Bonig quiere un barco pirata

Mi Isabel Bonig quiere que le compre un barco pirata para estas navidades. Como todo aquel que haya sido criado en cautividad por un grupo de lermistas, como es mi caso, soy un conductista convencido. Ya saben… si te portas bien galletita, si te portas mal “tenemos que hablar”. Así que decidí imprimir un dibujo de un barco pirata que me bajé de internet y le dibujé unas casillas donde fuimos poniendo y quitando puntos adhesivos según se comportaba.

La cosa empezó bien. Como mi revoltosa protegida se había portado rematadamente mal en la ultima legislatura, a poco que me riera una gracia, me condenara un caso de corrupción o me votara cualquier tontería por unanimidad, allí que andaba el flojo de un servidor metiendo un orondo punto en la cartulina. Así que, digo yo que animada por la facilidad con la que el menda le andaba regalando puntos, se me despachó con un inicio de legislatura de los de “para comérsela”. Pero la puñetera, tal vez porque soy un facilón, se me ha venido arriba.

Últimamente la tengo con efecto rebote. Ahora le da por que no le gustan los profes del cole. Dice que solo quieren manipularla. Está obsesionada con que los del Parlament de al lado le tienen manía y quieren quitarle no sé qué cosa. Anda todo el día de berrinche. Y la última es que todos sus amiguitos de Les Corts se han apuntado a una excursión por una financiación justa y ella es la única que no quiere ir. Y no se crean que antes de quitarle todos los puñeteros puntitos no he intentado razonar con ella. “A ver Isabel… pero si estabas todo el día con lo de que querías ir a esa excursión”. De lo del Parlament catalán ya ni les cuento. Me he rendido. Nada, que no hay manera. De verdad, estoy desesperado. ¡No sé qué voy hacer con esta criatura! ¿A que al final no le compro el barco?