El 45% de los delitos de odio se produce en la red y un 25% se registra singularmente en las redes sociales, según ha explicado la Secretaria de Estado de Seguridad, Ana Botella, durante la inauguración de la jornada sobre delitos de odio organizada por el Instituto Universitario de Investigación sobre seguridad Interior en el Puerto de Valencia. Un dato que el jefe de grupo de Información de la Comandancia de la Guardia Civil de la capital del Turia, el capitán Moisés Pedro Martínez, ha desarrollado gráficamente: “el uso de las tecnologías de la información y de la comunicación es un cañón para los delitos de odio porque da una capacidad de difusión tremenda”. “El autor comete el delito, lo graba y, además, lo difunde”, explica.
Según las cifras oficiales del Ministerio del Interior, los delitos de odio han aumentado un 11% en 2017 y un 12% en 2018 respecto a los años anteriores. Así, en mayor o menor medida, ha advertido el ponente, “todos somos susceptibles de cometer un delito de odio” ya que es algo que “podemos haber mamado en casa o en el colegio”.
Estos delitos incluyen un amplio abanico de discursos de odio, como la aporafobia (rechazo hacia las personas pobres), el antisemitismo, la homofobia o la islamofobia, entre otros. De hecho, aunque los agentes del Grupo de Información se han centrado en los perfiles más comunes de los autores de delitos de odio -ultras, hooligans del fútbol o internautas- el último caso investigado en Valencia por la Fiscalía es el del número dos de Vox, Javier Ortega Smith, que en un acto público de la formación que ya cuenta con una decena de diputados en las Cortes Valencianas, empleó un discurso “islamófobo”, según la entidad denunciante.
“El hábito hace al monje”, sostiene el especialista quien ha explicado las claves más comunes para investigar a los autores de los delitos de odio, como la vestimenta, los tatuajes o la propaganda requisada en la calle o durante el registro del domicilio. Martínez ha destacado el análisis, siempre bajo supervisión judicial, de los teléfonos móviles y de las redes sociales en las investigaciones de este tipo de delitos. Además, también ha destacado que cada vez “es más común de lo que parece la presencia de menores como víctimas o como autores” de delitos de odio.
El agente de la Benemérita ha insistido en la necesidad de atender adecuadamente a las víctimas, especialmente cuando se trata de personas extranjeras, y no provocar una doble victimización. Para el capitán de la Guardia Civil especializado en la persecución de los delitos de odio, “si la víctima se encuentra con un rechazo, es que no lo estamos haciendo bien”. “Ellas mismas se victimizan y entran en esa espiral”, ha explicado.
La mayoría de víctimas no denuncian los delitos de odio y pasan a engrosar la denominada “cifra negra”, invisible en las estadísticas oficiales. “Hay que tener un trato especial”, apostilla. Es necesario, ha dicho el capitán ante un nutrido público formado por guardias civiles, policías nacionales y locales y estudiantes, facilitar la traducción y evitar durante las diligencias y la instrucción de los casos, el contacto visual entre víctima y agresor.
Por su parte, el capitán José Antonio Amigo, de la Sección de Información de la Guardia Civil de Valencia, ha destacado que las nuevas tecnologías se han convertido en la “vía idónea” para difundir el discurso del odio. Además, Amigo ha insistido en que este tipo de delitos requieren especialización y recursos que “no son habituales” en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. Así, la primera disyuntiva a la que se enfrenta el investigador es distinguir entre la libertad de expresión y el delito de odio. Además, también ha lamentado la facilidad para “borrar contenidos” en Internet, lo cual dificulta la labor policial de acreditar la motivación de odio.