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Objetivo 2024: aprender a soñar, vivir mejor

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Los rituales enmarcan una sociedad y construyen pueblo. Hace más de un siglo, aunque existen otras teorías, los agricultores alicantinos aprovecharon el excedente de cosecha para impulsar las doce uvas de la suerte. Una por cada mes del año. Hoy, como muchos, viendo la evolución de nuestras cosechas, serían unas ocho uvas, pues en 2023 la cosecha de uva alicantina ha sido menos de la mitad que en 2013.

Más allá de lo simbólico y lo material, estas fiestas permiten parar, buscar las raíces, hacer balance del año y sobre todo marcar los propósitos del año nuevo.

A quienes nos dedicamos a la política institucional, las fiestas navideñas nos permiten compartir mesa y mantel con gente que queremos, pero, quizá, no piensa como nosotros.

Mezclarse con diferentes es profundamente enriquecedor, aunque pueda llegar a ser cansado emocionalmente. Me asusta como mucha gente progresista los últimos años renuncia a los encuentros navideños por miedo al debate, la confrontación, el conflicto. La comodidad individualista es mucho más reaccionaria que la Navidad, por mucho que se vista de decisión moderna-líquida o de Grinch moralmente superior a los mortales. La navidad es una excusa, una oportunidad de hacer hueco en la agenda. Otra cosa muy diferente, claro está, es la obligación de compartir mesa con quienes maltrataban o negaban la existencia.

Las reuniones sociales han servido para confirmar la necesidad de explicar un horizonte que calme la ansiedad, que aporte paz a las guerras, buenos tratos a la hostilidad y unas pocas certezas. Más o menos, casi todo el mundo es consciente de los duros tiempos que vivimos y las emergencias civilizatorias que nos golpean. Lo que es unánime es la necesidad de conocer un horizonte de buen vivir que nos permita avanzar.

Por ello, estoy convencido, nuestro propósito de año nuevo debe ser explicar diferente, mejor, como la transición ecosocial va a permitir que la mayoría vivamos mejor. El objetivo para 2024 es aprender a soñar un mundo mejor posible, donde más que señalar las externalidades negativas del capitalismo, expliquemos las bondades del cambio, en el corto y largo plazo.

Y mientras tanto volvamos a las fiestas, comamos bien, cantemos mejor, disfrutemos del circo, debatamos con nuestros cuñados, abramos amigos invisibles, tomemos las doce uvas y volvamos, como todos los años, a recordar la infancia que fuimos. Y que seguimos siendo.