Esta misma semana escuchaba en el informativo de la Cadena Ser a una representante de Cáritas en Alicante decir que la pobreza en los hogares de la provincia llega al extremo de tener que pedir legumbres cocidas porque no pueden permitirse el lujo de gastar la energía necesaria para cocerlas si se reparten en crudo. Se acerca el invierno y la malsonante pobreza energética vuelve a ser noticia.
Un 15% de las familias de este país no pueden mantener los hogares a la temperatura adecuada. Y los niños de estos hogares hacen los deberes nada más salir del colegio para aprovechar la escasa luz del día.
Hace un año que tengo la suerte de escribir artículos de opinión en eldiario.es. Durante este año, cada semana he pretendido contar las historias de los invisibles, del enfermo de cáncer al que le niegan un tratamiento, del niño que vuelve al país de origen de sus padres porque aquí no pueden seguir pagando el alquiler ni la comida, de la falta de becas en comedores escolares… La semana pasada se cumplió un año de la edición de eldiario.es de la Comunitat Valenciana (vaya por delante mi felicitación a todos los compañeros y compañeras que lo hacen posible). Durante este tiempo he escrito sobre pobreza. Muchas veces. A ojos de algunos de mis amigos, tal vez demasiadas. Pero no por eso deja de conmoverme escuchar declaraciones como las que realizó hace escasos días esta representante de Cáritas en Alicante. ¡Familias que ni siquiera pueden pagar la luz o el gas para cocer las legumbres!
En un año, las desigualdades sociales -lejos de disminuir- han aumentado en nuestro país. La brecha social es cada vez mayor. Hay más distancia entre pobres y ricos. Y lo que es peor, los hijos de las familias pobres tienen más riesgo de fracaso escolar, de enfermedades, de seguir siendo pobres…no tienen oportunidades. La pobreza infantil en la Comunitat ha pasado del 17 al 25%. ¡No lo digo yo! Lo refrendan numerosos estudios.
Y todo esto en un ambiente teñido de negro por el uso fraudulento de las tarjetas de Caja Madrid. ¡Estoy segura de que a Díaz Ferrán no le preocupaba el gasto energético destinado a cocer las lentejas de los restaurantes en los que gastó 47.900 euros! Ni a Rodrigo Rato lo que costaba el champán o a Blesa la fruta fresca.
Por suerte, entramos en época electoral y como cada cuatro años nos podemos preguntar: ¿Qué hacemos con las lentejas?