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CV Opinión cintillo

Otra infamia de Marlaska

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Ben Aknoun es un municipio al oeste de Argel conocido por ser desde hace años uno de los lugares en los que opera los servicios secretos argelinos. El Centro Antar, ubicado en la localidad, ha sido desde tiempos de la Independencia uno de los principales centros de operaciones de contra espionaje del Departamento de Inteligencia y Seguridad (DRS), los servicios de inteligencia argelinos, definidos por organizaciones internacionales como una “maquinaria de muerte”. El Departamento fue sustituido en 2016 por la actual Coordinación de Servicios de Seguridad (CSS) que continúa utilizando Antar para el secuestro y la tortura de civiles. En Argelia, en ocasiones, los activistas desaparecen sin dejar rastro entre familiares, compañeros o abogados; un día de repente ya no están. Están en Antar. Allí, la Dirección General de Seguridad Interior interroga bajo tortura a los opositores políticos que se han atrevido a denunciar la corrupción de un país en manos de los altos mandos del ejército. El edificio principal tiene varias celdas y al menos dos salas de tortura. Al entrar, los detenidos deben desnudarse y colocarse un mono de camuflaje utilizado anteriormente por decenas de víctimas. La acogida son los gritos y suplicios de quienes en ese momento están siendo interrogados. Los métodos de tortura documentados en Antar por el Comité Justicia para Argelia son verdaderamente estremecedores.

Muy probablemente allí se encuentre ahora mismo Mohamed Benhalima, un ex militar que trabajó como chófer del Ministerio de Defensa hasta que empezó a ver de cerca cómo se enriquecía la junta de generales y decidió publicar facturas infladas en sus redes sociales. Y digo muy probablemente porque es el lugar en el que suelen acabar los opositores políticos detenidos y donde él mismo pensaba que acabaría si alguna vez era entregado a Argelia, pero ahora mismo Mohamed Benhalima está, de hecho, desaparecido. Mohamed Benhalima está desaparecido porque fue entregado por el Ministerio de Interior español a las autoridades argelinas el pasado día 24 de marzo a pesar de que diferentes organismos internacionales le habían solicitado que paralizase la repatriación por el elevado riesgo de que fuera sometido a torturas en su país de origen. Amnistía Internacional pidió por carta a Marlaska y a la Dirección General de la Policía que anulara la deportación de Benhalima y respetara el principio de no devolución, ya que había documentado que al menos cuatro activistas de su mismo perfil habían sufrido tortura y otros malos tratos por parte de las autoridades argelinas por su participación en el movimiento Hirak. Por su parte, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados en su informe relativo a la solicitud de asilo que realizó ya encerrado en el CIE de València indicó que “esta Oficina recomienda admitir a trámite la solicitud para profundizar en la persecución por motivos políticos y grupo social determinado.” Sus abogados de La Red Jurídica y CEAR PV tampoco dejaron de advertir en todo momento y ante todas las instancias posibles del elevado riesgo que corría si era expulsado. Nada de eso sirvió a Interior porque, como posteriormente supimos, Argelia había pedido la extradición del activista y Marlaska tenía la necesidad de contentar a uno de sus aliados en un momento en el que fruncían el ceño por el cambio de postura del Gobierno en la cuestión del Sáhara. Argelia tuvo primeramente una respuesta discreta al anuncio del Gobierno, pidió a Marlaska que le entregara a Benhalima (supongo que algo más) y días después, cuando ya tenía lo que quería, anunció que suspendía los vuelos de deportación desde España. No parece que la jugada política le saliera bien y, lo más importante, ha puesto en serio riesgo la vida de una persona que le pidió que la protegiera.

España ha vulnerado el principio de no devolución, que garantiza que ninguna persona que tenga un temor fundado de que su vida pueda estar en peligro será devuelta, incumpliendo así sus obligaciones internacionales y ha cometido no pocas irregularidades con esta operación relámpago. Lo que pase en Ben Aknoun y el Centro Antar es importante porque Marlaska es el máximo responsable de lo que le pueda suceder a Mohamed Benhalima. La última vez que le vimos fue en un vídeo manipulado emitido en varias cadenas argelinas hace ya días, sin que su familia ni sus abogados sepan nada de él. Si se confirma que está allí o en cualquier otro lugar en el que esté siendo sometido a torturas el ministro Marlaska será, una vez más, el responsable de una infamia. Por lo pronto, debería comparecer para explicar las irregularidades cometidas en la expulsión de Benhalima así como qué garantías tenía, en contra de toda la documentación aportada, de que no sería sometido a tratos crueles, inhumanos o degradantes. Nosotras le seguimos preguntando: #DóndeEstáMohamedBenhalima?

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