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Las mujeres del exilio republicano: una aproximación “lateral”

Lucas Marco

Valencia —

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La filóloga Victoria Fernández Díaz comenzó a investigar la historia del exilio de los marinos republicanos cuando su padre falleció. Cuando acabó, publicó su investigación. Pero quedaba un hueco en el que indagar: el de las vivencias y la memoria de las mujeres de aquellos marinos exiliados que en muchos casos se quedaron en la terrible España de posguerra.

“Mi padre era de Alicante”, explica Fernández minutos antes de impartir una conferencia en Ca Revolta, y “entró en la Marina a los 16 años, en la Escuela de Marineros de Ferrol”. “Durante la Guerra Civil era uno de los cabos de artillería que tomaron la escuadra y entregaron los barcos a la República, porque los oficiales del mando general eran franquistas”, explica la investigadora, nacida en Francia e hija del exilio (volvió con sus padres a España en 1968). 

Al final de la Guerra Civil, los marinos que pudieron escapar desde Alicante o Cartagena llegaron en un primer momento a Argelia pero las autoridades coloniales francesas los enviaron a Túnez. “Llegan el 7 de marzo [de 1939], los hacen bajar de los buques y los mandan al campo de concentración de Mehi Zebeus. Era una antigua mina que estaba abandonada, no había luz, no había letrinas, ni puertas ni ventanas”, explica Fernández Díaz, autora de El exilio de los marinos republicanos (PUV, 2009). “Pasaron hambre y sed, estaban desesperados porque no sabían por qué los trataban así, con alambradas”, dice la investigadora.

En esas condiciones (hambre, sed, disentería, picaduras de escorpiones) permanecieron hasta septiembre, cuando fueron destinados a compañías de trabajadores en minas y bosques. Cuando Francia firmó el armisticio en 1940, los marinos republicanos españoles se escondieron en Túnez o en Argelia: “es un momento de incertidumbre total”. A partir del desembarco aliado en Argelia dos años más tarde, “los ingleses empiezan a formar allí a algunos de los marinos españoles para el maquis”. “Muchos eran radiotelegrafistas y eran muy útiles. Estuvieron siete años de guerra”, explica Victoria Fernández Díaz. Tras la Segunda Guerra Mundial “no tuvieron dónde ir. En Túnez se quedaron hasta el 80 y tantos”.

La autora entrevistó a los amigos marinos de su padre que se habían tenido que buscar la vida en el norte de África o en Francia: “en Túnez muchos se hicieron mecánicos, uno era fotógrafo, otros pusieron restaurantes; buscaban trabajo de lo que fuera”. A los que se exiliaron más lejos -en la Unión Soviética o en México- tampoco “les admitieron en la Marina y se dedicaron a lo que pudieron”.

Fernández Díaz, catedrática jubilada de francés en la Escuela de Idiomas, estudió un máster de Historia en la Universitat de València e hizo un trabajo académico sobre el exilio de los marinos españoles que más tarde sería publicado. Con la óptica de la perspectiva de género en el estudio de la represión franquista, trabajó en los archivos franceses de Nantes y en los de Aix-en-Provence. “Hay bastante material, muchísimo referido a Túnez y, como tengo los testimonios orales, he podido confrontar una cosa y la otra”, explica con un deje francés casi imperceptible.  

Hace unos años, la investigadora cruzó el Bidasoa para visitar a su hijo en Francia y recordó la biografía de su madre, que se tuvo que quedar en la España de posguerra hasta que pudo cruzar clandestinamente la frontera. “Mi madre pasó el Bidasoa en el 47 con el agua hasta el pecho, algo de película”, cuenta Victoria Fernández. Fue así como empezó a investigar la historia de las mujeres de los exiliados que se quedaron en la España franquista. La perspectiva de género le dio muchas claves de la otra cara del exilio español. “De archivos sobre mujeres no he encontrado nada, tienes que ir buscando por el lateral y es muy importante la tradición oral”, explica la investigadora.

Las mujeres de los exiliados, “cuando se fueron los maridos, se encontraron sin sustento y sin trabajo, fue muy difícil, tuvieron que trabajar de modistas o en casas de comidas”. Fueron “vetadas, estigmatizadas, perseguidas y todas tienen algún episodio de llamadas a comisaría donde las zarandearon, les preguntaron dónde estaba su marido”. Algunas fueron encarceladas e incluso condenadas a muerte.

La investigación de la represión franquista desde la perspectiva de género ha avanzado mucho en los últimos años -la autora cita a su profesora del máster de la UV Ana Aguado como una de las referentes- pero aún es escasa. La perspectiva de las mujeres de los marinos republicanos es muy específica pero “totalmente similar a lo que le pudo pasar a cualquier mujer antifranquista en España, a las que tenían a los maridos en la cárcel o fusilados”. Según recuerda Fernández Díaz, a las mujeres antifranquistas se les aplicaron “medios específicos” como la violencia sexual, el rapado del cabello o el aceite de ricino.