La doctora Núria Tornador es especialista en medicina interna y ejerce en el Hospital General de Castelló. Fue la coordinadora del proceso de confección del protocolo con el que el Departamento de Salud de esta provincia ha puesto de acuerdo a todas las instituciones implicadas en el abordaje de una agresión sexual. Se trata de coordinar el momento más crítico: el de la llegada a urgencias hospitalarias de la mujer que ha sufrido una violación.
En el documento han intervenido diferentes servicios del hospital, además de la Guardia Civil, la Policía Nacional, la Fiscalía, los juzgados y los servicios sociales. Desde el pasado mes de mayo, la recién creada Comisión de Violencia de Género y Agresiones Sexuales liderada por la Gerencia del departamento de salud de Castelló se encarga de la supervisión de su cumplimiento. La doctora Amparo Lozano es ginecóloga del mismo hospital y fue miembro del grupo que participó en la creación del protocolo.
Este protocolo de coordinación es pionero en la Comunidad Valenciana. ¿Por qué se decidieron a llevarlo a cabo? ¿Cuáles son las carencias en la atención a las agredidas que les llevaron a promover este documento de coordinación?
NÚRIA TORNADOR. Las agresiones sexuales implican a las fuerzas de seguridad, al estamento judicial y al sanitario, entre otros. Se requiere una coordinación interinstitucional para investigar el caso y conseguir atrapar a los culpables, pero también para humanizar el acto de la atención en sí. Hay que requerir la presencia de profesionales que no están físicamente en el hospital: el forense, las fuerzas de seguridad. Hay que regular los tiempos muertos: dónde espera la mujer y con quién.
Si todos estamos coordinados, la atención se humaniza porque todo el mundo entiende lo que le está pasando y sabe con quién tiene que contar. Conseguir eso es muy difícil porque cada institución tiene su dinámica. Y porque las agresiones suelen suceder en horarios intempestivos, en vacaciones, en madrugadas, en fines de semana donde hay personal de guardia en todos los estamentos y a veces eventual, porque es verano.
Ahora mismo hay una voluntad y un trabajo desde Conselleria [de Sanitat] de establecer un protocolo a nivel de toda la Comunidad. Y cada hospital, por su parte, ha intentado organizarse. En Castelló tenemos ya un protocolo a nivel interinstitucional donde todas las partes implicadas están en contacto, y es fruto de un trabajo de años.
¿En qué se va a notar esta humanización del trato a la mujer agredida?
AMPARO LOZANO. Hay cosas que pueden parecer irrelevantes pero no lo son cuando eres una persona a la que acaban de agredir, que es lo que fundamentalmente vemos en Urgencias. La coordinación es muy importante para que la paciente no se sienta sola y para que no se sienta, además, humillada. Que no tenga la sensación de que ha hecho algo malo, cuando en realidad es a ella a la que han agredido.
Hay veces que se sienten sucias, como si fueran basura. Para evitarlo y arroparlas hay que evitar, por ejemplo, que ginecólogos y forenses dupliquen exploraciones. Cuidar detalles como el de la ropa. Ahora tenemos ropa desechable que pueden llevarse a casa. También hay que evitar hablar delante de ellas del procedimiento a seguir como si no estuvieran. Todo eso tiene que estar regulado.
N.T. Además, está el hecho de que estas pacientes requieren un seguimiento sobre posibles infecciones, por ejemplo, y lo ideal es que quien las atienda sea otra mujer y siempre la misma. Conseguir eso también es difícil.
¿Cuál es el seguimiento que se hace de la víctima en los meses posteriores?
N. T. A nivel sanitario hay que hacer un seguimiento del riesgo infeccioso. Una agresión sexual es un riesgo de adquirir infecciones para la mujer. El VIH, la sífilis, las hepatitis, la gonorrea. Además de un embarazo. En el momento agudo se le administran unos fármacos preventivos pero luego hay que hacer un seguimiento a nivel médico, para vigilar si aparecen nuevos datos y si aparecen, tratarlos.
A la vez haces un acompañamiento humano, psicológico. Actualmente, lo realiza el Centro Mujer 24 horas y tenemos un acuerdo para que puedan trasladarse al hospital en un momento agudo. Sus psicólogas también hacen un seguimiento crónico. La Conselleria [de Sanitat] está trabajando ahora un protocolo en el que también está la idea de ampliar los recursos a nivel de salud mental. Pero eso es un trabajo a futuro. En la actualidad, el seguimiento lo hacemos durante un mínimo de seis meses en cuanto al riesgo infeccioso. Si queda algún detalle, es flexible.
A. L. Si se acompaña de alguna lesión física (por ejemplo ha habido veces en que se han tenido que hacer suturas vaginales) también se sigue un control por Ginecología. Pero sobre todo, la monitorización se hace desde Medicina Interna y desde Psicología.
¿Todos los profesionales de los servicios afectados tienen acceso al protocolo?
N. T. El protocolo es conocido y está al alcance de los profesionales de todos los servicios del hospital implicados. Además, ahora en cada departamento de salud de la comunidad autónoma se ha constituido una comisión de violencia de género y agresiones sexuales, siguiendo instrucciones de Conselleria. En el departamento de Castelló, se constituyó a finales de mayo. Esa comisión es la garante de velar por la actualización y difusión del protocolo.
¿Qué respuesta habéis tenido de otros cuerpos, como la Guardia Civil o la judicatura? ¿Habéis encontrado personas sensibilizadas con el tratamiento de la violencia contra las mujeres desde el punto de vista de la igualdad de derechos?
N. T. En nuestro grupo sí. Tanto el personal de la Policía Nacional como de la Guardia Civil son personas muy implicadas. Trascienden su obligación profesional y están disponibles siempre, en algunos casos incluso facilitando teléfonos personales. Lo mismo ha sucedido en el Centro Mujer 24 Horas y en la Oficina de Atención a Víctimas del Delito, un departamento del juzgado.
¿Qué importancia tiene este protocolo para la persecución judicial de los delitos?
N. T. Es muy importante que en Urgencias y en la investigación policial se tomen las muestras adecuadamente para la investigación posterior. Porque hay casos en los que ha habido una agresión, pero es especialmente complicado demostrarlo, como es el de la sumisión química. Como no hay consciencia, no hay resistencia física y por lo tanto no hay daños. Puede que ni siquiera haya restos de semen porque no ha habido penetración o porque ésta se haya realizado con un objeto. Pero sigue habiendo una agresión.
El protocolo está preparado para detectar esto. El forense toma muestras de sangre y de orina. Se pueden tomar hasta 96 horas después del episodio. Pero es fundamental una buena atención urgente coordinada entre todos. Cualquier muestra biológica -un trozo de piel bajo una uña, un vello púbico, un signo de violencia- debe registrarse adecuadamente.
¿Tienen las víctimas una adecuada atención psicológica?
N. T. Este es un momento en que es más necesario que nunca dar un mensaje positivo porque el impacto mediático que ha tenido el caso de la Manada de Pamplona ha sido muy negativo para las víctimas. Las mujeres deben saber que el sistema se está preparando y sensibilizando para atenderlas. Pero, al mismo tiempo, hay que seguir pidiendo más recursos.
Unos días de espera para una cita en el caso de una mujer agredida puede ser demasiado tiempo. Necesita un apoyo psicológico inmediato. Y se necesitan recursos. Los protocolos sirven de mucho pero debe haber también un compromiso político de dedicar a personas específicas para esto.
El caso de la Manada de Pamplona evidenció que hay una parte de la sociedad que cree que si la mujer no se defiende hasta la muerte contra el agresor, no está siendo realmente agredida. En vuestra experiencia con mujeres víctimas de la violencia sexual, ¿cuántos tipos de reacción puede haber? ¿Cuántos tipos de comportamiento pueden presentarse en los meses después a este trauma?
A. L. Reacciones habrá tantas como mujeres haya. Pero lo que yo he visto es que normalmente la mujer viene en shock. No he visto lesiones físicas de defensa, sino al revés. Puede que haya lesiones como de que ha sido sujetadas. Pero ellas encima tienen una sensación de suciedad y humillación, como si hubieran hecho algo malo.
N. T. El caso de la Manada ha influido muy negativamente. Recientemente, una víctima me preguntó: “¿Pero lo mío ha sido abuso o violación?”. Es una pregunta que está fuera de lugar. Demuestra que se ha creado una cultura confusa, sin fundamento. Una violación es cuando atentan contra tu libertad sexual con fuerza o intimidación. El miedo es una forma de intimidar.
En Pamplona, con todos los respetos a la sentencia, lo que ha pasado no tiene ningún sentido y ha hecho un franco daño a las víctimas. Las revictimiza y las tortura. Para ellas puede perder el sentido el hecho de pasar por el proceso de denunciar la agresión, que es muy duro para la mujer. Tiene entrevistas con las fuerzas de seguridad, tiene que ir al lugar de los hechos, recordarlo, responder a un montón de preguntas detalladas... Está también el miedo a las represalias por parte del agresor, tanto si es conocido como si no. Y luego, el miedo a que no te crean.
También perjudica mucho el ánimo de las víctimas el tratamiento mediático que se hace de los casos que llegan a los medios de comunicación. Por ejemplo, todos los titulares de una reciente agresión en Benicàssim destacaban que la víctima no denunció. La prensa ha actuado de forma muy negativa porque con esos titulares están dando a entender que si no hay denuncia es que no hubo violación .
¿Qué os parece el tratamiento mediático que se hace de las agresiones sexuales?
N. T. En general, mejorable. No hay a veces conciencia del daño que puede hacer un titular. La prensa tiene la obligación de evitar enfoques amarillistas. Sobre todo, no se puede trasladar el mensaje de que no hay violación si no hay denuncia. Porque hay que tener en cuenta que las mujeres agredidas pueden tener sus propias motivaciones para no denunciar, mucho más después de ver el calvario que está pasando la víctima de la Manada.
Los medios de comunicación también deberían enfocar estos temas más allá de su vertiente judicial. Porque si existe la duda razonable, si una persona siente que han violado su libertad sexual, lo más importante es preguntarse si los que han realizado ese acto son conscientes de ello. ¿Qué papel tienen la prensa y la sociedad en hacer ver a esas personas que ese es un comportamiento que podrá ser o no constitutivo de delito, pero que atenta contra la libertad sexual de las personas?
Penetrar a una persona sin que ella participe activamente de eso o practicar sexo con alguien que tiene mermadas sus capacidades por las drogas o el alcohol, ¿es adecuado? Independientemente de la consecuencia judicial, lo importante es si a nivel social, ¿esa es la sexualidad que queremos? ¿Nos gustaría vivirla de esta manera a cada uno de nosotros? Frente a eso, que se denuncie o no es lo de menos.