De nuevo hablamos de ellas: mujeres en Afganistán e Irán

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Hacía tiempo que las noticias se habían olvidado de ellas y, por desgracia, han vuelto a ser protagonistas en titulares.

Los talibanes han prohibido el sonido de la voz de las mujeres en los espacios públicos en Afganistán endureciendo más si cabe – siempre cabe más en ese país – la represión social ejercida sobre ellas.

Como nos recuerda M.Martínez-Bascuñán (El País 1/9/24), en el primer canto de la Odisea ya se advierte que “la palabra queda al cuidado de los hombres”, ¿y dominar el discurso no es acaso dominar el mundo?

La Ley para la Propagación de la Virtud y la Prevención del Vicio ha incluido la prohibición de que se escuche la voz de la mujer. Dicha ley, un documento de 35 artículos ratificado por el líder espiritual supremo, ha sido publicado el 21 de agosto. A pesar de que desde la retirada de las tropas occidentales en 2021 se instauró el apartheid de género, todavía no existía una base legal para el mismo, por lo cual ahora ya pueden castigar “con todas las de la ley” cualquier infracción a esa dictadura férrea contra las mujeres. Pueden detener, confiscar los bienes y ejecutar cualquier castigo que le parezca oportuno y ejemplificador al Ministerio de Justicia.

No era suficiente con no permitir estudiar a las niñas mayores de 12 años, ni integrarse en el mundo laboral, ni vestir ropa que no sea siguiendo el código de vestimenta establecido, ni salir de casa si no es acompañadas por un mahram (un hombre de parentesco cercano como el padre, el hermano o el marido), ni practicar deporte, ni utilizar medios de transporte si no es en la zona segregada, ni elegir con quién contraer matrimonio, ni asomarse a una ventana, ni cantar, ni ir a una peluquería, ni elevar protesta alguna…

No era suficiente. Había que enmudecerlas.

En Afganistán, las mujeres nos gritan que no las olvidemos, que hablemos de ellas, pero en esta ocasión no ha pasado de una mera noticia excéntrica, “se prohíbe la voz de las mujeres en Afganistán”. Ya está dicho.

Por otra parte, qué atención prestamos a la represión de las mujeres en Irán? Es cierto que en los dos aniversarios de la muerte de Mahsa Amini ha habido incluso algún pequeño reportaje en las noticias. Pero las noticias son eso, “noticias”, informaciones sobre hechos relevantes que se considera interesante divulgar por ser novedoso o atípico. Y la repetición de los castigos infligidos a las mujeres, tanto en Afganistán como en Irán, deja de ser noticiable frente a las sucesivas violaciones y asesinatos de mujeres con que nos encontramos continuamente en nuestro propio país.

Parece que se nos olvida que la premio Nobel de la Paz 2023, Narges Mohammadi, fue detenida en 2021 por su trabajo en favor de los derechos humanos y cumple una condena de 12 años, 11 meses y 154 latigazos. Seguimos pidiendo su libertad por todos los medios, como las ciberacciones.

Las autoridades iraníes están intensificando las patrullas callejeras de la policía de la moralidad contra las mujeres que se niegan a seguir los estrictos códigos de vestimenta impuestos. Tras la muerte de Amini, el 16 de septiembre de 2022, se produjo el mayor nivel de agitación ciudadana en décadas. Dos años después del levantamiento “Mujeres, Vida, Libertad” los responsables de delitos siguen impunes, silenciando a los familiares que buscan la verdad y la justicia por los homicidios cometidos a base de detenciones, enjuiciamientos, amenazas… A las mujeres que las sorprenden conduciendo se las persigue y se confiscan sus vehículos, y no se libran de encarcelamiento, flagelación y penas degradantes.

Se ha observado un evidente aumento de las patrullas de seguridad a pie, en motocicleta, en automóvil y en furgones policiales en los espacios públicos para hacer cumplir la obligatoriedad del uso de velo.

Pero siempre hay más. Un Proyecto de Ley de apoyo a la cultura de la castidad y el hiyab, con el que pretende legalizar la intensificación del ataque de las autoridades a las mujeres y las niñas que no lo usen.

Me pregunto cómo el feminismo occidental no se escandaliza más por estos hechos. ¿Qué nos pasa? ¿Solo nos preocupamos por nosotras aquí y ahora? ¿Nos pillan de lejos estas aberraciones y por eso nos inhibimos tanto?

No podemos, no debemos ser personas tan egocéntricas. De acuerdo que quienes somos activistas de una ONG tenemos más empatía ante estos despropósitos. Organizaciones como Amnistía Internacional tiene siempre presente a estas mujeres con sus acciones. Pero ¿no habría manera de sancionar estas crueldades?

Los occidentales nos fuimos de Afganistán de manera escandalosamente precipitada (aunque estaba claro que las tropas se retirarían 20 años después del ataque de las Torres Gemelas), y había que ser peor que ingenuos para creer que los talibanes respetarían una forma de vida medianamente occidental o que, por lo menos, tuviera un mínimo respeto por los derechos humanos.

Y así estamos, esperando la próxima ocurrencia perversa del gobierno de cualquier país contra las mujeres. A veces he leído que es como si volviesen a la Edad Media… ¡qué va! Si pudieran elegir esas mujeres abrazarían gustosas las costumbres medievales más liberales que las actuales pegadas a la sharía