Más allá de la covid-19 y del segundo estado de alarma recién decretado, la vida continúa. Y la actualidad de la Comunitat Valenciana pasa estos días -también- por los Presupuestos de 2021 para la Generalitat, cuyo proyecto está a punto de aprobar el Consell y que luego recalarán para su debate en Les Corts hasta ver la luz a finales de año.
El relato ya consolidado entre las fuerzas progresistas de gobierno, tanto en España como en la Comunitat, insiste en un nuevo mantra para la era pospandemia: no se trata de regresar, sino de transformar. Europa no es ajena a este mensaje, ni tampoco los organismos internacionales. La OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), en su reunión anual celebrada esta misma semana bajo presidencia española, ha lanzado un mensaje bien claro: Build back better. Este BBB viene a ser algo así como “reconstruir mejor” o “trabajar para volver mejores”. Bien: estamos todos de acuerdo en que muchas cosas no se estaban haciendo bien y en que el azote de la pandemia ha sacudido nuestras conciencias y nuestros cerebros para hacernos entender (¿o todavía no?) que hemos de reeducarnos, cambiar el chip, y componer una sociedad más igualitaria, más incluyente, más verde y más solidaria. Pero, en la economía, en las empresas, ¿qué significa exactamente “reconstruir para ser mejores”? ¿hablamos todos de lo mismo cuando nos referimos a ello?
Un buen test para responder a estas preguntas serán precisamente los Presupuestos de nuestros gobiernos. Si queremos una economía más sostenible y más resiliente, las políticas públicas han de acompañar ese propósito. Y vamos a decirlo bien claro: un gobierno con vocación progresista no puede plantearse hacer frente a la recuperación económica y a la construcción de un nuevo modelo productivo sin contar con las cooperativas. Porque algunas cosas ya están inventadas desde hace siglos.
Lo venimos diciendo hace tiempo: las cooperativas hemos de ser parte de la recuperación porque somos un socio idóneo para ejecutar las políticas de reconstrucción del Consell, porque somos la fórmula empresarial más genuina para integrar -cosa, por cierto, imprescindible en la etapa que nos espera- los intereses económicos y sociales. Por decirlo de otra manera: las cooperativas nunca hemos perseguido el beneficio económico a costa del bienestar de las personas. Pero es que, además, hemos demostrado históricamente que somos organizativamente más flexibles y socialmente más innovadoras y, como consecuencia de ello, más eficaces a la hora de gestionar las crisis.
Aunque no con la contundencia que nos hubiera gustado, el Alcem-nos (ese acuerdo para la recuperación de la Comunitat en el que Concoval participó de soslayo) ya recoge algunas de las medidas planteadas por las cooperativas, compromisos que habrá que ejecutar y -por tanto- presupuestar.
Nos consta que la conselleria de Economía Sostenible ha planteado unos presupuestos razonables para la promoción del cooperativismo valenciano. Estamos hablando de cifras siempre discretas, pero que suponen un incremento respecto a 2020. Justo es reconocer el esfuerzo del Botànic por mejorar la dotación de las escuálidas partidas destinadas al fomento la economía social, que habían caído en picado tras la crisis de 2008. Notable esfuerzo, sí, pero tras el cual, todavía en 2020, estamos en cifras inferiores a las de hace trece años. Para 2021 esperamos un punto de inflexión, una corrección que inicie una nueva línea presupuestaria ascendente que sea reflejo del declarado deseo de la Generalitat de promover la contribución de las cooperativas a la recuperación y de asegurar un entorno favorable para su desarrollo.
También, hay que decirlo, necesitamos el apoyo de España y de Europa. El tan alabado Fondo Europeo de Recuperación, que esperamos como agua de mayo, tiene que llegar a las comunidades autónomas, tiene que contar con la gestión desde el territorio, porque de otra manera va a ser más que complicado alcanzar las expectativas generadas y darle un uso óptimo. Tiene razón el President de la Generalitat cuando reclama en Madrid la gestión directa de una parte de esos fondos europeos: nos hacen mucha falta en la Comunitat para abordar el desafío de transformar el modelo productivo y orientarlo hacia una ponderación más adecuada de su impacto económico, social y medioambiental. Sostenibilidad, al fin y al cabo.
En este contexto, está a punto de ver la luz el segundo plan bienal de apoyo y fomento del cooperativismo, el Fent Cooperatives II, con cincuenta medidas que constituyen la guía para impulsar el cooperativismo valenciano y allanarle el camino para que aporte lo está llamado a aportar en el desafío global de transformar la economía y hacerla más innovadora, más ecológica y más próxima a la ciudadanía. La memoria económica de este plan incluirá las conclusiones de un estudio independiente de las necesidades de inversión en las cooperativas, en 2021 y 2022, para alcanzar un buen nivel en ese triple impacto al que nos referíamos y crecer de forma sostenible y, sobre todo, resiliente. Créanme que las necesidades presupuestarias que revela ese informe están muy por encima de las cifras a las que el cooperativismo está acostumbrado. Y, por cierto, los cálculos realizados también proporcionan información sobre el efecto multiplicador -nada desdeñable- que tiene la inversión pública en cooperativas. En síntesis: no estamos pidiendo peras al olmo, sino un ejercicio de justicia y equidad.
*Emili Villaescusa Blanca, presidente de Concoval (Confederació de Cooperatives de la CV)