El gobierno abierto en la Universitat

El gobierno de la Universitat tuvo en su origen un alto componente participativo que estatutariamente se trasladó a un esquema decisional basado en la descentralización competencial en facultades, departamentos e institutos. Y en la integración de la comunidad universitaria en comisiones especializadas que acompañan los procesos de decisión. Este modelo, encontraba en el Claustro una asamblea democrática y en el Consejo de Gobierno un legislativo ordinario. El rectorado y el equipo de gobierno jugaban los roles propios de un ejecutivo.

Nuestro sistema se caracterizaba así por una enorme capilaridad, y por la oportunidad de ofrecer distintos niveles de participación al conjunto de los miembros de la comunidad universitaria. La reforma de la LOU, y la deriva en la forma de gobernar, han alterado de forma profunda este sistema hasta el punto de cambiar radicalmente su significado. El modelo de gobierno de la Universitat, hoy en día es presidencialista y sin contrapeso alguno.

Varios factores han influido en la baja calidad democrática del gobierno la Universitat. La burocratización de las tareas ha impuesto tales cargas a nuestros profesores e investigadores que los ha alejado por completo de otra labor que no sea la de cumplir con sus obligaciones profesionales y… tramitar. Cada vez resulta más complejo completar los miembros de los órganos de representación, cada día aumentan las ausencias en las comisiones de trabajo.

La participación del personal de administración y servicios en el gobierno de la Universitat sólo se produce cuando hay que solicitar el voto. El día a día de la institución responde a un modelo jerarquizado de decisiones que nos asemejan a cualquier otra administración y nos alejan de lo que somos: una universidad. No existe espacio para la innovación desde nuestro personal, y se ha buscado cada día con mayor intensidad una simplificación al servicio de la burocratización. Se gestiona al personal, pero no existe una política ni de personal, ni para las personas. Igualmente, la participación de los estudiantes se ha mantenido de modo constante en niveles paupérrimos. Y no implicar a los estudiantes de modo activo en su proceso de formación es la antítesis de lo que teóricamente se persigue.

El resultado de este estado de cosas no es otro que el de una apariencia formal de gobierno eficiente y democrático. Existe una planificación estratégica, un modelo de gestión económica, cartas de servicios… Se encuentra todo lo que debe existir. ¿Pero lo que escribimos en los informes se corresponde con la realidad? Es necesario considerar hasta qué punto existe una adecuada rendición de cuentas y métricas en la ejecución de las políticas públicas. En lo político, el Claustro ha sido opacado política y materialmente.

Para el futuro de la Universitat es urgente cambiar el modelo. Es indispensable desarrollar un modelo analítico que parta de la certeza de los datos. En tiempos del llamado Big Data es esencial aprovechar nuestras capacidades para mejorar los procesos de toma de decisiones. Por otra parte, la tecnología debe estar al servicio de las personas y no a la inversa. La transformación digital debe suponer una liberación de cargas que genere un mayor espacio para el despliegue de nuestras capacidades individuales y colectivas.

Es necesario, que el modelo de transformación digital y la gestión basada en procesos incorporen el paradigma del gobierno abierto. Este modelo de gobierno de carácter transversal y participativo es el que mejor encaja sin duda con la tradición de nuestra Universitat. Hay que abrir puertas y ventanas y volver a comprometernos con el Estudi General de València.

María Antonia García Benau es candidata al rectorado de la Universitat de València