Los pueblos de tierra adentro se buscan la vida como pueden. Y como pueden es mal. Hay una moda peligrosa: mirar esos pueblos desde la distancia que imponen los despachos en el centro de las ciudades. ¡Qué bien vivir en un pequeño pueblo, sin móvil, sin internet, sin reloj, sin equipaje alguno que te imponga el ritmo y las condiciones de la gran ciudad! ¿Cuántas veces han escuchado o leído ustedes gaitas como ésa? Más de un millón de veces. Ya sabemos que eso no se lo cree nadie, que es simple poesía neorural, como un anuncio televisivo de quesos o chorizos grabado en la casona de la abuela, una casona que sólo es un decorado construido en una nave industrial de la periferia urbana. Lo rural produce relatos cursis y románticos mientras quienes vivimos en lo rural sabemos que esos relatos son mentira.
Por eso los pueblos de tierra adentro nos buscamos la vida como podemos. Y muchas veces esa vida tiene que ver, más que con lo económico (que también), con un objetivo insobornable: construir palmo a palmo el alma de nuestra tierra. Sabemos que venimos de un sitio común, aunque la Serranía sea una de las comarcas más extensas del mapa valenciano, de muchos pueblos que en algunos casos son como uno solo. La belleza de los montes la rompen demasiadas veces, y con una impunidad que asusta, las excavadoras. Muchos caminos tienen el color oscuro de los desechos que encuentran acomodo, con la misma impunidad cómplice de algunos ayuntamientos, en parajes que si no fuera por eso serían los más hermosos que podamos echarnos a la cara. En Alcublas, ese pueblo que conozco y quiero desde hace un millón de años, el alma de sus gentes la construyen con sus propias vidas. Y no sólo las vidas en general, sino las vidas de sus mujeres. De sus mujeres de antes y de las de ahora, como un homenaje a las que se fueron dejando huella de dignidad en las que vinieron luego. Hace ahora 25 años de la creación de la Asociación de Mujeres de Alcublas, y de ahí nace el germen de la memoria que ahora se celebra.
¿Y cómo construir esa memoria que, como toda memoria, es más presente que pasado? Pues cosiendo punto a punto la tela de un tiempo que es el tiempo de su cotidianeidad. Si los útiles en que fueron educadas esas mujeres sirvieron para ser marginadas en los rincones más invisibles de las casas, se trata ahora de que esos útiles sirvan para coser las vidas que hicieron grande la historia de un pueblo. Tejer, hacer ganchillo, coser… como hacían antes en esa oscuridad doméstica, pero ahora al aire libre, llenando las calles y las plazas de Alcublas con sus trabajos, con sus manos que no sólo tejen o cosen sino que sirven “para reivindicar, para gritar, para decir bien alto que las mujeres estamos aquí”. Y de paso, no sólo las mujeres de este pueblo sino de todos los pueblos de la Serranía.
Se trata de “convertir el trabajo en expresión artística, hay que crear instalaciones que jueguen con las formas, los colores, hasta con la manera de exponer las piezas”. Eso me cuenta Ascen Martínez, una de las mujeres que participa activamente en el proyecto Hilando vidas. Y añade que el alma de ese noble entramado de voluntades admirables es María José Cabanes, profesora de Bellas Artes, que diseña cada una de las instalaciones, coordina el trabajo y es la comisaria del proyecto. “Se trata -aseguran desde la organización- de un proyecto transversal que pretende dar voz a todas las mujeres, homenajear a las que ya no están, resaltar la mirada y la fuerza creadora de las mujeres, su capacidad de mantener, de transmitir, de hilar vidas”. También hablan de arte reivindicativo, feminista, colaborativo, social, medioambiental, un arte “que quiere extenderse por toda la comarca” y cuya experiencia fue presentada el pasado día 21 de septiembre en el mismo pueblo de Alcublas, coincidiendo con el Encuentro de Mujeres de la Serranía.
Construir nuestra propia historia sin esos colorantes y conservantes que imponen los fabricantes de nostalgias edénicas. De eso se trata. De eso van, precisamente, esas manos que cosen, que tejen, que son a la vez un grito alto y claro de sus mujeres para que una comarca lejana del centro y despoblada siga viviendo con la dignidad que ninguna excavadora de tierras y de almas podrá nunca arrebatarle.