Más bronca no, por favor

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Vaya mundo que hemos construido basado en la trifulca y en la pelea. Nada parece que nos llame la atención si no está aderezado de una dosis considerable de golpes bajos. El espectáculo lamentable del parlamento, sobradamente repetido, se expande hasta cualquier reunión, incluida una humilde sobremesa de la cena: Broncano o Motos. Un país de dicotomías, y tuyas.

Todo ello con un lenguaje áspero. Batalla, guerra, derrota, vencedores y vencidos, ya me entienden. Siempre belicismos. Por no hablar de las expresiones extrañas que no entiendo y ni siquiera sé si sabré escribirlas: Access, prime time, share, dating, late night… Me dejan atónito. Eso es lo que no entiendo, porque lo que sí entiendo, resulta que ahora tiene otro sentido. ¿Creían que sabían lo que era una parrilla? Pues no es lo que imaginan en relación con un solomillo al punto, es otra cosa. ¿Y qué me dicen de la cuota? Pensaba que se refería a la hipoteca (¡cómo olvidarlo!), pues tampoco, ahora es cuota de pantalla, como si compráramos a plazos un programa. Todo difícil de entender. Y no sigo porque me mareo.

Pero volviendo a las rencillas, se explica todo con la frase genial del actor Raúl Cimas a Broncano: Si no eres hijo de Sánchez, no me explico cómo te han dado este programa. Una caricatura estupenda subrayando que nos hemos dotado de la sospecha como método para convivir. Pensar que siempre hay algo detrás.

Hoy encender la tele es un acto político, y elegir programa, ya te digo. Tiene más importancia que meter la papeleta en la urna, y es más difícil todavía. Hace falta una jornada de reflexión antes de apretar el botón porque, de inmediato, formas parte de una macroencuesta que será portada mañana ¡Qué responsabilidad! De ese gesto inocente depende el pan de los hijos de los trabajadores de la cadena (cadena es otra palabrita a analizar), porque sus padres pueden ir al paro.

Un poco de tranquilidad, por favor, que hay cosas más relevantes en las que pensar. Agradezco la explicación de Broncano ante tanto revuelo. Solo hemos venido a hacer tele, insistía, solo tratamos de divertir. Esto es entretenimiento, señoras y señores, tampoco hay que ponerse tan serios.

Dejemos el cruce de navajas permanente y permitamos el relajo en la política y en casa, charlando, riendo, aplaudiendo. Se puede discrepar, claro, pero no hace falta exigir la dimisión de todo quisqui al primer desengaño. Los responsables de Babylon pedían paciencia, pero ese es un valor que ya no existe ni en el parlamento ni entre cuñados. Hay que ir a muerte, pero ya. Menudo panorama.

Mientras todo ese ruido está ahí fuera, los documentales de La2 descansan plácidamente, sin share ni cuotas. Son minoritarios, sí, pero imprescindibles.