Hablar del Mediterráneo como un mar de diversidad cultural y social es una realidad que se ha configurado tras siglos de relaciones entre las dos orillas, sin embargo a nadie se le escapa que la actual situación de amenaza permanente de desestabilización de la zona, esta llevando a que hoy nuestro mar común se convierta en un elemento de distanciamiento entre dos mundos nada diferentes.
Hoy en la zona se producen fuerzas encontradas que hacen que la esperanza de un mundo más justo, igualitario y en paz no sea una realidad. Frente a los atentados terroristas que han golpeado las dos orillas del mediterráneo, la humanidad de la sociedad ha demostrado su más enérgica repulsa a esta vulneración de los derechos de convivencia que nos ampara a todos y todas. Frente a la tragedia de millones de refugiados sirios, afganos, eritreos … que huyen desesperadamente de la guerra y la devastación de la tierra que les vio nacer, hoy la solidaridad del pueblo turco, libanes, iraquí… y europeo en su conjunto, nos devuelve a la realidad de una ciudadanía que desea vivir en paz y ayudar a aquellos que sufren los avatares de la injusticia más injusta.
Pero no podemos reducir toda el problema, y las futuras actuaciones, centrándonos únicamente en la lucha contra el terrorismo y la paralización de refugiados a nuestros pueblos y ciudades. La solución a los problemas que amenazan nuestra convivencia ha de configurarse desde una visión de generación de alianzas para un desarrollo sostenible en paz y libertad.
El “Proceso de Barcelona” y la “Unión por el Mediterráneo” ha de complementarse hoy con la nueva agenda aprobada por naciones unidas el 25 de Septiembre de 2015. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible configuran una verdadera agenda multidimensional y multiactor que ha de facilitar el establecimiento de una estrategia macroregional que facilite la interconexión de los procesos de desarrollo social, económico y medioambiental, promoviendo así el cambio de las complejas dinámicas de la zona.
Por ello, es necesario un mejor desarrollo territorial, más equilibrado y policéntrico, con ayuda de unas autoridades locales y regionales reforzadas, y un diálogo intercultural en todos los países del Mediterráneo. Ello daría sin duda alguna un fuerte impulso a la estabilización y ampliación de la seguridad en toda la región.
En este sentido, la descentralización y la cooperación internacional ha de estar basada en las necesidades específicas de los territorios, configurándose así como la clave para entrar en un círculo virtuoso real que propicie una mayor cohesión social y territorial.
La territorialización de la agenda de desarrollo sostenible permite la generación de una visión más completa de las necesidades de desarrollo de los países de la orilla sur del mediterráneo, y la conexión con las dinámicas económicas, sociales y medioambientales de Europa. No se trata de abandonar el proceso iniciado en Barcelona, sino de complementar y dar coherencia a una política mediterránea más global e integral.
Con el objetivo de que Europa no se cierre en si misma y aumentar la solidaridad entre las dos orillas, es necesario implantar una política de vecindad que vaya más allá de los intercambios comerciales entre las dos zonas. Debemos profundizar en el entendimiento y el desarrollo intercultural mutuos que rompa con el círculo vicioso de la violencia alimentada por el desconocimiento del otro y el miedo a lo distinto.
Debemos impulsar y fomentar una ciudadanía global crítica, transformadora y comprometida con un desarrollo sostenible para todos y todas que nos permita entablar un dialogo permanente. Estamos emplazados a entendernos y hacer que el Mediterráneo vuelva a ser un mar de cultura de paz.