“En contra teu la pèrfida et va alçar
el gran mur del silenci. Els cavalls
de la tardor obrien el pas a un hivern
on el plor i la estultìcia congelaven
els laberints fluvials de les teues mans.
Per fortuna, el poeta manté sempre aquell punt
d’aire i de prodigi. I així com el Tritó
que vas somniar un dia, aixecares a pols
els versos més empouats i vas endolcir
unes llargues vetes d’amor
i uns esmussats cabells de primavera“.
Lluís Alpera, València. ‘Tempesta d’argent’-1986
Al campeón mundial de ajedrez Liren Ding, ante un trance comprometido en el tablero, recuerda el consejo de Albert Camus : “Si no puedes ganar, hay que resistir”. Los valencianos han llegado a la convocatoria electoral fijada para el próximo 28 de mayo en pleno temporal y con el viento en contra. Definitivamente las circunstancias no son favorables.
País cercado
Cuando Joan Fuster publicó “Un país sense política” en la primavera de 1976, la transición a la democracia en España apuntaba por el horizonte. Los lectores de aquel libro no casual, –entusiastas unos, escépticos bastantes y obcecados muchos– quisieron ver en estas reflexiones lugareñas el decaimiento de las tesis fusterianas de “Nosaltres els Valencians” (1962). Todo lo contrario. No vieron más allá. Fuster y País Valencià son dos conceptos que van de la mano y que todavía siguen provocando mugidos de ira, al tiempo que figuran en el índice inquisitorial de las palabras proscritas en el imaginario doméstico. Al enjuiciar a Fuster pasa como con Marx, son multitud los contrarios y detractores sin haberlos leído. Es la pírrica victoria de la carcundia mediática – el diario ’Las Provincias’, y cía– que se consideran intérpretes infalibles de la valencianidad, mientras perseveran al servicio de los intereses de los enemigos del País Valenciano. La política miserable y rastrera –PP, Vox junto a la pretenciosa burguesía rancia–está detrás de sus estratagemas, de sus falsedades y sobre todo de su ignorancia.
Nada sin votos
Los valencianos van a decidir esta primavera con sus votos si firman un cheque en blanco para que los dos Consells del Botànic tengan una nueva oportunidad para enderezar la res pública del País Valenciano durante cuatro años más. Los políticos tienden a autoproclamarse salvadores de la patria, del mundo y de sus ciudadanos. Pero lo cierto es que no son nada si los habitantes, la sociedad y los electores no deciden mayoritariamente –uno a uno no son nadie– confiarles la acción de gobierno. En mayo de 2015 doblaron las campanas por el fin de la hegemonía, durante 25 años, de la derecha corrupta, vendida e intolerante, en la Generalitat y en el Cap i Casal. La proeza no fue tal porque entonces tocaba cambio. Territorio e instituciones necesitaban oxigenar la atmósfera pública entreverada de malversación y conflictos internos impresentables que olían a podredumbre personal y grupal. Los Centelles contra los Vilaragut. Zaplana contra Rita con Olivas de separador para que no llegaran a las manos. Rita contra Alfonso Grau y sus concejales adeptos. Dos bandos irreconciliables. Alberto Fabra, el resucitado por Castelló, lanzado por Rajoy como paracaidista comisionado para apaciguar y sanear el campo de batalla repleto de víctimas e inmundicia. Mala gestión, deudas, derroche dilapidador de recursos, imprevisión, desierto cultural, supeditación de los intereses valencianos a los designios foráneos, interconexiones obscuras de lo privado con lo público y viceversa, instituciones y corporaciones desarboladas en manos de impresentables o entidades quebradas económicamente y en sus principios programáticos en manos de arribistas incompetentes.
Caballos de Troya
No fue fácil la continuidad del entramado institucional sin que se percibieran las vergüenzas más de lo conveniente. En mayor medida si se tiene en cuenta que algunos de estos organismos tenían garantizada la continuidad por encima de los períodos cuatrienales de las legislaturas (Consell Jurídic Consultiu de la CV, las sindicaturas de comptes y de greuges, el Consejo Económico y Social, la presidencia del T.S. de Justicia de la C.V.). No resultó sencillo. Ni Ximo Puig ni su guardia de Corps, entraron decididos para ajustar cuentas tal como lo consumó Eduardo Zaplana– hoy con 20 años de cárcel solicitados por la fiscalía– en 1995. El líder cartagenero sin mediar militancias, acabó con todo bicho viviente si no cumplía con el requisito de estar incondicionalmente a sus órdenes. La purga zaplanista ejecutó sin piedad y sin miramientos. Pedro García –condenado a nueve años de cárcel– su ejecutor. Ximo Puig mantuvo en 2015 los cargos designados por el PP y algunos han resistido hasta el final de las dos legislaturas en 2023, aun a riesgo de que su pertenencia al PP y su animadversión manifiesta suponen un peligro cierto de desafección en los entresijos de la Administración Institucional y sus derivaciones. Imprudentes caballos de Troya.
Alternativas
De estos y otros desbarajustes han de ser conscientes los electores valencianos. Del resultado de su decisión colectiva se esbozan dos escenarios básicos. El que marcaría la continuidad de lo que se conoce como Pacte del Botànic prorrogado con las peculiaridades que se deriven de las urnas. Como alternativa posible se plasmaría en una alianza del segmento conservador de la derecha (el PP no obtendría suficiente mayoría) coaligada a la ultraderecha alineada en Vox, con las consecuencias evidentes para el enrarecimiento de la convivencia en el País Valenciano.. Estas dos posibilidades repercuten en diferentes áreas de acción política: económico-empresarial, territorial, cultural, lingüística, administrativa, institucional, periodística, medios de comunicación, servicios sociales, transparencia de la esfera pública, relaciones con las autonomías colindantes (vecindad) y con el resto en el territorio español, comercio exterior (exportación), modelo turístico invasivo, educación, futuro universitario público- privado, eficiencia sanitaria, entramado agroalimentario ( desde la formación la ordenación de cultivos o la distribución al consumo junto con su potencial exportador agrario), reversión de los objetivos de ferias y muestras o la influencia de la Generalitat y los municipios afectados por la expansión portuaria que depende de Puertos del Estado (ministerio de Fomento, gobierno de España).
Por un mundo mejor
La sociedad valenciana está sujeta a directrices y tensiones transversales que marcan su porvenir. En el campo económico-empresarial los grupos de presión toman posiciones bajo la cúpula dirigente hegemónica de la Asociación Valenciana de Empresarios –dotada de ramificaciones y portavoces mediático– que ya controla de hecho las patronales agrupadas bajo el paraguas de la CEV (Confederación Empresarial Valenciana) autonómica que preside Salvador Navarro, las Cámaras Oficiales de Comercio (cinco: en Alicante, Alcoi, Castelló, Orihuela y València.) con su correspondiente Consejo de Cámaras de la C.V. presidido por José Vicente Morata. Las Cámaras como las Ferias son competencia autonómica de la Generalitat que ostenta el derecho y el deber de controlarlas con la responsabilidad de que cumplan su cometido desde la eficiencia. Condición imprescindible: salvaguardar su naturaleza de corporaciones de derecho público. En ningún caso privadas ni con la necesidad de contar con sociedades anónimas con capacidad de soslayar la legalidad. En el campo educativo la enseñanza concertada, la pública y la privada en coexistencia junto a la proliferación universitaria que abren la enseñanza superior a la equiparación heterogénea de los centros y sus exigencias (Universidad Católica, CEU-San Pablo, Europea). La tensión confesional juega desde este campo en la parcela de la formación y la pastoral que la Iglesia Católica ha considerado privativas. Los derechos y los servicios no se han de confundir con privilegios indefendibles ni con exenciones fiscales injustificables. Los negocios pagan.
Ganar o resistir
El discurso identitario ha derivado en virtual. ¿ Se defiende una lengua, unas costumbres, la tradición, un sistema económico peculiar, una cultura, una historia, una literatura? La patria es el lugar donde se vive bien. La historia tiene diversas lecturas e interpretaciones. La polarización de las opciones de gobierno en esta primavera del 23 coincide con la fiesta de la democracia en las elecciones. Las que darán lugar a otra eclosión de expectativas hacia un proyecto renovado. Los votantes ya conocen lo que dan de sí los votados. Unos, la derecha, considera que el mando y las instituciones son un bien patrimonial que les arrebataron en 2015. Suyo en propiedad y para siempre. La izquierda lo ve como un derecho conquistado del que se resiste a prescindir. A pesar de su complejidad los gobiernos de coalición constituyen el remedio para las ansias desmedidas de poder. Para convencer, los políticos han de ensayar y ejercitar el propósito de enmienda. Para los que ejercieron la corrupción y el exceso de privilegios es exigible el compromiso de no robar ni regalar a sus amigos. Para los que tuvieron consellers inoperantes e ineficaces, la promesa de que no vuelvan a repetir. Ocho años en una conselleria sin nada que acreditar en su hoja de ruta es inaceptable, por mucho que sirva de tapón o de tapadera para que otros actúen. Para ser candidato o candidata a la presidencia se requiere un perfil acreditado para el bagaje integral de gobierno: capacidad de negociación y diálogo , interés por la economía, obsesión por el empleo, sensibilidad social, sentido territorial, talante dialogante con autonomías vecinas y canongías de Madrid, capacidad dialéctica con los poderes centrales hasta conseguir los objetivos fundamentales. Una sociedad no puede sobrevivir sin los recursos, servicios e infraestructuras imprescindibles para ser competitiva.
Los ciudadanos tienen derecho a exigir que las grandes decisiones que les afectan se tomen en la demarcación autónoma o en el municipio. Ferraz, Génova, Galapagar , Vallecas o la Puerta del Sol están en el kilómetro cero del sistema radial español. Demasiada ignorancia e insensibilidad. El efecto capitalidad cuesta muy caro al Estado autonómico periférico y arrastra muchos errores desde la insolencia del poderoso. En la primavera de 2023 hay síntomas de que podrían acontecer sorpresas imprevistas. Continuistas o rompedoras. Falta saber si en el sentido de la reconducción o de la involución. Retroceder no es de pueblos sensatos.