Espai que combina l’actualitat al voltant de les polítiques de les administracions valencianes en matèria de memòria democràtica i exhumació de fosses amb continguts més especialitzats sobre la història de la repressió franquista i els avanços en les investigacions acadèmiques. Reportatges, entrevistes, actualitat, opinions, informació sobre recerques universitàries o publicacions...
Prostitutas liberadas, colectivizaciones e indisciplina: la leyenda negra de la Columna de Hierro ácrata durante la Guerra Civil
La península ibérica fue el único lugar del mundo donde triunfó, brevemente, la revolución libertaria. Los anarquistas españoles, que contaban con una fuerza descomunal, cogieron el toro por los cuernos y, en paralelo al combate contra la sublevación militar contra el Gobierno de la II República que dio el pistoletazo de salida a la Guerra Civil, se organizaron en milicias populares que abolieron el dinero, colectivizaron tierras, anularon la jerarquía militar y sacaron a mujeres explotadas sexualmente de los prostíbulos para convertirlas en milicianas.
Hasta aquí, la versión romántica (y, por ende, inexacta) del corto verano de la anarquía de 1936. El máximo exponente de las milicias populares fue la Columna de Hierro, fundada un caluroso 6 de agosto de 1936 por los hermanos José y Pedro Pellicer Gandía en el convento de las Salesas de Valencia. “Fue el paradigma de la revolución mientras que se hacía la guerra, un binomio que iba unido”, explica a elDiario.es el historiador Miguel Asensio (Alicante, 1993), autor de Las milicias valencianas en la Guerra Civil, 1936-1937, recientemente editado por la delegación de Memoria Histórica de la Diputación de Valencia.
Asensio, doctorando en la Universitat de València, prepara su tesis doctoral sobre el mundo ácrata valenciano y se nutre en gran parte en las 175 entrevistas a militantes libertarios que conforman el fondo Salvador Seguí, un precioso testimonio coral de los viejos cenetistas y faístas que permiten al joven historiador trazar la “memoria colectiva compartida por toda la militancia”.
La Columna de Hierro, conformada por el sector más duro del anarcosindicalismo, agrupaba a trabajadores portuarios y de la construcción y a obreros metalúrgicos de Sagunto, aunque también a delincuentes comunes a los que se ofreció una suerte de redención social (lo que, en la versión libertaria equivaldría a los trabajos en favor de la comunidad de hoy en día) tras ser liberados de la cárcel de San Miguel de los Reyes.
Con unos 3.000 integrantes, las primeras ocho centurias partieron hacia el frente de Teruel por la carretera de Sagunto el 8 de agosto. “Todo aquel que tenía conciencia fuerte anarcosindicalista se alistaba a la Columna de Hierro, no querían someterse a jerarquías, insignias, condecoraciones ni a la disciplina militar”, dice Asensio, quien destaca la creencia de los milicianos en “el compañerismo y el apoyo mutuo, rehuyen la estructura militar y mantienen una resistencia muy fuerte el Ejército Popular de la República” que promueve el Partido Comunista.
“Cada pueblo que iban ocupando se sometía a la revolución anarcosindicalista, se socializaban las tierras y en muchos sitios se acababa con el dinero”, agrega. La Columna de Hierro —“un símbolo de la resistencia a la burocratización, la centralización y al mando único”— se basa “más bien en la guerra de guerrillas” frente a los sublevados, militares profesionales, que les propinan una serie de reveses en el campo de batalla. “El primer asalto de Teruel es un descalabro y da mucha legitimidad al Gobierno porque el formato de milicia no funciona”, señala el investigador. “Las derrotas militares afectan a la estructura de milicia y la Columna de Hierro aparece como inoperativa e ineficaz”, añade.
Las transformaciones en las localidades ocupadas (colectivizaciones y caza al cacique) se topan con “resistencias de otros campesinos y de las pequeñas industrias de cada pueblo”. El historiador matiza que la UGT también llevó a cabo muchas colectivizaciones y, d hecho, algunas fueron mixtas entre socialistas y libertarios. “Nunca se ha dado la eliminación de la propiedad privada, del capital y de la estructura de la propiedad de la tierra”, remarca Asensio.
Libertarias en el frente
Otro de los aspectos que analiza el libro es la incorporación de las mujeres al frente de batalla. A través de los testimonios orales, debido a la falta de documentación, Asensio defiende que “la mujer se incorpora en el frente en primera instancia”, aunque algunas eran compañeras de milicianos “y no desempeñaron experiencia de guerra”. “Eran relegadas a los campamentos para hacer la colada, tareas de primeros auxilio y cocinar”, señala el historiador quien considera que la “dinámica era la traslación de roles de género decimonónicos al frente”. “Es el perfil de mujer que acompaña a su pareja, que cree en la victoria y en la revolución y combate, pero es relegada a sus labores tradicionales de género”, añade.
Junto con la organización feminista ácrata Mujeres Libres, la Columna de Hierro procedió a la abolición de los prostíbulos: “Les ofrecieron irse al frente pero realmente muchas veces su rol era el de prostitutas para los milicianos”, defiende el investigador. “La Columna de Hierro tenía esa doble moral, logró conquistas a medias muchas veces, hay muchas contradicciones”.
Las derrotas militares provocan que los milicianos aterricen en la realidad del frente de guerra: “Del romanticismo revolucionario se pasa a cierto pragmatismo tras los envites de los rebeldes” y las colectividades “pasan a un segundo plano”. “Cuando la CNT entra en el Gobierno, lo que hace es legalizar las colectividades pero niega posibilidad de que se creen otras nuevas”, explica el autor, quien considera que “se ahoga el impulso revolucionario pero también se consolidan las conquistas anarquistas, que quedan garantizadas pero limitadas”. “No es algo planificado, es espontáneo, en cada pueblo hay múltiples experiencias y vivencias”, matiza Asensio.
La leyenda negra
Además de la nula estrategia militar para combatir al fascismo, la Columna de Hierro ha pasado a la historia con el fardo de la leyenda negra por los excesos que protagonizó en la retaguardia. En Valencia, asesinaron a varios policías, quemaron los expediente penales del Gobierno Civil e incluso asaltaron el Banco de España, comisarías, el Palacio de Justicia y la delegación de Hacienda. También saquearon comercios, principalmente joyerías, y se hicieron con alcohol y tabaco en establecimientos de hostelería. El 2 de octubre asaltaron la cárcel provincial de Castellón y mataron a 25 presos derechistas.
La improvisación propició que, al partir hacia el frente, muchos milicianos tan solo vistieran camisetas, pantalones y alpargatas, un atuendo poco favorable a las frías condiciones climáticas de Teruel. En una entrevista a Enrique M. N., uno de los milicianos cuyas vivencias constan en el fondo Salvador Seguí y que cita el autor en su obra, el militante explica que “muchos de los desafueros que se les atribuyen a la Columna de Hierro, de robos y de otras cosas, no eran tales, sino que simplemente, como milicianos en la trinchera, se encontraban con la misma ropa que llevaban de casa y de abrigo ninguno”.
Así, una centuria bajaba a Valencia, entraban en teatros y cines y, en pleno espectáculo, encendían las luces y a cada abrigo que veían le decían a su dueño: “¿Tú quieres seguir gastándolo?”. El espectador respondía afirmativamente y le espetaban: “Pues vente conmigo a la columna... ¿No quieres venirte a la columna? Entonces me lo llevo para que se lo ponga un miliciano”.
“En defensa de la columna hay que decir que muchos de los milicianos bajaban a la retaguardia para buscar a los milicianos que eran considerados farsantes y saqueaban, parece que había un poco de todo y de ahí la mala fama de la Columna de Hierro”, señala el historiador. “La leyenda negra muy compleja, ellos tratan de disimular pero los historiadores tienen constancia de que eran miembros de la propia columna aunque habría que analizar caso por caso, seguramente se le han endosado sucesos que quizá ellos no protagonizaron”, concluye Asensio.
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