Los antiguos menores extranjeros no acompañados (MENA), como se denomina en la jerga burocrática a los niños desamparados que llegan a España, temen los discursos de la extrema derecha y, singularmente de Vox, sobre ellos.
Noureddine, nacido en 1995 en una aldea del interior de Marruecos, llegó a España “a través de una mafia”. “Fue con unos señores que se hicieron pasar por mis padres”, apunta. El joven aterrizó en una localidad castellonense para vivir con unos familiares pero la convivencia no fue bien. A los 14 años, según cuenta por teléfono a este diario, se plantó en una comisaría de Valencia y acabó en el centro de recepción y acogida de menores Les Palmeres de Alboraia, donde pasó cerca de nueve meses.
“La verdad es que tengo un recuerdo muy bonito, volví a ser un poco niño en ese centro, me acogieron súper bien”, recuerda. De ahí pasó al centro de menores de Buñol, donde “los primeros meses fueron horribles”. “Fue muy duro, me costó mucho adaptarme al ambiente y a la rutina, venía de un sitio súper tranquilo”, lamenta. En ese centro estuvo hasta que cumplió la mayoría de edad.
La rutina del centro, según relata, consistía en desayunar pronto, pasar la mañana en el instituto de la localidad en el que estaba matriculado y volver a comer y a hacer los deberes. Tras mucho esfuerzo, Noureddine consiguió superar el grado medio de atención a personas en situación de dependencia aunque ahora trabaja en un restaurante.
“A partir de los 19, las pasas muy canutas”
Cumplir la mayoría de edad fue dramático para el joven: “Las dos semanas previas a mi cumpleaños las pasé llorando”. “Cuando estaba a punto de cumplir los 18 no sabía qué hacer con mi vida, lo pasé fatal, tienes hasta los 19 para obtener un trabajo. Si no, pierdes permiso de residencia”, cuenta Noureddine, que hoy tiene 25 años y es independiente. La pérdida del permiso de residencia puede suponer acabar en un Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) y una probable deportación. “Te ponen muchas trabas, es prácticamente imposible encontrar un trabajo para un marroquí joven”, añade.
El joven, que está tramitando la solicitud de la nacionalidad tras haber obtenido el permiso de residencia permanente, agradece infinitamente la ayuda de una educadora que lo acompañó y ayudó con todos los problemas. “Gracias a ella veo un poco la luz al final del túnel”, dice.
“Sigo teniendo muchos amigos del centro, hay de todo. Esté el que a los 19 no consigue trabajo y no puede normalizar su situación; al final acaba en un CIE y deportado”, explica. “A partir de los 19, las pasas muy canutas la verdad, entras en pánico”, denuncia.
“Es muy injusto criminalizar a unos niños, detrás de esos niños hay familias completamente rotas, mi historia es de las más light que puedes escuchar dentro de estos centros.
A Noureddine le ha preocupado enormemente la campaña de Vox contra los menores extranjeros. “Es muy injusta una campaña con niños desamparados, y muy cruel”, señala. “No he robado en mi vida, nunca, la mayoría que conozco no lo ha hecho nunca y no es lo representativo”, agrega el joven, que califica a los que orquestan esta campaña de “racistas y homófobos”. “No quiero ni pensar que lleguen al poder, aunque me da más miedo la gente que los votó que ellos”, añade.
Noureddine ha alcanzado tras mucho esfuerzo una cierta estabilidad, aunque sufre una “dualidad”: siente que no forma parte ni de la sociedad marroquí ni de la española. “Desde mi humilde opinión pido a la gente que tenga conciencia de no criminalizar a los chiquillos”, concluye.