La recta final de la campaña electoral está poniendo de manifiesto una realidad que afecta al espectro del socialismo en nuestro país. Un panorama que está dejando en evidencia al Partido Socialista y que se está dejando mostrar de manera muy significativa en las encuestas y en la pulsión de la calle. Cada día leemos eso de que los votos del PSOE se van a diestra y siniestra en un goteo constante que aboca a la formación al peor resultado de su historia.
A la hora de buscar las razones que han derivado en esta situación deberíamos fijarnos en toda una serie de errores por parte del PSOE y desengaños acumulados por parte de la militancia y las bases socialistas. Y es que en sólo cuatro años los militantes y simpatizantes hemos podido ver ninguneados algunos de los valores que nos empujaban a seguir tirando del carro de unas siglas por unos principios. Cuatro años han dado para mucho, suficiente como para que la centenaria organización socialista diera carpetazo a debates internos tan sensibles como la revisión de la jefatura de Estado tras la abdicación del Monarca, censurando el debate interno y cerrando filas con la Monarquía; cuatro años donde aún no se han puesto de acuerdo en qué relación deben mantener el Estado y la Iglesia Católica y cuatro años donde aún no se han pedido disculpas acerca de la reforma laboral que se aprobó durante el último gobierno socialista así como de los balones fuera acerca de completar la reforma del artículo del 135 sin que sepan aún a qué se refieren.
Los valores democráticos del partido también han sido caldo de cultivo para el rechazo y la estupefacción cuando se patrocinaron elecciones primarias para confeccionar candidaturas mientras se daba cerrojazo a la celebración de las mismas en los pueblos, dónde más sentido tenían. Promesas de apertura y democracia interna del actual secretario general cuando aspiraba a liderar el partido. Promesas que al final se tradujeron en nada y en la vuelta a las mismas fórmulas de siempre.
Es por ello que no es de extrañar que en algunos lugares, sobre todo en los municipios, donde todos nos conocemos y compartimos opiniones políticas de tú a tú, se estén viviendo situaciones inéditas; situaciones en las que los militantes y simpatizantes socialistas se encuentren desorientados y dudosos a la hora de emitir su voto. En otros casos te confiesan abiertamente que esta vez no van a votar al PSOE, y te encuentras con todo tipo de argumentos, pero en algunos es evidente que existe un desengaño que viene acompañado de nuevas esperanzas depositadas en una de las nuevas formaciones: Podemos. Incluso se están dando casos, como en mi pueblo, donde se ha dado un paso adelante en forma de manifiesto. Un manifiesto en defensa del orgullo socialista y de sus valores, que se traduce en un apoyo explícito a la formación Podemos y sus coaliciones del cambio. No se trata de un caso tan llamativo si partimos de una realidad que se palpa en el ambiente, y que no es otra que el hecho de que muchísimos votantes y simpatizantes del PSOE hasta un pasado reciente ya estaban declinando la balanza hacia Podemos y expresándolo abiertamente en multitud de foros.
El argumento es claro; se trata de una cuestión de principios y de ganas de participar en un cambio que se hace hoy por hoy más necesario. Y es que hay ocasiones en las que se toma la decisión de decir eso de “hasta aquí hemos llegado”, dar la cara y reconciliarse con uno mismo y sus principios.
Es por ello que decidí adherirme a mis compañeros y firmar el manifiesto, ya que no podía traicionar ni a mi conciencia ni a mis valores. Y como socialista que me siento apoyaré a Podemos. Sé que al igual que yo, muchos otros, aunque no hayan firmado ningún manifiesto, lo harán (incluso de aquellos que aún pagan carnet).
Gonzalo Guillem es exsecretario general del PSOE de Chiva.