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La nueva Ley de Educación, las competencias y la religión

23 de julio de 2022 09:31 h

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El próximo curso entra en vigor la Ley Orgánica 3/2020, de 29 de diciembre, por la que se modifica la LOE de 2006, y ya como LOMLOE. La finalidad de esta Ley no es otra que establecer un renovado ordenamiento legal que aumente las oportunidades educativas y formativas de toda la población, que contribuya a la mejora de los resultados educativos del alumnado, y satisfaga la demanda generada en la sociedad española de una educación de calidad para todos. Esta ley tiene novedades: la lengua vehicular; la enseñanza concertada; la Educación Especial; la asignatura de religión; la asignatura de Valores Cívicos y Éticos; la igualdad de género y el rechazo de la educación segregada; la promoción de curso; el currículo; el impulso a la Educación Infantil de 0 a 3 años; la nueva modalidad del bachillerato, y la recuperación de las competencias del Consejo Escolar. 

Otra peculiaridad es la Programación por Competencias y Descriptores Operativos para cada uno los contenidos. Existen muchas definiciones de “competencia”, que incluso tienen distinto fondo semántico, desde la Pedagogía, los diccionarios según materias y las organizaciones internacionales de educación, o no. El uso del término “competencia” ha sido una consecuencia de la necesidad de superar una enseñanza que, en muchos casos, se ha reducido al uso de aprendizajes memorístico de conocimientos –muchos al margen de su aplicabilidad cognitiva, práctica o de valores-, hecho que conlleva la dificultad de transferencias a la vida real. Es decir, hoy las competencias no implican una reconversión de los contenidos al puro mercantilismo neoliberal. Las competencias están interrelacionadas, no son independientes unas de otras,  muchos de sus aspectos se complementan se entrecruzan o se abordan con perspectivas complementarias.

Además, en el mundo del siglo XXI, el contenido es tan abundante que se convierte en un pobre sustento para asentar el sistema educativo y la era digital requiere aprendizajes de orden superior que ayuden a vivir en la complejidad y la incertidumbre. Es urgente desarrollar hábitos intelectuales que preparen para un escenario en el cual todo es más accesible, complejo, flexible, global y cambiante. La competencia en el ámbito escolar reglado y obligatorio ha de identificar aquello que necesita cualquier persona para dar respuesta a los problemas a los que se enfrentará a lo largo de la vida. Por lo tanto, la competencia consistirá en la intervención eficaz en los diferentes ámbitos de la vida mediante acciones en las que se movilizan, al mismo tiempo y de manera interrelacionada, componentes conceptuales, procedimentales y actitudinales. Las competencias en el aprendizaje van a abarcar el ámbito de lo social, lo personal, lo interpersonal. Por ello sus aprendizajes no son mecánicos sino que implican el mayor grado de significatividad, versatilidad y funcionalidad posible. No son de por sí las competencias antagónicas con las asignaturas, ya que cualquier actuación competente implica el uso de conocimientos interrelacionados con habilidades y actitudes. Queda pues subsumido en el propio conocimiento el saber, el realizar y los valores éticos. Las competencias propician las capacidades de creatividad, de reconstruir, de desenvolverse en la ambigüedad y en la incertidumbre, de arriesgar y aprovechar los errores como ocasiones de aprendizaje. Todo ello dentro de las posibilidades que ofrece la interdiscplinaridad, la transdisciplinaridad, la trasversalidad, y el aprendizaje colaborativo y por proyectos. 

La asignatura de Valores Cívicos y Éticos –tan necesaria- prestará atención desde un punto de vista laico a la reflexión ética, el respeto al otro y a la sostenibilidad del planeta, la igualdad de género, el humanismo, el conocimiento de los Derechos Humanos y de la Infancia… será obligatoria para todos incluido el alumnado que quiera que le enseñen religión.

La religión

No obstante, a esta introducción somera del enfoque competencial de la Lomloe lo que veo necesario insistir es en la asignatura de religión, que continuará siendo de oferta obligatoria para los centros públicos y voluntaria para los alumnos. Eso sí, por fin dejará de contar para la nota media del expediente académico: ese ha sido el gran ardid de los obispados que enchufan a sus profesores -aunque los pagamos todos-. Es decir: que contara para el acceso a la universidad o para la obtención de una beca. Muy listos, los profesores de religión que hemos conocido yo u otros muchos profesores, ponían a todos sobresaliente y, muy vagos, la gran mayoría de sus clases eran películas. Asimismo la religión carecerá de una asignatura alternativa que debieran cursar los alumnos que no la elijan. Su posición en el horario escolar se deja en manos de las comunidades autónomas. 

Me ha llamado la atención que ante esta “hora alternativa” a la religión algunas Comunidades Autónomas y algunos directores hayan manifestado que no saben qué hacer, pues se impide avanzar en el temario, porque la ley deja bien claro que “en ningún caso las actividades a que se refiere este apartado comportarán el aprendizaje de contenidos curriculares asociados al conocimiento del hecho religioso”. La más obvia es colocar la clase de religión a primera o a última hora, porque, no lo olvidemos, demasiado es el favor que les hacemos las personas laicas pagando de nuestros impuestos su catequesis (es cierto que quizás con ese horario algunos profesores de religión tendrían que estar más horas en el centro, pero lo suyo, dicen, es por vocación). El 3 de septiembre pasado publiqué aquí un artículo, “Gambito competencial en Educación”, donde recomendaba la práctica en las escuelas e institutos del ajedrez, pues es sin duda un deporte del intelecto que fomenta el pensamiento crítico y la resolución de problemas, la educación, y favorece la inclusión, la amistad, la paciencia y aprender a reflexionar. Pero existen más posibilidades: recuperar el cine-club, numerosos juegos de mesa, documentales, preparar una obra de teatro, dinámicas de grupo, educación emocional y sexual, chistes, definiciones con guasa, jugar a pilota valenciana… (si lo piensan todas las actividades favorecen de algún modo las competencias curriculares, ni qué decir la lingüística). Y, ante el absurdo de que los alumnos no puedan estudiar o hacer deberes en esa “hora alternativa”, y dado que la Iglesia católica y el PP y Vox ya han puesto el grito en su cielo porque no es obligatoria la religión, y dado que no ofrecen una asignatura compensadora de “Ateísmo y Agnosticismo” –que sí que por pura epistemología desarrolla el juicio y el razonamiento crítico, y no supersticiones, fábulas delirantes y otras supercherías- cabe insistir en los siguientes puntos:

1. Los periodistas de derechas no paran de decir que la Lomloe es una porquería y adoctrinadora porque inculca el feminismo y la alerta sobre el calentamiento global, cuando lo que legisla está basado en los últimos avances de la Pedagogía y la Psicología, como en Finlandia, o las recomendaciones de grandes pensadores como Edgar Morin o Zygmunt Bauman.

2. No se entiende que después de tantas décadas de democracia el PSOE no haya sacado a la religión de la educación pública ni la haya ampliado para cubrir todas las posibles matriculaciones, y siga apoyando la enseñanza religiosa concertada/privada, que selecciona a los niños ricos. Y se entiende menos porque la Iglesia sí que es de raíz adoctrinadora, y carga contra todos los avances sociales y de libertades. ¿Son masoquistas el PSOE? No adoctrina la Lomloe. El verdadero y puro adoctrinamiento es la religión. Son muy cínicos los obispos.

3.Las religiones no son un conocimiento científico verificable y consensuado por la comunidad de expertos –en este caso historiadores-. Más todavía: contienen entre ellas e intra ellas multitud de hechos no comprobables y/o contradictorios. En la escuela pública debe reinar la neutralidad. Debemos conseguir una Escuela Pública Laica que encarne el proyecto de instruir y emancipar, amén de como institución enarbolar los valores públicos y privados democráticos. Una escuela que se precie de pública no puede ser un servicio de catequesis ideologizadas. Quien lo quiera que vaya a su parroquia. Además, la Constitución dice que todos somos iguales, y es un fuerte agravio comparativo para las otras religiones no tener la suya en la escuela pública. Para colmo, en la escuela pública basta que un solo alumno quiera recibir religión para que tenga su aula y profesor. En la FP pública si no hay como mínimo 18 alumnos matriculados no se abre ese ciclo formativo. 

4. La Iglesia sigue con unos (des)valores adoctrinadores propios de siglos pasados como son temas actuales como la homosexualidad, el aborto y hasta la masturbación y el divorcio. Esto es lo que inculca:

-Resignación, en vez de indignación y rebeldía ante las injusticias.

-Obediencia, entendida como sumisión.

-Sacrificio, frente a la desobediencia ante situaciones de explotación laboral y de trabajo alienado.

-Austeridad, frente a los salarios injustos y todo tipo de servicios públicos.

-Sufrimiento, para afrontar la sinrazón, los abusos y las injusticias.

-Caridad, en vez de justicia.

-Renuncia y abnegación de las mujeres en el seno familiar, en el espacio privado y en el mundo laboral ante lo que es explotación y subordinación por razones de género. Etc, etc… Podríamos seguir, porque todo esto está más o menos explícitamente en los libros de religión.

Los Acuerdos entre el Estado español y la Santa Sede de 1979 reformaron el Concordato de 1953 que firmó el Gobierno del dictador Franco. ¿Cómo que tantas décadas después no se pueden reformar los Acuerdos convirtiendo a este país en laico de verdad?

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