Existe una nueva corriente neoliberal en el panorama político español que agita la bandera anti impuestos de forma constante. Para ellos los impuestos son una obligación antidemocrática que castiga especialmente a las personas que más tienen, aquellas que según su criterio se esfuerzan más. Benefician pues a los vagos que solo quieren vivir de “la paguita”.
Sueñan con algún día parecerse a los EEUU, que lleva décadas bajando los impuestos o Latinoamérica, donde las élites económicas, herederas directas del sistema colonial, pasan casi inadvertidas a los ojos del fisco. Ambas zonas dejan mucho que desear en cuanto al reparto de la riqueza.
El ideario de estos movimientos anti impuestos se basa en los siguientes pilares, fácilmente desmontables:
- Los impuestos son antidemocráticos. Como su propio nombre indica vienen impuestos/obligados, atentando contra la libertad. La libertad total en un estado simplemente no existe. Las leyes obviamente limitan esa libertad en función del bien común y votamos democráticamente a los partidos políticos que las crean. Esas normas son la base de la convivencia. Del mismo modo que no circulamos a 150 km/h por la ciudad o tiramos la basura por la ventana debemos cumplir también con la obligación de contribuir al estado en el que vivimos.
- Son injustos, ya que gravan más a quienes más tienen, olvidando así que las personas que ganan más, son también las que más se esfuerzan. Se penaliza por tanto el emprendimiento, favoreciendo la cultura del mínimo esfuerzo, alimentando de esta forma a los parásitos sociales. Enlazar obligatoriamente riqueza con esfuerzo es olvidar factores como la calidad de la educación, el tipo de familia donde se nace, la salud, las capacidades, el punto de partida y la red de contactos. Quien nace y crece sin haber visto nunca un obstáculo tiende a pensar que el resto tampoco los ha tenido.
- Castigan a quienes no hacen uso de los servicios públicos. Quienes se desplazan en coche particular, llevan a sus hijos a colegios privados o no acuden a la sanidad pública pagan por un servicio que no reciben. No hacer uso de algunos servicios no implica no estar beneficiándose de ellos. Que un país goce de una educación y sanidad de calidad, accesible para la mayoría, repercute en una sociedad más desarrollada, con personas más cualificadas, sanas, que producen y consumen más y mejor, repercutiendo ese beneficio a las clases más altas. Las sociedades más desiguales son también las más inseguras. La justicia social es sinónimo de seguridad, estabilidad y paz, valores que tendemos a pasar por alto en España.
- Favorecen la huida de empresas hacia otros países. Ferrovial es un claro ejemplo de cómo algunas compañías no pueden sobrevivir en nuestro país y se marchan a territorios más favorables a nivel tributario como Países Bajos, Andorra o Luxemburgo. No sería raro que multinacionales como Apple, Amazon y Google siguieran el mismo camino. Las empresas y grandes fortunas no huyen porque les sea imposible pagar los impuestos, sino porque existe una competencia desleal entre países para “robarse” esos recursos mediante beneficios fiscales. Participar en la carrera alimenta ese círculo vicioso. La solución está en presionar a los países que emplean esas prácticas para que dejen de hacerlo.
- Existe una persecución por parte del fisco sobre futbolistas, cantantes, grandes fortunas y otras celebridades, lo que da muy mala imagen a España. Hacienda es igual para todos. La posición privilegiada de algunas personas les permite emplear técnicas de evasión fiscal que son difíciles de perseguir. Recaudar ese dinero es beneficioso para la mayoría.
No nos dejemos engañar. Eliminar o bajar los impuestos por sistema solo beneficia a unos pocos, aunque vendan lo contrario. Por suerte cada vez somos más las personas que nos damos cuenta de ello. Así lo ha visibilizado Oxfam Intermón con su campaña que con un toque de humor e ironía pone en valor la función social de los impuestos.