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Sobre este blog

Aquest blog, que coordina Josep Sorribes, respon a una iniciativa de l'associació Malalts de ciutat, amb la intenció d'aportar idees i reflexions al debat multidisciplinar sobre les ciutats del nostre temps, començant per València.

‘Sobre el espacio y la complejidad'

Una niña hace los deberes en una terraza rodeada de antenas de televisión

Alma Porta Lledó

Valencia —

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Nunca llegaremos a conocer totalmente lo urbano; sin embargo, nuestro trabajo es intentarlo. Esta premisa nos empuja hacia a la más contrapositivista de las distopias a las personas que empezamos a dedicarnos al análisis de lo que pasa –y de lo que no pasa: de lo posible– en los espacios sociales, topológicos y geométricos al mismo tiempo.

Cualquier planteamiento sobre la complejidad, expuesto correctamente, acaba en paradoja. Con frecuencia el concepto de complejidad –concepto virtual que rehuye la categoría demarcada y parcelada– es ambiguo y probablemente acaba en herramienta al servicio de la mercadotecnia urbanística y sociológica. Desde las modelizaciones matemáticas, pasando por la mera identificación con una mezcla de usos y actividades, ciudad compacta, etc., hasta la aplicación de la teoría de sistemas de Luhmann, con frecuencia planteada únicamente en el sistema de comunicaciones en su vertiente de movilidad y sistema de transportes. Las aplicaciones empíricas del paradigma de la complejidad en el campo de lo social van de las tonalidades más economicistas hasta las deterministas, pasando por la predicción con el objetivo de gestionar la incertidumbre de los espacios urbanos.

La ciudad es el escenario de lo urbano, que se define de manera irreversible por su complejidad. En este texto, aquí y ahora, pensamos la complejidad como lo que pasa en una ciudad cuando se ejercen varios grados de libertad. La complejidad es la densidad de acontecimientos en un espacio comunicativo dinámico y es también la evolucionabilidad de estos mismos espacios. Es el rechazo al funcionalismo tardío y a la adaptabilidad presente en tantos planteamientos actuales: es la renuncia a los óptimos a favor de la capacidad de transformación de los propios espacios.

Si la arquitectura y el urbanismo se han mirado espacialmente desde la geometría euclidiana –el espacio es libre, conexo, continuo y absolutamente practicable–, debemos interpretarlos desde la topología –el espacio con nudos, desconexiones y recintos cerrados. Las ideas que provienen de la sociología sobre el espacio únicamente como social, el ‘ciberespacio' sin ataduras físicas –herederas de Platón, Newton y Descartes y practicantes de la geometría euclidiana–, y las propuestas desde el urbanismo sobre la planificación urbana servida de la técnica como mesías y guía, son igualmente candidatas para ser analizadas y, a continuación, dejadas de lado. No se trata de encontrar un punto de consenso entre ambas, sino de deconstruirlas y destruirlas. La realidad es relacional y el espacio y lo social están, teórica y empíricamente, conectados. Nuestro trabajo es pensar cómo.

Algunas pistas nos las da lo que llamaremos ‘conflicto espacio concebido-espacio practicado’. El primero, el espacio concebido, está pensado desde Lefebvre hasta Soja, pasando por la definición que da Delgado parafraseando a De Certeau:

“Idéntica apreciación en Michel De Certeau, que comentaba cómo desde el piso 110 del World Trade Center de Nueva York se puede vivir la ilusión de una legibilidad de lo que ocurre abajo, en las calles, cuyos elementos pueden parecer, desde lejos, dotados de cierto orden. En cambio, ese efecto óptico de transparencia escamotea la realidad de una opacidad total allá abajo. Esa visión desde 420 metros es la del urbanista o la del cartógrafo, dios panóptico que cree verlo todo, pero al que, en realidad, todo se le oculta.”[1]

El espacio practicado es el que continuamente se hace y rehace. Es lo que se apropia, se altera, se transforma, se construye colectivamente y que, quizá, no acaba nunca de cristalizar, sostenido –sujetado– por un determinado sistema social: un sistema de desigualdades.

Cuenta un profesor de la Universidad Politécnica de Madrid que los arquitectos conciben y después construyen viviendas que no querrían habitar ni ellas ni ellos mismos: el centro de París contra la unidad de habitación de Le Corbusier. El movimiento moderno, acompañado de su estilo internacional –universal–, y el funcionalismo fracasan porque tratan de gestionar y controlar la incertidumbre... y lo urbano no es esperado ni diseñado, nace de la propia incertidumbre.

El funcionalismo trataba de definir unas funciones para la ciudad, que derivan de una concepción de humano-tipo con necesidades y obligaciones que sólo tienen que ver con habitar, el ocio, el trabajo y el transporte –entendido como tráfico. Aquí ya vemos un intento de categorización de la complejidad. Simplificación y condicionamiento son las herramientas básicas para la creación de la ‘ciudad artificial’ fracasada –de la que ya hablaba Alexander– y a la que acompaña, de la mano, un funcionalismo actualizado.

[1] Delgado, M. (1999). El animal público, Barcelona, Editorial Anagrama.

Sobre este blog

Aquest blog, que coordina Josep Sorribes, respon a una iniciativa de l'associació Malalts de ciutat, amb la intenció d'aportar idees i reflexions al debat multidisciplinar sobre les ciutats del nostre temps, començant per València.

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