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Crònica

El guante blanco de Zaplana no deja huellas

El expresidente de la Generalitat valenciana y exministro Eduardo Zaplana (a la derecha) durante el juicio.

Francesc Arabí

València —

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Hay quien se inyecta bótox en las mejillas, otros se reducen la papada o se chutan silicona en el trasero... Francisco Javier Martínez San Millán, alias El Franky, pasó por el quirófano para cambiarse las huellas dactilares por las de los pies. No lo hizo para marear a los indios apaches, tan rastreadores ellos, sino para evitar que la Interpol lo detuviera cuando huyó de España aprovechando un permiso penitenciario cuando cumplía condena por la Operación Nécora.

Al igual que El Franky, Zaplana siempre procuró preservar un doble ritual: destruir papeles y no dejar huellas. El testaferro uruguayo Fernando Belhot, quien gestionaba fiduciariamente el dinero del ex presidente, lo corroboró en su testifical en este juicio Erial cuando explicó que nada más repasar los documentos que le enseñaba sobre movimientos de cuentas, el político los destruía. En la relación entre ambos (propietario real del dinero y administrador de los fondos) el ex ministro no le envió un mail, ni un whatsapp en siete años. Ni siquiera firmó el clásico contrato de fiducia donde consta el auténtico propietario del dinero o las acciones off shore.

El ex ministro tenia obsesión por no dejar huellas. Y esas huellas ausentes han sido una de las líneas de defensa seguida por el abogado del ex presidente en esta causa judicial. Una estrategia usada para atacar la prueba madre que alumbró el caso, los papeles hallados por el sirio Imad Al Naddaf Yalouk en 2009 cuando estaba de inquilino en la vivienda que había pertenecido a Zaplana entre 1998 y diciembre de 2006. El relato de la defensa, expuesto por el ex comisario Villarejo y Marcos Benavent, el Yonqui del dinero, sostiene que esos documentos (con apuntes sobre el amaño de las ITV y la creación de las empresas de las mordidas) fueron entregados al sirio por agentes del CNI o la UCO. El propio Imad pertenecía o colaboraba con el CNI, según si se atiende a la versión de Villarejo o la de Benavent, menos imaginativa.

La defensa del ex presidente ya reclamó un estudio de ADN y de huellas en su intento de invalidar los papeles del sirio. Cabe recordar que la Sección Quinta de la Audiencia de València avaló dos veces la prueba, el registro judicial en el que fue incautada y el inicio de la investigación.

18 dactilares y una palmar

El informe de ADN había salido negativo. No se hallaron restos biológicos de Zaplana. Ni de nadie. Este jueves 16 de mayo, el presidente del tribunal, Pedro Castellano, dio a conocer los resultados de los análisis de huellas realizados por el departamento de biología del servicio de criminalística de la Guardia Civil. En los papeles se encontraron “19 huellas lofoscópicas: 18 dactilares y una palmar”. “Cotejadas directamente con impresiones de Eduardo Andrés Julio Zaplana Hernández-Soro”, leyó solemnemente Castellano, el resultado fue negativo. “Exclusión”, en palabra técnica. También fue negativa la comparación con la impresiones de otros “candidatos” sugeridos por la base de datos judicial.

El ex presidente sonrió por primera vez durante la sesión al verificarse que ninguna de las huellas detectadas coincide con las suyas. La adermatoglifia es la ausencia o deterioro de las crestas epidérmicas en algunas personas. Ello provoca que sea imposible identificarlas por biometría dactilar. Aunque pueda parecerlo, esta anomalía no es ninguna rareza. Al menos socialmente. Todos los ladrones de guante blanco padecen adermatoglifia. Porque el guante no deja huella. Y si acaso lo hace por error, la sociedad y hasta la justicia acostumbran a limpiarla. Chorizo o espabilado; borrachín o sibarita del vino, según estatus.

Las audiciones de la voz

En esta fase judicial en la que se está ya en la letra pequeña documental, la sesión se dedicó a realizar audiciones. Pero no en plan talent show, que se supone que quien canta o toca en la banda de Zaplana ya ha acreditado su talento. Fue en clave de verificar las grabaciones del sumario. En especial, y en eso insistió el fiscal, aquellas cuya transcripción no ha sido certificada por el secretario judicial. La mayoría de las audiciones correspondían a los pormenores de la venta del piso de la calle Núñez de Balboa, del madrileño barrio de Salamanca, que estaba a nombre de la sociedad Costera del Glorio, de Joaquín Barceló, Pachano. Este confesó que en realidad él era un mero testaferro del ex presidente.

La dramatización de Pedro Castellano

Al presidente del tribunal le tocó dramatizar las transcripciones, con una solvencia propia de quien generacionalmente se crió con la radionovela. “Me he equivocado hija, me he equivocado”, “ni puta idea”, “ya te dije que había hablado con esa chica... Paco ha preparado una carta de finiquito”, leía  Pedro Castellano con el justo punto de teatralidad. La mayoría eran diálogos entre Pachano y Mitsouko, la secretaria personal de Zaplana. Castellano tocó techo cuando recitó la conversación sobre qué dejar en el piso y qué no cuando iban a hacer la mudanza con motivo de la venta: “Los electrodomésticos se quedan, incluido el microondas.. Y un mueblecito blanco del baño, con cajones...y las lamparitas de las habitaciones...Le dejas las llaves a Joaquín, el portero”.

Mientras iban aflorando audios, el acusado Francisco Grau, el contable de Zaplana, seguía al fondo a la derecha a lo suyo. Y lo suyo es teletrabajar, que una cosa es atender las obligaciones con la justicia y otra desatender las facturas que hay que abonar.

Este no es mi Eduardo

Las grabaciones fruto de los pinchazos telefónicos son como la caja negra de la trama. Retratan relaciones y pautas de comportamiento de igual manera que la música radiografía épocas y lugares porque es hija de su tiempo. Uno de los audios recreaba la conversación entre Pachano y un tal Eduardo sobre la compraventa del citado inmueble. Pactaron escriturar por 1.235.000 euros, unos 400.000 euros por debajo del precio real de venta y hablaron de varios flecos del acuerdo... Tras escucharse el audio, el abogado de Zaplana aclaró: “Esa conversación no es con Zaplana, sino con Eduardo, el comprador del piso. Verán que la voz no es la de Zaplana”. Hizo bien en explicarlo. Porque a los mitos como el ex presidente les sucede como a los grandes artistas: crean escuela. Como a Rembrandt, al que le adjudicaron muchos cuadros que no eran suyos.

Pachano se ganaba el sueldo como testaferro. Otro audio ilustraba como con Zaplana ingresado en la Fe, cerró el trato con el comprador de las parcelas de la Vila Joiosa, adquiridas previamente por Gesdesarrollos Integrales con dinero repatriado tras la disolución de la luxemburguesa Imison Internacional. Aceptó la oferta tras consultar con “uno de los socios” (Zaplana), extremo que ya fue apuntado por un agente de la UCO en su declaración. “El negoci és el negoci”, reflexionaba Pachano con su interlocutor.

El negoci, el verdadero negoci, es un sinvivir. Un día has de consultar a Eva, la del Sabadell, si se pueden sacar 50.000 euros en ventanilla. “Puedes sacar lo que quieras pero a la hora de pagar te pedirán cuentas si pasas de 2.500 en efectivo”, le explicaba la empleada del banco. Y otro día has de llamar a la BPA de Andorra a ver qué pasa con la cuenta que te han bloqueado. Fue el 15 de mayo de 2018, una semana antes de las detenciones. La cuenta, a nombre de Plaza Fountains (en la que se ingresaron comisiones), seguía bloqueada. “Aquí le piden muchos papeles, mucha cosa aún... mucho, mucho”, le trasladaron desde el banco andorrano.

“Nino, me he cagao

La cuenta en BPA se acabó volatilizando. Cuando salió el nombre de esa sociedad vinculada a Fernando Belhot, a raiz del caso Lezo, la banda sufrió un sobresalto. Uno de los audios acredita el pánico al comprobar que en la lista de firmas vinculadas a Belhot aparecía la citada Plaza Fountains. Pachano llamó al abogado y también acusado Saturnino Suanzes. “Nino, estoy cagado en los pantalones. ¿Todo ese listado tiene que ver con Fernando?”. “Entiendo que sí”, respondió el letrado. “Madre mía, joder, vaya tela. El día menos pensado nos meten... Tampoco por teléfono puedo piar más de la cuenta. Me he cagao”, se sinceró el testaferro y amigo de Zaplana. Amigo desde la infancia y los estudios en el Lope de Vega de Benidorm, al que ex alumnos se refieren como el Lope de Vagos.

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