Leo todos los días la misma noticia: ya han sido identificados varios individuos de la extrema derecha que apalearon a la gente el 9 d’Octubre en la ciudad de València. Y me sale enseguida la misma pregunta de siempre: ¿y qué? Sus caras y sus agresiones salen en todas partes, en la prensa escrita, en las televisiones, en todas partes. ¿Y qué? No pasa nada. A la extrema derecha nunca le pasa nada.
En las últimas semanas anda crecida esa extrema derecha aprovechando el proceso independentista catalán. Siempre estuvo ahí, al acecho de cualquier atisbo progresista, dispuesta a cumplir su sacrosanta exigencia de servicios a la patria, esa patria suya que construyen con el odio y la patada en la cabeza a quien no piensa como un auténtico patriota -según ellos- debería de pensar. Pero sus apariciones públicas eran puntuales, hibernaban en sus garitos musicales, en los gimnasios, en las filas uniformadas de alguna empresa de seguridad. Incluso a su líder, José Luis Roberto, dueño de una de esas empresas, se le hacen entrevistas en la televisión. Él mismo fanfarroneaba en una de esas televisiones: nunca ha sido condenado por la justicia.
Y es que el jefe de España 2000, el grupo ultra que junto a la peña Yomus del Valencia CF abandera los actos violentos contra manifestaciones progresistas y de izquierda, sabe que la Ley Mordaza del PP se dictó sólo contra las manifestaciones antifascistas y no contra la evidente violencia callejera de la extrema derecha.
Por eso hay que decirlo bien alto y bien claro: lo que más preocupa de las acciones violentas de la extrema derecha valenciana es su impunidad.
No sé qué pasa después de la identificación por la policía de esos agresores. Parece ser que esta vez hubo algunas detenciones. ¿Dónde están ahora mismo esos detenidos? Seguro que en la cárcel no están. Por eso cuando leo la noticia de esas identificaciones es como si estuviera leyendo las noticias de hace cuarenta años, cuando en la Transición la extrema derecha gozaba de una impunidad que le permitía seguir campando a sus anchas por los territorios de la nueva democracia. Y ahí seguimos, como si no hubieran pasado cuarenta años desde entonces. El último 9 d’Octubre la policía sólo intervino cuando las agresiones empezaron. ¿Por qué no antes, si esas agresiones ya habían sido anunciadas a bombo y platillo por los mismos protagonistas?
¿Por qué no ha pasado nada después de la amenaza a Mónica Oltra y su familia llevada a cabo hace unos días, a la puerta de su casa, por un grupo de encapuchados nazis? ¿Por qué no ha pasado nada si el mismo José Luis Roberto ha sido claramente identificado como uno de los protagonistas de esa amenaza? Después de esa noche, el delegado del Gobierno, Juan Carlos Moragues, dijo que iba a tomar medidas para que no se repitieran hechos violentos como los que se están produciendo un día sí y al otro también en las calles valencianas. ¿Qué quieren que les diga?: no me lo creo. Y no me lo creo porque hasta ahora su partido, el PP, ha hecho la vista gorda ante las actuaciones de la extrema derecha a la vez que ha criminalizado a los partidos de izquierda que el PP llama catalanistas.
Cuando compruebe que a la extrema derecha no le salen gratis sus fechorías igual entonces empiezo a creer en las promesas del delegado del gobierno. Pero hasta ese momento seguiré pensando que la Ley Mordaza no se ha hecho para España 2000, ni para los Yomus, ni para ese patrioterismo violento que con la excusa del independentismo catalán está sacando a la calle lo más rancio y peligroso de un fascismo que creíamos, inocentemente, propio de otros tiempos.
La noticia, por lo tanto, no es que la policía identifique a los violentos sino que los detenga, los juzgue y caiga sobre ellos -como suele decirse comúnmente- todo el peso de la ley. Mientras tanto, y hasta que eso suceda, la impunidad seguirá protegiendo a esos violentos. Y aumentando de tamaño sus ya violentas bravuconadas. A ver qué hace -además de prometer- el delegado del gobierno. A ver qué hace. A ver.