Mi bandera también es la familia
Hoy, después de mucho tiempo, he podido dormir más de cinco horas seguidas. Aprovecho el extra de energía, y que Ona duerme, para recoger la habitación del fondo convertida en una leonera temporal casi permanente. Aunque lo dejo pronto por mi adicción a las redes sociales para leer con angustia la lucha entre monólogos dogmáticos que huyen de cualquier posibilidad de diálogo sobre el discurso viral de Ana Iris Simón. Su discurso ante el presidente del gobierno en el marco del proyecto a medio plazo “España 2050” ha sido interpretado e impugnado casi desde todas las perspectivas sociopolíticas y con una virulencia añadida por el hecho de ser mujer, nacida en 1991 y rural.
Un discurso con muchas aristas que reivindica la importancia de aportar certezas tanto materiales como relacionales en un mundo (el nuestro) a la deriva. Los últimos meses, mientras nos lamemos las heridas (al menos las más superficiales) del confinamiento, mucha gente joven en confianza nos susurramos las visitas al psicólogo y la necesidad de tener raíces, redes que nos sostengan y nos cuiden. Arlie R. Hochschild, recuerda que la sociedad capitalista ha incorporado (con resistencias) aquello del feminismo que no cuestiona el individualismo ni la productividad. Por eso, hay tanta agresividad contra quien prioriza como feminista la crianza, los cuidados y la comunidad.
Sin duda, lo que más ha molestado a la progresía patria ha sido su defensa de la familia. Automáticamente ha sido tildada de nacionalcatólica, reaccionaria, burguesa e, incluso, facha. Por favor, apúntenme, yo también lo soy. De hecho, para mi la reivindicación de la familia extensa debe ser una de las banderas prioritarias de la izquierda para construir un mundo mejor y parar los pies a la extrema derecha. La falta de certezas y la soledad no escogida fruto del individualismo extremo como base del capitalismo global debe combatirse, entre otras, con más familia.
En plural, cada cual la suya, sin la asfixia moralizante de otras épocas, pero con la red de apoyos y responsabilidades que merece. Por supuesto, si para ti la libertad es hacer lo que egoístamente quieres, tener familia es un retroceso, un cortapisas a las alas líquidas que te permiten volar hacia el vacío. Ahora para el resto de la gente, -solidaria, responsable y empática-, la familia es un espacio de socialización, seguridad, confianza, afectos, oportunidades, libertad, aprecio, vínculos, escucha, memoria, terceras oportunidades, vecindario, amistades, deberes y complicidad.
La familia no debe sustituir al Estado. El Estado tampoco debe reemplazar a la familia, a la colectividad, a la tribu. Para ello, es fundamental, una apuesta ecofeminista que ponga la vida en el centro y rompa con trabajocentrismo-productivista. Un cambio de paradigma que garantice las condiciones materiales para que todas las personas puedan vivir en libertad y convivir con la amabilidad imprescindible de sentirse parte de un proyecto común como la familia. La que tú construyas tanto para refugiarte como para poder volar, para que te sostengan y para que cuides, para aprender y desaprender, para tener memoria e innovar.
Y lo dejo aquí por qué Ona me necesita y yo también a ella. Ojalá pueda superar mi adicción a las redes sociales, a la necesidad asfixiante de estar permanentemente sobreinformado, pueda recoger la leonera y sin intromisiones nos pongamos a jugar sobre la alfombra.
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