Comunidad Valenciana Opinión y blogs

Sobre este blog

Una ciudad liberal contra los desequilibrios generacionales

La desigualdad generacional está en el podio de los dramas nacionales. Los grandes desequilibrios que genera la dualidad en el mercado de trabajo se ejemplifican en cuanto a la seguridad económica, ponen en peligro la sostenibilidad del sistema de pensiones, dilapidan la transmisión de conocimiento en las relaciones maestro-aprendiz y provocan el exilio de muchos.

Por otro lado, el crecimiento económico endógeno depende de factores propios del sistema económico como la innovación, el capital humano o la cultura, que a su vez están influenciados por la política económica y el marco institucional. Las ciudades son catalizadores de crecimiento endógeno: por las economías de red, intercambio y aglomeración; porque las ciudades se estructuran a través de la coexistencia y las relaciones sociales y productivas.

Las ciudades españolas son entornos diversos, densos e intergeneracionales por definición; son espacios de libertad (‘el aire de la ciudad nos hace libres’ decía Hegel) y de encuentro. La ciudad como constructo colectivo atempera las consecuencias perversas de la dualidad del mercado laboral, evita la confrontación entre generaciones y diluye la percepción de las desigualdades, por pura coexistencia. ¿Se imaginan un muro urbano que separase trabajadores fijos de precarios?

Pero la hiperregulación de los entornos construidos reproduce el desequilibrio de generaciones: la esclerosis de la política redistributiva, el acoso a las salas de música en vivo, las restricciones al uso del espacio público, ayuntamientos que actúan como barreras de entrada, la criminalización del uso del monopatín (¡en Valencia está prohibido!) o el debate sobre la obligatoriedad del uso del casco. ¿A quien beneficia? Probablemente a la misma clase socio-generacional con el estatus mantenido por la regulación laboral, compradores de coches y consumidores de la segregación urbana.

Sé que establezco una relación causal arriesgada, pero es evidente que los grandes perjudicados son los jóvenes creativos: que ya no compran coches, se disfrazan de emprendedores para enmascarar la inseguridad económica y usan longboards o juegan al bike-polo (disculpen el cliché, pero usar la ciudad es la herramienta más potente de participación ciudadana).

Por el contrario, el crecimiento económico a largo plazo esta determinado por la capacidad de retener y atraer talento. Retener (y atraer) talento joven es mucho más barato y eficiente en el largo plazo, no requiere de grandes beneficios fiscales ni regulación ad hoc al estilo Eurovegas.

Para una generación donde ser un expat es habitual, la calidad de vida es un elemento fundamental para elegir destino y esta está relacionada con la existencia de espacios (públicos) de encuentro, y la disponibilidad de espacios (privados) de producción y vivienda a precios asequibles. El atractivo depende de la existencia de una vida cultural activa y de la presencia de personas dinámicas con intereses similares. Encontrar pareja o un socio para montar una empresa no son procesos tan distintos y dependen mucho de la localización.

Una ciudad liberal significa catalizar colectivamente la energía individual, aprovechar sin penalizar las dinámicas espontáneas, crear consensos en lugar de regulaciones excluyentes y aprovechar los espacios existentes que la crisis económica nos ha dejado (solares, equipamientos, viviendas y locales comerciales) como viveros de talento.

El modelo de clusters industriales y parques tecnológicos de los años setenta se puede reinventar devolviéndolo a la trama urbana, maximizando los efectos externos positivos de la densidad de actividad económica. De forma que las vidas profesionales y personales se refuercen mutuamente. Necesitamos ciudades flexibles para permitir que eso pase. Ciudades que se adapten al cambio y retengan el talento joven antes de que sea demasiado tarde.

Este artículo inaugura la serie semanal de La Ciudad Construida; un espacio colectivo y orgullosamente multidisciplinar en el que Víctor Pons, desde la sociología, Vicent Martínez, desde la comunicación, Chema Segovia, desde la arquitectura y Ramon Marrades, desde la economía, compartiremos reflexiones técnicas sobre la ciudad del presente con el punto de mira puesto en el Mediterráneo occidental.

La desigualdad generacional está en el podio de los dramas nacionales. Los grandes desequilibrios que genera la dualidad en el mercado de trabajo se ejemplifican en cuanto a la seguridad económica, ponen en peligro la sostenibilidad del sistema de pensiones, dilapidan la transmisión de conocimiento en las relaciones maestro-aprendiz y provocan el exilio de muchos.

Por otro lado, el crecimiento económico endógeno depende de factores propios del sistema económico como la innovación, el capital humano o la cultura, que a su vez están influenciados por la política económica y el marco institucional. Las ciudades son catalizadores de crecimiento endógeno: por las economías de red, intercambio y aglomeración; porque las ciudades se estructuran a través de la coexistencia y las relaciones sociales y productivas.