Hubo un tiempo en que las vacaciones de verano eran un remanso de paz. Los periódicos se adelgazaban por falta de noticias y abundaban los suplementos de naturaleza y literatura, rindiendo culto al goce del dolce far niente. Los juegos olímpicos, los trofeos de fútbol y alguna carrera ciclista ponían el broche a la sensación de que por fin nos habíamos podido escapar de la rutina cotidiana. Sin embargo últimamente las catástrofes naturales (¿son los incendios forestales catástrofes naturales?), la tragedia infinita de los refugiados, los atentados, y la idiotez política española nos someten a un insoportable hostigamiento vacacional. ¿Será una estrategia deliberada para destrozarle los nervios y la capacidad de resistencia al más pintado?
Este verano, tras las elecciones de junio, la situación está desbordando todos los límites aceptables. Nos están sometiendo a un dontancredismo estratégico que oscila entre el símil taurino (véase la voz “Don Tancredo” en Wikipedia) y la idiotez simulada del inspector Colombo: si, vestido de blanco, te subes a un pedestal, el toro te toma por una estatua de mármol y no te embiste; y si, como Colombo, te haces el idiota pillas desprevenido al personal y te acabas saliendo con la tuya.
Desgraciadamente, Don Tancredo es la cara visible de esa red político-empresarial-financiera de pícaros que, situada por encima de la ley, trata el país como si fuera su cortijo y a los ciudadanos, únicos protagonistas de la política, como “españolitos” (sic). Esta élite dirigente es la herencia de la cultura política del franquismo y la lógica económica del capital y la corrupción. Nada que ver con el sistema democrático. ¿No es urgente que quienes, desde distintas tradiciones democráticas -progresistas y conservadoras, socialistas y liberales- empleen la capacidad de establecer acuerdos políticos para sanear el cáncer que representa para la sociedad española esta trama corrupta político-empresarial?
El hostigamiento político-mediático al ciudadano y la demonización de la rebeldía del 15 M hace que hoy tengamos más motivos que nunca para la indignación. Albert Camus lo llamaba rebeldía. Claro que la lucha de los perroflautas contra los perros de presa -esos canes-cerberos que protegen las puertas del Hades, que es el IBEX 35- con la infantería de sus cipayos políticos, nos traslada a la lucha imposible de David contra Goliat. Mira tú que si la indignación hiciese realidad la leyenda bíblica? Perrofalutas del mundo, uníos!