José Luis Olivas: Muy deshonorable President de la Generalitat

José Luis Olivas Martínez (Motilla de Palancar, Cuenca, 1952) ha sido uno de los próceres del PP valenciano durante casi 30 años. Como otros prohombres del partido en la autonomía, casos de Carlos Fabra o Rafael Blasco, tras muchos años de gloria puede cerrar su existencia con otros de miseria, perseguido por la justicia y tal vez en prisión. De Molt Honorable, título que el estatuto valenciano reconoce a sus expresidentes, a muy deshonorable.

Licenciado en derecho en la Universidad Complutense de Madrid, Olivas ha tenido una larga carrera política en Valencia. Comenzó en la UCD, de la que fue concejal, pero con la desaparición del partido de Adolfo Suárez se enroló en las filas del PP. En 1987 ya era concejal en la oposición y, cuatro años después, en 1991, responsable de hacienda en el gobierno de Rita Barberá.

En 1995, fue elegido por Eduardo Zaplana, que aquel año inauguraba cuatro lustros de gobiernos valencianos del PP, como conseller de Hacienda. Olivas, tenaz y de gran instinto de supervivencia, según un conocido del partido, ya estaba en el núcleo duro del poder.

En 1999 fue vicepresidente en el segundo gobierno Zaplana. Cuando éste abandonó la Generalitat para ser ministro de Trabajo con José María Aznar, fue elegido como presidente, de transición, de la Generalitat. Zaplana ungió a Francisco Camps como sucesor –con el que luego rompió relaciones- pero necesitaba un diputado autonómico que ocupara el Palau desde julio de 2002 hasta las elecciones autonómicas de mayo de 2003.

Olivas aceptó ser comparsa. A cambio pidió la presidencia de una caja de ahorros valenciana, algo al alcance de la mayoría absoluta del PP autonómico, que ya había cambiado la ley para que Bancaja y CAM (sólo menos grandes que La Caixa y Caja Madrid) estuvieran al albur del poder político. Con su nombramiento como mandamás de Bancaja, aunque en ese momento nadie, ni él mismo, lo vislumbrara, comenzó su descenso al infierno.

Eso sí, antes hubo años de gloria. Olivas, en Bancaja y también desde la presidencia del Banco de Valencia, un banco que cotizaba en bolsa pero estaba controlado por la caja, presumía de resultados año tras año. En plena burbuja inmobiliaria, todos los días eran de vino y rosas.

2007, el mejor ejercicio del banco público, presentó unos resultados espectaculares: 81.000 millones en créditos vivos y 491 millones de beneficios. De morosidad ni se hablaba, y, para frenar a los agoreros que veían nubarrones económicos, Olivas no se cortaba: La situación de incertidumbre “va desapareciendo” gracias a la solidez del sistema financiero español, dijo entonces.

De la solidez al descrédito

En esa época, Olivas fue clave en la operación que ha provocado su detención y declaración en la Audiencia Nacional: el préstamo de 500 millones para operaciones inmobiliarias en el Caribe sin suficientes avales, eludiendo los controles y protocolos correspondientes y, una vez detectado el fiasco, no tomando las medidas pertinentes.

Esa y otras operaciones destrozaron el sistema financiero valenciano, y gran parte del español. Bancaja y Caja Madrid se fusionaron para protagonizar el famoso fiasco de Bankia. Y Banco de Valencia fue absorbido por La Caixa. La CAM había sido regalada por el estado a Banco Sabadell. Olivas, tras dejar su último cargo financiero en Bankia, en 2011, defendía su gestión, pero ya había caído en el descrédito.

En Valencia apenas se dejaba ver. Fue el único expresidente de la Generalitat que no acudió a la proclamación del socialista Ximo Puig y ha llegado a ser increpado en restaurantes y otros lugares públicos. Desde que se ordenó la apertura de juicio oral contra él por cobrar medio millón de euros de una factura falsa, no acude a ningún acto oficial. Olivas también está imputado en el caso Bankia, el caso Banco de Valencia y la ampliación de capital del Valencia Club de Fútbol, financiada por Bancaja pese a que la entidad estaba quebrada. Cinco asuntos judiciales que hostigan al Molt (des)Honorable José Luis Olivas.