#JeSuisMazon
Sinceramente, no entiendo la inquina que le tiene la gente a Mazón. He llegado a escuchar que hay a quien no le satisfacen las explicaciones que ha dado hasta la fecha, y que se espera a las que tenga que dar ante la juez. No lo comprendo. Ha dicho varias veces que nada de lo que ocurrió fue culpa suya, pues será por algo. ¿Quién lo va a saber mejor que él? Lo contrario es suponer que está mintiendo, y yo ese peligro no lo veo. De hecho, ha dado tantas explicaciones que cada uno puede elegir la que prefiera.
De hecho, incluso hay dos versiones, cual menú del día, una para los medios y otra pensando en cuando tenga que subirse al estrado a declarar. Incluso ha explicado lo que hicieron él y su alter ego, es decir, el presidente de la Generalitat Valenciana y el del PP valenciano. Uno llegó sobre las 7 al Cecopi y el otro, pasadas (y aparentemente pasado) las 8 y media en actitud ‘¿cómo están los máquinas?’. Pocas veces se han visto mayores alardes de transparencia. Mazón, yo sí te creo, pero soy el único. A la jueza no la veo en la misma onda que yo, también te lo digo.
Ahora que ya está meridianamente claro que él no tuvo nada que ver, solo me queda sumarme al sano escepticismo de la exconsellera de Justicia Salomé Pradas, que confía en que ya se sabrá la verdad, lo que me hace intuir —pero es cosa mía— que hay algo en la versión de Mazón que no le acaba de cuadrar. Que la haya querido dejar a los pies de los caballos podría, solo podría, ser una de ellas.
Dentro de esa verdad que algún día se sabrá, hay una que me carcome especialmente: ¿cómo puede dormir? Supongo que recurrirá a la tan valenciana costumbre de inflarse a pastillas —rojas, verdes y amarillas, como escribió el poeta— pero, aun así, me extraña. 224 víctimas, muchas evitables, deben pesar en la conciencia. Y si se tiene poca, están aún más apretadas. Quizás, como Ayuso con 7.219 abuelitos, piensa que, total, se iban a morir igual, y se le pasa el sofoco. Es otra opción. Pero lo que es seguro es que hasta a Ricardo Gabaldón, alcalde popular de Utiel, le siguen pesando las seis víctimas de su localidad, pese a que es difícil calcular la cantidad de vidas que salvo. Y la mayoría eran niños.
Y luego están los que se lo están tomando a la tremenda y ayer volvieron a la calle a pedir su dimisión. En ese sentido, hay que reconocer que Mazón ha logrado lo que muchos de sus antecesores en el Palau de la Generalitat solo pudieron soñar: poner a tanta gente, de tantas sensibilidades políticas, de acuerdo. Incluso los periodistas del PP están cerrando filas. Esta semana el ABC y La Razón lo dan por amortizado y Ana Rosa Quintana se ha copiado —una vez más— y también pide su cabeza. Vicente Vallés, tres cuartos de lo mismo. Hace tiempo, lo hizo Jiménez Losantos. La prensa de Madrid está para defender a quien diga Florentino, no para perder el tiempo con varones locales.
Mientras Mazón ocupe portadas, la estrategia de tierra quemada para llegar al gobierno de Feijó tiene un flanco abierto. El barro le llega ya a la cintura. ¿Pues no dijo el gallego que Mazón le había mantenido cumplidamente informado? Y luego va y su nombre no aparece entre las 16 llamadas que hizo el molt honorable el día de autos. También es verdad que a veces un gesto, una sonrisa o una simple mirada, son suficientes, que dicen más que las palabras. Si Feijoo también estaba en el Ventorro, como es lícito suponer, podría ser una explicación.
Me recuerda al corrido que Los Cuates de Sinaloa le dedicaron a Heisenberg en una intro de Breaking Bad: “ese compa está ya muerto, nomás no le han avisado”. Solo que los avisos le llegan por tierra, mar y aire y que su muerte es política, no como la de las víctimas de la DANA. De momento, le queda el apoyo del alcalde de Madrid, el del PP que le dio una hostia a una mujer mayor en Orihuela, y algunos militantes, firmes en su apoyo, pero que cambiarán de opinión en cuando se lo digan.
Para el PP, es un activo tóxico. No se sabe si le harán un Cifuentes o esperarán a que se cueza en su propia salsa. De momento, el culo le ha hecho ventosa en la poltrona, que se juega mucho. En concreto, quince años de sueldo (75.000 euros anuales y dos asesores), según parece insinuar Sergi Pitarch, ese Gran Timonel de cuantos escribimos por aquí. No sé cómo puede tener una opinión tan mala de ciertos políticos, eso es que no los conoce. O que los conoce demasiado, vaya usted a saber. Lo que sí que podría ser es Mazón que le tenga más miedo a lo que le pasó a Casado que al fantasma de las próximas navidades: el expresidente nacional del PP denunció que el hermano de Ayuso se lo llevó crudo durante la pandemia, lo tiraron, y se tuvo que poner a trabajar. El destino puede ser una broma muy cruel.
Al PP como partido, lo de Mazón no le viene bien. No tanto por los muertos —esos, si acaso, les preocuparán a sus votantes— como por los votos. Sin la Comunitat Valenciana no tienen posibilidades de llegar a la Moncloa y las perspectivas electorales del alicantino no pasan ahora por su mejor momento. Y podría peligrar a medio plazo hasta la Diputación de Valencia, porque hay que reconocer que Mompó tampoco ha estado muy fino. Las defensas numantinas están muy bien, pero a los numantinos les salió un poco cara. Lo he visto en la Wikipedia. No hay pararrayos que aguante tal tormenta.
Con Mazón en la picota, ni la encuesta en los colegios para agitar el avispero de la lengua que se sacó de la manga el conseller Rovira da los réditos esperados. Si los hombres estamos perseguidos, si vivimos pendientes de la espada de Damocles de la cancelación que pesa sobre nuestras cabezas, los que además somos castellanoparlantes, ni te cuento. Vivimos en un permanente ‘ay’. Desde que se fue Vox del gobierno autonómico, parece que ha amainado el riesgo de que a nuestros hijos los hagan transexuales el profesor de catecismo 20/30 en cuanto nos despistemos, pero el peligro de que te suelten un ‘bon dia’ —incluso un ‘ieeee, bon dia’—, está ahí. Acechando. Esperando el momento.
Dicen las malas lenguas que a Mazón le quedan dos telediarios —uno de los de À Punt, que últimamente son agua bendita—, y que todo está a la espera de que encuentren una alternativa. En la Comunitat Valenciana podrían poner una escoba y la gente les seguiría votando (incluso en las zonas afectadas), pero no sé si esa opción la tiene Génova sobre la mesa. Lo de Susana Camarero —la opción preferida por la gente de izquierdas después de Mazón— es imposible porque no es diputada autonómica. María José Catalá no tiene pinta de querer comerse el marrón. De hecho, no tiene pinta de nada; últimamente se le ve poco el pelo. Pero siempre habrá un diputado del montón dispuesto a sacrificarse por el partido, si el partido le garantiza un futuro mejor. Habrá que ver. Sobre todo, lo que tenga que decir el juzgado número 3 de Catarroja.
0