Clara madruga a diario para cuidar de su sobrina pequeña. Roberto hace meses que no pisa un pub, vive con sus padres y teme contagiarles. Nadia afronta su último año de Medicina con temor a que suspendan las prácticas rotatorias. Paula es periodista y dirige una tertulia joven en una radio local sobre actualidad política. Héctor pasó el confinamiento en Milán, ha vuelto a España con la esperanza de encontrar trabajo como arquitecto. Carolina echa de menos subirse al escenario como antes, pero es más importante proteger a su abuela con la que convive.
Son historias reales de veinteañeros reales, personas jóvenes que han tenido que adaptarse a la situación que nos ha tocado vivir. Aplazar proyectos, renunciar a otros o, con suerte, iniciar nuevos caminos con mayor o menor esperanza en el futuro. Asumiendo que la incertidumbre es, desde hace tiempo, lo que nos va a definir como generación. Aceptando, con mayor o menor resignación, que habrá que levantarse una vez más.
Rara es la noticia que hable de juventud y COVID-19 sin que palabras como irresponsables, culpa o fiesta se asocien, de un modo u otro. Rara es la tertulia televisiva en que opinen jóvenes MIR, riders o estudiantes en igualdad de condiciones. Y qué decir de algunos representantes políticos, que antes de reconocer su incompetencia señalan la anécdota sin aportar un solo dato objetivo. Luego nos hablarán sobre la desconfianza de la juventud en la política.
Decía Einstein que es más fácil destruir un átomo que un prejuicio. Sobre todo cuando se habla de jóvenes, debió añadir. Iniciativas como el concurso de fotografía del Consell de la Joventut de València (CJV) para desmontar estereotipos sobre la juventud valenciana durante esta pandemia, contribuyen a cambiar la percepción social sobre uno de los colectivos más vulnerables a sus efectos, visibilizando sobrados ejemplos de una juventud ejemplar igual de concienciada o más que el resto.
“Mi madre es barrendera y yo sé lo que cuesta limpiar”, decía este fin de semana un joven adolescente de Logroño ante las cámaras, mientras una veintena de chicas y chicos colaboraba en arreglar los destrozos de un grupo de negacionistas. Orgullo de clase y orgullo de juventud.