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La pintora Manuela Ballester, el exilio en México a la sombra de Josep Renau

26 de noviembre de 2021 21:58 h

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“Estoy pasando por una fuerte crisis física y, por lo tanto, moral”, escribe en su diario el martes 2 de mayo de 1939 en Toulouse la pintora Manuela Ballester (Valencia, 1908 - Berlín, 1994). La artista, esposa de Josep Renau, recoge en sus diarios el camino del exilio que siguió la familia (“no sé si iremos, mejor dicho, si llegaremos”) durante el final de la Guerra Civil, cuando el bando franquista arrasa con todo el territorio y los cuadros de la intelectualidad comunista, de los que Manuela Ballester y Josep Renau fueron dos de sus exponentes más destacables, huyen dejando atrás un país que será aplastado por casi cuatro décadas de dictadura. Renacimiento ha recuperado los diarios mexicanos de la artista, en una cuidada edición a cargo de la investigadora Carmen Gaitán Salinas, que retratan la vida cotidiana del matrimonio y sus hijos en México, junto con otras figuras destacadas del exilio republicano.

“Los diarios no son importantes sólo porque cuentan su vida con Renau, también están los testimonios de la diáspora republicana en México, una de las cosas que más me llaman la atención es que traza muy bien las redes de conexión de los exiliados”, explica a elDiario.es la historiadora Carmen Gaitán, autora de Las artistas del exilio republicano español (Cátedra, 2019). Por los textos de la pintora, desfilan las familias Gaos, Rancaño o Puche, que son amigos de los Renau-Ballester desde la época valenciana, entre otras figuras del exilio.

Los diarios no son importantes sólo porque cuentan su vida con Renau, también están los testimonios de la diáspora republicana en México

Gaitán descubrió los diarios manuscritos de Manuela Ballester durante una estancia de investigación en México y, con la ayuda del catedrático Manuel Aznar Soler y de los descendientes del matrimonio de los artistas, ha hecho una completa edición crítica que ayuda a entender la vida en el exilio de Renau y Ballester. “Son diarios personales e íntimos”, sostiene la investigadora. 

Manuela Ballester conoció a Josep Renau en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, de la que el padre de la artista era profesor. La pintora, especializada en retrato, se casó con Renau el 29 de septiembre de 1931, dando inicio a una larga y tormentosa relación. Los artistas fueron dos destacados militantes comunistas (Renau tuvo un papel muy relevante en la evacuación del tesoro artístico español y, junto con su esposa, elaboró una obra gráfica de guerra que ha pasado a la historia).

Los diarios mexicanos se inician con el largo periplo desde Francia hasta México, pasando por un largo viaje que atraviesa los Estados Unidos. “En todas partes hace un calor sofocante”, anota a su llegada. “Cuando lees los diarios se corrobora una vez más lo difícil que fue la partida hacia el exilio, Manuela tenía siempre ese afán de archivar y registrar con mucha exactitud por donde habían pasado y daba muchos detalles de cómo fue ese viaje”, dice Carmen Gaitán.

Los primeros días en México la pintora se preocupa por su nueva vida en el exilio peor también por la suerte de su hermano Tonico Ballester, escultor encarcelado en Valencia, una terrible experiencia que el artista contó con todo lujo de detalles en una entrevista con Elena Aub editada por el Institut Valencià d'Art Modern (IVAM). El museo, que conserva las obras de Renau, mantiene hasta el próximo 9 de enero una muestra sobre el genial cartelista y muralista, con algunas pinceladas de la obra de Manuela Ballester. “Tengo la obsesión de Valencia”, escribe la pintora el sábado 9 de septiembre de 1939. “Lloraría cada vez que recuerdo nuestra biblioteca perdida”, anota cuatro días después cuando comenta las lecturas que han conseguido en México (una situación que también sufrió el escritor Max Aub, amigo de la familia).

“Le atormentaba esa dualidad que se vive en el exilio”, defiende Carmen Gaitán en referencia a la añoranza por su ciudad natal y la nueva vida a salvo en el exilio. Los republicanos españoles no perdían la esperanza de que el franquismo fuera barrido del mapa por los aliados. Cuando la URSS irrumpe en Polonia (“me ha producido una loca alegría”), Manuela Ballester anota: “Imagino en este momento al Ejército Rojo implantando el régimen soviético en las nuevas tierras rusas”.

A diferencia de los diarios de autoría masculina, los escritos de la pintora valenciana se basan en la cotidianidad, argumenta la historiadora: “Renau pudo hacer su obra porque Manuela le daba estabilidad emocional y personal”. Los diarios recogen con detalle la organización de la casa y el cuidado de los hijos, siempre a la sombra de Renau y de su mal genio (“me disgrego en los problemas domésticos”, escribe el miércoles 7 de junio de 1944). 

Eran dos personalidades ambiciosas y muy fuertes en lo personal y en lo profesional

“Eran dos personalidades ambiciosas y muy fuertes en lo personal y en lo profesional, les costaba doblegarse a la idea y a los tiempos del otro y eso está presente a lo largo de toda la escritura de Manuela en estos cuadernos”, señala la investigadora, quien agrega: “Aunque era una relación tormentosa, ella intenta hacer un esfuerzo siempre porque está muy enamorada de Renau, quiere por todos los medios que salga a flote la familia, intenta apaciguar ese carácter fuerte que dice que no es femenino y ahí entran en juego los roles de género de la España del siglo XX que se perpetúan”.

Mientras la familia sobrevive con una ingente obra de carteles cinematográficos con el taller Estudio Imagen / Publicidad Plástica, también reciben encargos para la realización de murales (alguno de los cuales, como el mítico Retrato de la Burguesía encargado por el Sindicato Mexicano de Electricistas, se reproduce en la exposición del IVAM). La integración en los círculos artísticos mexicanos no rebaja la nostalgia de Manuela Ballester. Leyendo algunos fragmentos de Azorín, la pintora anota el 15 de junio de 1944, se refiere a su ciudad natal: “Mi Valencia, que llevo yo en la sangre”.

Una parte de los diarios está escrita en valenciano, la lengua en la que se expresaba la familia habitualmente y que aprenden los hijos nacidos en México (“hasta nuestro pequeño mexicano habla valenciano”, escribe en una carta). Más que la dificultad de traducir al castellano parte de los diarios, para la que contaba con el diccionario, la malagueña Carmen Gaitán destaca la caligrafía de Manuela Ballester, que ha llegado a conocer muy bien. También sobresale la cultura gastronómica valenciana que el matrimonio exporta a México y degusta en las numerosas comidas que organizaban con amigos exiliados. “Prepara orxata, paella o carne torrà”, recuerda la investigadora. El lunes 19 de junio de 1944 la pintora escribe: “La mare hizo arroz amb fessols i naps”.

Durante su exilio, Manuela Ballester continuó con su labor artística dejando una variada producción tanto en el ámbito de la pintura como en trabajos sobre los trajes tradicionales mexicanos. La investigadora Carmen Gaitán destaca la dificultad de localizar la obra de Manuela Ballester que actualmente se encuentra tanto en museos públicos mexicanos como en colecciones privadas. Sus descendientes también conservan parte de su obra.

Además, en 1958 Renau se marcha a la República Democrática de Alemania para continuar con la serie de American Way of Life. El traslado a la Alemania comunista constituye la segunda etapa del exilio de los artistas. “El contraste fue muy fuerte. Aquello era muy triste. Era otro mundo”, escribió Manuela Ballester, que siguió a su marido un tiempo después dejando en México a parte de su familia.

En 1962, se produjo la separación definitiva del tormentoso matrimonio. La periodista Aina Torres, autora de Dones rebels. Històries contra el silenci (Sembra Libres, 2019), reflexiona sobre el olvido de esta artista de primera línea a la sombra de su marido. “Fueron los perdedores de la guerra y lo más fácil es que te olviden”, afirma Torres, quien achaca “la soledad y la tristeza” de Manuela Ballester a la “falta de comprensión de su obra” y a la “dificultad de estar al lado de alguien que te hace sombra”.

“Cuando te pasas cuatro años trabajando los diarios empatizas mucho, fue emotivo pero también triste y duro”, señala la historiadora Carmen Gaitán. Manuela Ballester falleció en Berlín el 7 de noviembre de 1994 y su cuerpo descansa junto al de Josep Renau en el cementerio para las víctimas del fascismo del barrio de Lichtenberg.

“Estoy pasando por una fuerte crisis física y, por lo tanto, moral”, escribe en su diario el martes 2 de mayo de 1939 en Toulouse la pintora Manuela Ballester (Valencia, 1908 - Berlín, 1994). La artista, esposa de Josep Renau, recoge en sus diarios el camino del exilio que siguió la familia (“no sé si iremos, mejor dicho, si llegaremos”) durante el final de la Guerra Civil, cuando el bando franquista arrasa con todo el territorio y los cuadros de la intelectualidad comunista, de los que Manuela Ballester y Josep Renau fueron dos de sus exponentes más destacables, huyen dejando atrás un país que será aplastado por casi cuatro décadas de dictadura. Renacimiento ha recuperado los diarios mexicanos de la artista, en una cuidada edición a cargo de la investigadora Carmen Gaitán Salinas, que retratan la vida cotidiana del matrimonio y sus hijos en México, junto con otras figuras destacadas del exilio republicano.

“Los diarios no son importantes sólo porque cuentan su vida con Renau, también están los testimonios de la diáspora republicana en México, una de las cosas que más me llaman la atención es que traza muy bien las redes de conexión de los exiliados”, explica a elDiario.es la historiadora Carmen Gaitán, autora de Las artistas del exilio republicano español (Cátedra, 2019). Por los textos de la pintora, desfilan las familias Gaos, Rancaño o Puche, que son amigos de los Renau-Ballester desde la época valenciana, entre otras figuras del exilio.