Hemos vivido durante mucho tiempo en un espejismo en el cual se actuaba como si estuviéramos en un entorno con recursos infinitos, como si no existieran límites y pudiéramos “crecer” (entre comillas), sin límites.
Como civilización hemos provocado una transformación radical de nuestro planeta, un modelo de desarrollo que ha tenido un gran impacto, que es el responsable directo de un cambio climático que está golpeándonos cada día con más violencia, haciendo de la Tierra un hábitat cada vez más hostil.
Emisiones de CO2 a la atmosfera, deforestación, alteración del curso natural de los ríos, sobreexplotación de acuíferos, contaminación de los mares y los ríos, un modelo de desarrollo basado en el uso y abuso de los combustibles fósiles, nos acerca cada vez a un colapso global. Sin necesidad de ser catastrofistas: incendios incontrolables, sequías, lluvias torrenciales, olas de calor, temporales nunca vistos, o esta semana pasada vimos granizadas con bolas de más de 10cm, causando desgraciadamente la muerte de un bebé por el impacto, nos están diciendo que estamos ante una situación de emergencia.
La invasión de Ucrania no ha generado por ella misma ninguna crisis energética, sino que ha incrementado la situación de fin del ciclo en la que estamos, recrudeciendo la situación cada vez más complicada.
El precio disparado de la luz y el gas viene de antes de la guerra en Ucrania. Ésta lo ha incrementado. El precio de los combustibles venía escalando antes hasta desbocarse con la guerra. Todo este coctel, en economías dependientes energéticamente de estos recursos, ha disparado todos los precios, empezando en los productos básicos de primera necesidad. Hoy, desplazarse, producir, refrigerarse o calentar las casas, comprar comida, es mucho más caro que hace dos años. Frente a esta crisis global, hemos visto cómo el Gobierno ha actuado siempre con excesiva lentitud y no siempre en dirección correcta.
La apuesta por las renovables la venimos exigiendo desde el principio, pero también racionalidad, máximas garantías, escapar del todo vale que parece imperar y puede tener impactos irreversibles en el territorio, especialmente en las zonas rurales y con menos población.
Fuimos nosotros quienes exigimos alargar los plazos para analizar las alegaciones y la documentación para asegurar que estos proyectos tuvieran en el mínimo impacto, y hemos avanzado.
Como hemos avanzado también en nuestra exigencia de eliminar el límite de 500 metros para el autoconsumo, que parece por fin ha entrado en la cabeza del Gobierno. Se actuó tarde a nuestra petición de desligar el precio de la luz del gas. Tarde, pero se ha actuado.
Tarde a nuestra petición de implantar el transporte gratuito. Tarde y de una manera cuestionable, al no ser equitativa en todo el territorio (en el País Valencià tendremos la suerte de si usamos Cercanías, sufriremos los retrasos y cancelaciones de siempre, pero gratis). En buena parte del territorio del Estado estos transportes son pura utopía, se concentran en las grandes áreas metropolitanas, donde es cierto vive mucha gente, pero no toda. ¿Cómo se paga esta medida? Con impuestos.
Se han adoptado tarde medidas para rebajar la factura de la luz, recortando la recaudación del Estado y no actuando en la raíz del problema, que es la voracidad de las compañías, los márgenes de beneficio indecentes, los sueldos vergonzosos de los altos cargos y las puertas giratorias. El consejo de Iberdrola gana 89.000 euros al día. Sí, al día. Y su presidente, Sánchez Galán, el que llamó tontos a sus clientes, 36.000 al día. Esta gentuza también pagará menos impuestos por la luz que consumen. Estos impuestos recortados se aplicarán igual a esta gente infame como a quien debe afanarse por pedir los 200 euros de ayuda por la inflación. Y ¿de dónde salen estos 200 euros? Pues de estos impuestos que estamos recortado. Todo, menos poner cotos a la infamia.
Francia (sí, Francia) va y nacionaliza una empresa eléctrica. Aquí estamos contentos por la excepción ibérica: en Francia la luz está más cara. El salario medio de España dicen que es 1.751 euros al mes y el de Francia de 2.446 euros.
Se ha adoptado compensar, por parte del Estado, los carburantes, pero se ha permitido al oligopolio aprovechase de esa situación para continuar escalando los precios. Te compensan los mismos 20 céntimos por litro a ti que vas a currar con tu coche de 15 años, porque no tienes transporte público y has de hacer 30 km de ida y vuelta por carreteras infernales, que al nini de 20 años que pilla el BMW comprado por papá, para ir a hacer a ir trompos en la explanada frente al centro comercial. ¿Cómo se pagan esos 20 céntimos? Pues de los impuestos. Esos impuestos que estamos dejando de recaudar.
Anuncian ahora rebajas del IVA en la tarifa del gas. En Castelló el principal sector económica avisa; ese IVA no les afecta (lo repercuten en la venta), el gas continúa siendo producto de primera necesidad para esta industria, pero a precio de lujo. Las empresas anuncian o ya practican ERE o cierres. ¿Cómo se van a pagar a esos ERE? Con impuestos, esos impuestos que dejaremos de ingresar con las rebajas del IVA.
Enagás fichó hace poco a los exministros Montilla y Pepiño Blanco, justo mientras el PSOE en el Senado veta -de manera completamente alejada del Reglamento-, la Comisión de Investigación de Proyecto Castor; almacén de gas que ahora parece que hubiese sido útil y tendríamos en plena actividad si no hubiesen optado por el pelotazo de Florentino en una zona de alta sismicidad (sí, existían otras ubicaciones u opciones).
Ahora anunciar un Plan de ahorro y gestión energética en climatización es otro parche, pero más simbólico que efectivo. Y es que nos quedamos en eso, en los golpes de efecto, en la superficie, sin ir a la raíz.
Recaudamos menos IVA del gas, pero somos más vulnerables energéticamente también por un solo hombre, que no se apellida Putin. Se apellida Sánchez y lo somos por su traición a la legalidad internacional, al plegarse a los deseos del sátrapa marroquí y aplaudir los planes ilegales del régimen con el pueblo saharaui en contra de la voluntad de la soberanía, de las Cortes Generales. ¿A cambio de qué? A cambio de estar hoy mucho peor por esa traición que algún día se sabrá a qué atiende.
Actúan tarde, cosméticamente. Estos días hemos visto el anuncio de la primera huelga de productores de energía solar para el próximo 7 de septiembre, por el maltrato que se está dando a los productores a la hora de darles una compensación de excedentes justa, similares a los del coste de energía. Hablamos de una iniciativa surgida de la propia ciudadanía, de gente que ha gastado su dinero para generar energía 100% renovable, reduciendo el consumo de fósiles.
La llamada “Excepción Ibérica” ha afectado negativamente, desincentivando esta transición energética y la inversión en paneles. Esta devaluación de sus excedentes ha provocado que algunos usuarios que generan energía limpia hayan decidido no verterla, lo que impide que se puedan beneficiar de ella otros consumidores. La “excepción” ha generado un gran diferencial entre el precio al que se paga la energía y al que se venden los excedentes. Por lo tanto, aumenta la factura eléctrica y este invierno será fatal para quienes tengan acumuladores de calor. Los huelguistas piden poder rentabilizar la inversión realizada y esto pasa por una adecuada relación compra/venta.
Y todo ello, ¿por qué?. Por no tener la valentía de ir a la raíz del problema.
Llevamos cerca de un año proponiendo medidas de información y ahorro. Fuimos los primeros en reclamar emular a Alemania con sus medidas para viajar de forma económica frente a la propuesta de los cheques anti inflación o proponiendo la creación/estatalización de una eléctrica para competir con ética y prestar un buen servicio a los ciudadanos. O que los consumidores puedan interrumpir temporalmente sus suministros de energía y telefonía en función de sus necesidades. También propuestas de energía mínima vital en la Ley de Consumidores y Usuarios Vulnerables o campañas informativas para que los usuarios puedan ahorrar ante el inaceptable apagón del Comparador de ofertas de energía de la CNMC.
En Compromís creemos que el camino son las renovables: ni el carbón, ni el gas. La Guerra de Ucrania nos ha hecho ver de una forma más clara los peligros de la alta dependencia energética. Apostamos por crecer en soberanía energética y hacerlo de fuentes limpias y no peligrosas. Peligrosas, como nos parece se está convirtiendo una instalación como Cofrents, que ha tenido preocupantes incidentes en los últimos meses, y sin que de nuevo se generen burbujas de resultado impredecible. La voluntad de las grandes compañías no ha de marcar las reglas del juego. Ha de ser la propia capacidad de los municipios en decidir su futuro; por donde van las autopistas eléctricas, dónde se ubican las instalaciones fotovoltaicas o eólicas. Ha de decidirse siempre bajo el consenso total y no por imposición. Porque el “interés general” acaba siendo el “interés de los de siempre”.
Tenemos seguramente el mayor reto que ha tenido la civilización en mucho tiempo; la urgencia por cambiar de modelo de crecimiento, desarrollo, energético. Son tiempos de medidas valientes, porqué la cosmética te hace la cara más harmónica y bonita, pero se diluye con el agua.
- Carles Mulet es senador autonómico