Estamos convencidos de que en los tiempos que corren hay un consenso pleno con ciertas aspiraciones humanas que procuran el bien común, metas colectivas que no son propiedad de nadie, que no pertenecen en exclusiva sólo a un grupo determinado de personas. Entre estas aspiraciones, reciclar el máximo posible de residuos es una de las metas en la que todos estamos de acuerdo, porque también hay consenso en el hecho de que los límites biofísicos del planeta son limitados, y que de seguir al ritmo actual no habrá futuro para las generaciones venideras. Y esto es un efecto global que nos afecta a todos.
Sin embargo, ni todos estamos en las mismas circunstancias ni partimos desde el mismo punto. En muchos países europeos (la gran mayoría) se optó hace años por gestionar la recogida y gestión de determinados residuos a través de sistemas similar al que Ecoembes opera en España. De hecho, el 95% del reciclaje de residuos de envases en Europa se realiza con este tipo de sistema.
Pero ¿de quién fue la decisión de organizarse en torno a esta opción? Pues en casi todos los casos, primero de las administraciones públicas, que habilitaron con directivas, leyes y reglamentos esta posibilidad para que aquellas empresas que colocaban envases en el mercado cubrieran su obligación legal de reciclarlos posteriormente a su uso. Ecoembes, y las decenas de organizaciones similares que funcionan en Europa, nacen por tanto de un imperativo legal que, sin embargo, no hubiera servido de mucho si las propias empresas, aquellas que componen este tipo de sistemas, no hubieran apostado por él. Y lo hicieron pensando que es el más fiable, el que mejores resultados obtiene (en España el 74,8% de los residuos de envases son reciclados) y el que implica no sólo la parte empresarial, sino también a las administraciones públicas y a los ciudadanos, quienes todo sea dicho ya empiezan a estar cansados de tanto “ruido mediático e interesado” con tintes de descarada manipulación por parte de quienes viene ahora a venderles un sistema nuevo y “milagroso”. El sistema de gestión de residuos que representamos y sus homólogos europeos es, posiblemente, uno de los mejores casos de éxito de auto-organización empresarial para dar respuesta a una obligación legal y, por otra parte, de buen funcionamiento de una alianza público-privada. El apoyo de toda la cadena implicada en su funcionamiento es claro y firme, como ha quedado demostrado, y es una de las claves de su buen hacer a lo largo de estos años.
Y traemos esto a colación porque en los últimos días la entidad que promueve la instalación de un Sistema de Depósito, Devolución y Retorno (SDDR) está aireando una información que fuera de contexto puede confundir a la ciudadanía. Antes de aportar un poco de sensatez a este tema, hay que dejar claro que el SDDR es una operación comercial promovida por las empresas interesadas en colocar miles de máquinas por toda España para la recogida de determinados residuos.
Aquellos que intentan equiparar la decisión de estudiar un posible SDDR en Escocia, no en Gran Bretaña, sino sólo en Escocia, no lo han contado todo, porque claro está, no interesa. Primero de todo es importante destacar el hecho de que lo que se ha anunciado es un test, una prueba, y no la implantación de un sistema, como intentan que creamos. Además, esta decisión obedece a la particular situación en la que se encuentra la gestión de los residuos domésticos en esta región del Reino Unido, donde no se alcanza ni de lejos el porcentaje de reciclaje de envases que hemos conseguido en España. De hecho, en términos generales Escocia no destaca por sus avanzados sistemas de reciclaje en ningún tipo de residuo. El actual, es complejo y poco operativo. Justo lo contrario al que tenemos en España. Veamos por qué.
En Escocia, a diferencia de nuestro país, los sistemas respaldados por las empresas que se encargan del reciclaje de envases no tienen responsabilidad frente a la administración pública a la hora de cumplir las tasas de reciclado marcadas por la Ley. Otra gran diferencia es que en Escocia las empresas que colocan envases en el mercado no tienen la obligación- ni la oportunidad, porque no existe- de adherirse a un sistema de gestión como el que funciona en nuestro país, donde las empresas tiene que dar cuenta con “luz y taquígrafos ”sobre el número de envases que colocan en el mercado y el porcentaje recuperado para el reciclaje.
Además, en Escocia el sistema de reciclaje excluye el papel de las administraciones públicas (especialmente las locales) y está sujeto a las fluctuaciones de la oferta y la demanda de los materiales recuperados, mientras que en España los envases reciclados se gestionan a través de una sociedad sin ánimo de lucro (Ecoembes), en constante colaboración con las entidades locales encargadas de la recogida selectiva gracias a la financiación proveniente del Punto Verde (la tasa que pagan las empresas por reciclar sus envases). Se podría decir, salvando las distancias, que en muchos aspectos Escocia está como estaba España hace un par de décadas en materia de reciclaje.
Sin embargo, y a pesar de ser una información clara y entendible hasta por el menos experto en reciclaje, y de tratarse de una prueba para analizar su viabilidad o no, los promotores del SDDR en España han lanzado rápidamente las campanas al vuelo confundiendo una vez más a un ciudadano cansado de tanto “ruido innecesario”.
En Ecoembes llevamos 20 años concienciando a los ciudadanos para que reciclen, para que valoren las ventajas de reciclar sus residuos por el bien común. Y todo esto puede desaparecer de la noche a la mañana si se siguen introduciendo incertidumbre y dudas poco razonables y escasamente razonadas.
Estaríamos encantados de conocer más a fondo la realidad de los residuos en Escocia (el saber no ocupa lugar) y poder incluso ayudar en lo que fuera necesario a los escoceses para mejorar sus tasas de reciclaje, pero lo cierto es que aquí, en España, estamos bastante ocupados día a día en seguir incrementado el porcentaje de los envases que acaban siendo reciclados, en seguir trabajando de la mano de los ciudadanos para mejorar el medio ambiente, en investigar e innovar con las empresas para diseñar envases como menos impacto ambiental, en reducir las emisiones de C02 que provocan el cambio climático, en ayudar en todo lo posible a las administraciones públicas para facilitar sus servicios urbanos de recogida y tratamiento de sus residuos… En fin, remando para hacer de nuestra sociedad un espacio convivencial más acorde y coherente con los retos ambientales que tenemos que afrontar.