinyent es dueño, entre otros, de una academia de tenis en Villena y un hotel de lujo en Bocairent, un pueblo junto a su localidad natal, Ontinyent.