Tras la devastación en la provincia de Valencia por las lluvias torrenciales y las inundaciones empiezan a aflorar otros riesgos relativos a tener aguas estancadas durante días, fango y barro cubriendo las calles y decenas de cadáveres, humanos y animales, sin retirar. José María Martín-Moreno, doctor en Epidemiología y Salud Pública por la Universidad de Harvard y Catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Valencia, alerta en una entrevista (a petición del experto, por escrito) de que hay que tomar medidas preventivas, hacer vigilancia epidemiológica desde ya, dar acceso a agua potable y retirar cuanto antes los lodos. También puntualiza que, para ir de voluntario, se deben tomar algunas medidas como guantes impermeables, gafas, mascarillas o repelentes de mosquitos: “Deberían actuar bajo la supervisión de las autoridades”.
¿Qué riesgos epidemiológicos hay tras la catástrofe?
Los riesgos surgen principalmente por el estancamiento de aguas, la contaminación del agua potable y la interrupción de los servicios de saneamiento. Las aguas estancadas, especialmente aquellas que contienen barro o lodo, son un ambiente ideal para la proliferación de vectores (fundamentalmente mosquitos y cucarachas), roedores y microorganismos que pueden causar infecciones en humanos. Esto se debe a una serie de factores biológicos y ambientales que convierten estas aguas en un “caldo de cultivo” perfecto para diferentes agentes infecciosos y animales transmisores de enfermedades.
Por otro lado, está el riesgo potencial de mezcla de aguas residuales con agua potable durante una inundación, lo que aumenta el riesgo de brotes de enfermedades graves, especialmente en áreas con sistemas de saneamiento comprometidos. Asegurar el acceso a agua potable limpia y promover prácticas de higiene adecuadas son medidas cruciales para prevenir la propagación de estas enfermedades tras un evento de inundación. En cuanto a la interrupción o disrupción en el saneamiento (por acumulación de residuos y la falta de acceso a servicios básicos, como baños y suministro de agua limpia), aumenta la exposición a agentes infecciosos.
¿Qué enfermedades pueden aparecer?
Va a depender de múltiples factores y de la agilidad o demora en la respuesta, pero el riesgo mayor está condicionado por enfermedades de transmisión hídrica. Entre las más preocupantes, están la gastroenteritis bacteriana, la hepatitis A o la leptospirosis, todas relacionadas con el consumo de agua contaminada. Además, se pueden producir infecciones de la piel y ojos, y no debemos olvidar el riesgo de enfermedades transmitidas por vectores.
En ese sentido, por experiencias previas, se sabe que si las aguas estancadas no son eliminadas con prontitud, pueden surgir brotes de enfermedades transmitidas por mosquitos que proliferan en estos ambientes.
¿En cuánto tiempo se agravan esos riesgos si no se ataja la situación?
La evidencia muestra que el riesgo de infecciones comienza a aumentar entre 24 y 72 horas después de la inundación. Este periodo depende de factores como la temperatura ambiente, la rapidez en el restablecimiento de servicios básicos y las medidas de saneamiento implementadas. Es crucial que las autoridades de salud implementen de inmediato medidas preventivas, como la distribución de agua potable segura, saneamiento de aguas estancadas y el monitoreo constante de posibles brotes de enfermedades. Además, es esencial informar a la población sobre las prácticas de higiene adecuadas para reducir el riesgo de contagio y tomar precauciones adicionales al consumir alimentos y agua.
¿Qué hay que hacer para evitarlo?
La clave para evitar una crisis de salud pública radica en la rapidez y eficacia de estas intervenciones. La prevención y control de enfermedades depende no solo de las acciones de las autoridades, sino también del compromiso de cada persona en adoptar las medidas recomendadas y mantener una actitud vigilante, de la colaboración de la comunidad.
Lo principal sería garantizar acceso a agua potable, para evitar enfermedades de transmisión hídrica. Se deben instalar puntos de distribución de agua potable y, en casos donde esto no sea posible, facilitar a la población alternativas, como tabletas de purificación o instrucciones pedagógicamente transmitidas para hervir el agua de manera segura antes de consumirla. Junto a lo anterior es fundamental restaurar y asegurar el saneamiento (sistemas de alcantarillado y gestionar los residuos lo antes posible). Para las zonas donde aún no se ha restablecido el saneamiento, es recomendable utilizar baños portátiles y sistemas temporales de eliminación de residuos para reducir el contacto de la población con aguas residuales y contaminadas.
Las calles están aún llenas de agua y barro...
Sobre el drenaje de aguas estancadas, cuanto antes, mejor, para evitar que se convierta en un criadero de mosquitos transmisores de enfermedades infecciosas. También hay que hacer una desinfección complementaria de zonas afectadas, lo que incluye espacios públicos y residenciales que han estado en contacto con aguas de inundación. Además, es importante que la población limpie y desinfecte sus hogares y pertenencias usando productos adecuados. En ese sentido, es cardinal la educación y concienciación a la población afectada, que debe ser informada sobre los riesgos de salud y las prácticas de higiene necesarias, como el lavado frecuente de manos con jabón, especialmente antes de comer o manipular alimentos, y después de estar en contacto con el agua de la inundación. También es importante evitar el consumo de alimentos que hayan estado en contacto con aguas contaminadas.
Junto a todo lo anterior, las autoridades y profesionales deben asegurar un buen control de vectores, que no solo consiste en el drenaje de aguas estancadas, sino también en medidas de fumigación en las zonas de mayor riesgo para reducir la población de mosquitos adultos. Estas acciones deben realizarse de manera periódica en las semanas siguientes a la inundación.
Finalmente, no olvidar la necesidad de establecer un buen sistema de vigilancia epidemiológica y atención temprana de síntomas, lo que puede prevenir la propagación de infecciones y reducir la severidad de posibles brotes.
¿Es una buena idea mandar allí miles de voluntarios?
Puede ser útil y necesario, porque toda ayuda es poca. Pero debe gestionarse cuidadosamente para evitar complicaciones adicionales y garantizar la seguridad tanto de los voluntarios como de los residentes. Enviar voluntarios puede ser una buena idea si se hace de forma controlada y organizada, y siempre bajo la supervisión de entidades de protección civil y salud pública. Es fundamental asegurar que los voluntarios estén preparados, cuenten con el equipo adecuado y no representen una carga adicional para la infraestructura ya afectada.
Algunas consideraciones clave en esta decisión incluyen para empezar la valoración de los riesgos para los voluntarios. Eso es así porque las zonas afectadas por inundaciones pueden presentar peligros físicos y sanitarios, incluyendo aguas contaminadas, infraestructuras debilitadas, y riesgos. Por otra parte, es necesaria la coordinación y capacitación, incluyendo protección personal y procedimientos para evitar accidentes o infecciones.
En ese sentido, lo apropiado es priorizar personal capacitado y especializado. Y para aquellos que no tienen experiencia en desastres, pueden resultar más útiles colaborando en puntos de recolección y distribución de recursos, coordinando la ayuda a nivel local o brindando apoyo psicológico a distancia, sin necesidad de entrar en las áreas de riesgo.
¿Qué riesgos asumen los voluntarios que vayan? ¿Cómo deberían ir protegidos?
La protección de los voluntarios es fundamental para garantizar su seguridad y permitir que brinden ayuda efectiva. Siguiendo estas recomendaciones y actuando bajo supervisión de las autoridades, se pueden reducir significativamente los riesgos a los que están expuestos. Pero han de saber que lógicamente asumen una serie de riesgos específicos, tanto físicos como sanitarios. Entre los principales riesgos está la exposición al agua estancada y contaminada, que aumenta el riesgo de contraer enfermedades de transmisión hídrica o por mosquitos.
Además, en algunas áreas, el agua de la inundación puede haberse mezclado con productos químicos, aceites o combustibles, lo cual puede resultar en una exposición peligrosa, especialmente para la piel y los ojos. Tampoco hay que desdeñar la posibilidad de lesiones y accidentes físicos, dado que las áreas inundadas pueden ocultar escombros, vidrios, clavos y otros objetos peligrosos que pueden provocar cortes y heridas, los cuales, en contacto con agua contaminada, presentan un riesgo elevado de infección. Además, existe peligro de resbalones y caídas en superficies mojadas e inestables.
En cuanto al equipo de protección personal o individual (EPI), el calzado debe ser adecuado (idealmente botas impermeables de suela gruesa), guantes de trabajo impermeables y resistentes a productos químicos, para proteger las manos de posibles cortes y del contacto con agua contaminada. Ropa de manga larga y pantalones largos para minimizar la exposición de la piel y reducir el riesgo de picaduras de insectos y contacto con aguas contaminadas y junto a ello mascarillas y gafas de protección en caso de contacto con sustancias químicas o para reducir el riesgo de inhalar partículas en ambientes con polvo o residuos.
Junto a lo anterior, los coordinadores de la colaboración de estos programas deben tratar de asegurarse de que los voluntarios estén al día con sus vacunas, especialmente contra enfermedades como la hepatitis A, el tétanos y, si es posible, la leptospirosis. Esto puede reducir el riesgo de enfermedades graves en caso de exposición. Además, se les debería facilitar repelente de insectos en las áreas expuestas de la piel, especialmente en horas de alta actividad de mosquitos o kit de primeros auxilios (incluyendo desinfectante, gasas, vendas, tijeras, y ungüentos antibióticos para atender cortes y rasguños de inmediato y reducir el riesgo de infección).
¿Hay precedentes en otras riadas de emergencias sanitarias o ejemplos previos de los que tomar nota?
Claro que sí. Entre dichas experiencias están las inundaciones de Mozambique en el año 2000, la devastación provocada por el huracán Katrina en Estados Unidos en 2005, las inundaciones sufridas en Tailandia en 2011, o más recientemente las inundaciones acaecidas en Alemania y Bélgica en 2021, o en Pakistán en 2022.
Entre las lecciones aprendidas o generadas por la evidencia, está lo importante que resulta una respuesta rápida y organizada que garantice el acceso a agua potable, saneamiento, atención médica y educación en salud a las poblaciones afectadas, y también el apoyo psicológico para la población afectada y de programas de salud mental, que son cruciales tras eventos catastróficos.
Estos casos históricos nos ofrecen lecciones valiosas sobre las principales amenazas para la salud pública, así como las medidas de respuesta más efectivas que pueden inspirarnos para hacer que nuestras acciones en Valencia y en España sean tan efectivas como sea posible para mitigar este desastre.