El ocaso de la era Mazón
“Al menys deixeu-nos bategar, alçar-se
veu que ens pregona humanitat ferida.
I no amagueu la mort; sabem
que el dany avança cavalcant les ones
dins la boscúria on no té blau l’ocell.
No oferiu glòries car sabeu quan costen
falses tendreses, pactes providents…
El cor se'ns torna llop; sabrà d’audàcies
per a defendre’s? Li és urgent
atallar la dissort quallada;
anticipar-se al tremp.“
Matilde Llòria, Premi València de Poesia, 1960. “Als medidors de vida i aire”.
Vino con un hueso de aceituna al viento de la cristiandad y emprende el vuelo crepuscular con un vendaval de agua y lodo. Se abrió la veda. Los datos demoscópicos del momento dan a PP y PSOE como perdedores en la intención de voto que capitalizan Compromís y Vox. El Partido Popular se aleja de la mayoría para gobernar el País Valenciano. Llega el fin de la era Mazón, heredera del zaplanismo en la Generalitat y del alicantinismo benidormí en la corriente provincial que ha copado la orientación y los puestos capitales del Partido Popular en el Consell. Hasta Michel Ignatieff, político e intelectual canadiense con premio hispano, vaticina un cambio de rumbo en la política estatal a raíz de las lluvias torrenciales que han arrasado diversas comarcas valencianas –con salpicaduras en Castilla-La Mancha o Pedralba y Chiva - desde Utiel a Algemesí-Polinyà y Castellar en la desembocadura del Turia, que colapsó el Área metropolitana de València. Ignarieff no distingue entre administraciones –central y autonómica– y se centra en la incapacidad para responder a las necesidades urgentes de la población. Todos son Estado benefactor o tramposo. La tragedia ha establecido una conexión invisible en el tiempo entre la devastadora riada que arrasó la ciudad de València el 14 de octubre de 1957 y esta avalancha de agua y fango, la que sobrevino el 29 de octubre de 2024.
Silencio
En 1957, año de posguerra y en plena dictadura, las consecuencias de la violencia de la riada conmovieron la política valenciana por el fracaso del Régimen del general Franco a la hora de adoptar las ayudas que se necesitaban para restablecer la normalidad. Fueron los valencianos los que tuvieron que restaurar la actividad económica en silencio. Muy afectada por la catástrofe con honda repercusión social. Doce años después se proyectó y construyó el Plan Sur de València para desviar y ampliar el cauce del Turia. Sin esa infraestructura, que pagaron los valencianos con sellos e impuestos especiales, la ciudad hubiera sido gravemente afectada por la Dana de otoño de 2024. Ante la falta de ayuda del gobierno franquista se rebelaron –en marzo de 1958– el alcalde de la ciudad, Tomás Trenor Azcárraga, segundo marqués del Turia, y el director del diario conservador “Las Provincias”, Martín Domínguez Barberá. Ambos militares desfilantes en abril de 1939 fueron fulminantemente cesados. El primero por manifestar sus reproches en el discurso difundido por radio -'Sin palabras'– y el segundo, al pronunciar la proclamación fallera cinco meses después, con un relato reivindicativo de los derechos cívicos y políticos de los valencianos, ante la pasividad del gobierno para paliar las graves consecuencias de la hecatombe con repercusión en la sociedad valenciana a todos los niveles. En la riada de 1957 falló la burguesía valenciana que inició su movilización con el respaldo a los dos “ líderes”, político y periodístico, para luego abandonarlos en su cese y posterior marginación en la vida profesional y pública. Muchos prometieron y uno solo respondió: Joaquín Maldonado Almenar, presidente del Ateneo Mercantil cuando fue ejemplar.
Ausencia
El efecto de las riadas en el País Valenciano abre de nuevo la herida de lo que se pudo prevenir, de lo que se pudo hacer y no se hizo, de los retrasos en las decisiones y de la gestión negligente de las tragedias. La catástrofe en el área metropolitana de València, de noviembre de 2024, se aproxima a la señalada riada de València en octubre de 1957, cuando se reconocieron 81 muertos. Se estima que fueron 300. Tiempo de dictadura, de promesas y de incumplimientos. Los atavismos castrenses de la posguerra se equiparan con la incompetencia de la administración autonómica en democracia. Valencia, de nuevo, la gran silenciada, a pesar de la Generalitat con plenas competencias para decidir y afrontar las consecuencias del desbordamiento violento de ríos y barrancos. Los acontecimientos en el País Valenciano exigen replanteamientos en la disposición, concienciación y toma de posición ante claudicaciones de la política autonómica. Los valencianos perciben las ausencias y los silencios. En el día grave de la catástrofe. En la ausencia del presidente Mazón en la sala de máquinas. Silencio en la cúspide para explicar lo inexplicable. Ignorancia en los segundos y terceros escalones. Silencio ante los interrogantes. Vacío de los mecanismos subsidiarios cuando el Estado ha de demostrar flexibilidad para suplir la incompetencia y la ignorancia.
Deslealtad
La implantación del Estado de las Autonomías, reconocido en la Constitución de 1978, da un paso trascendental en la federalización de la política para aproximar la Administración periférica a los territorios y a los ciudadanos. La gestión de la Dana en el área metropolitana sur de València y en los cursos de los ríos Magre y Xùquer ha fallado, Exige un replanteamiento en la coordinación entre las administraciones central y autonómica, la que debería estar más próxima a los hechos. Sobre las desavenencias y desencuentros entre ámbitos competenciales de distinto signo. Entre Partido Popular, con mayoría en el País Valenciano y PSOE, que preside el Gobierno español. No basta con el ‘aprovechamiento’ formal de los gobiernos de las autonomías, sino que deberían creerse, con todas sus consecuencias, la esencia y el compromiso de la política autonómica. No conviene poner al frente de las instituciones autonómicas a cualquier personaje alejado del perfil adecuado y de probada experiencia en la gestión que le capacite para ocupar el cargo. Se antepone el compadreo y la sumisión –que comporta incompetencia– a la hora de designar los candidatos a encabezar las instituciones autonómicas sin evaluar la trascendencia de estas nominaciones para el desarrollo del territorio y en las situaciones de crisis. Los políticos que opten a estos cargos y a nutrir como diputados sus Parlamentos con capacidad legislativa, además de lealtad al partido que los designa, han de tener arraigo y conocimiento probados del ámbito territorial que pretenden gestionar en nombre del Estado. La contradicción es que forman parte de gobiernos autonómicos españoles, miembros y militantes de partidos que se declaran contrarios al Estado autonómico en abierta deslealtad con el mandato constitucional y con el territorio al que han de servir. Esta contradicción afecta a los partidos que la protagonizan y desmerece a las formaciones políticas coaligadas con ellas a cambio de conseguir una mayoría suficiente para gobernar (Generalitat Valenciana, Extremadura, Murcia o Castilla y León).
Designación
En el PPCV hay cuotas no escritas en el reparto provincial del poder autonómico entre las cofradías de València (José Luís Olivas y Francisco Camps), y Castelló (Alberto Fabra). Entre mayo y junio de 2021, con tiempo por delante, se inició la operación Mazón, en Orihuela (Formentera del Segura), auspiciada por el entonces secretario de organización del PP, el murciano Teodoro García Egea, lugarteniente de Pablo Casado; José Manuel García Margallo –alicantino de adopción y Vicente Martínez Pujalte, controvertido parlamentario del PP de origen murciano. Carlos Mazón Guixó, presidente de la Diputación, consiguió la nominación a dirigir el PPCV en el reservado encuentro confabulatorio en Orihuela (Formentera del Segura) a caballo entre Murcia y tierras alicantinas del País Valenciano. La entronización de Mazón se consagró en la isla de Formentera (Balears), en una reunión presidida por Pablo Casado, a la que se sumaron, el presidente de Murcia, Fernando López Miras, del frente periférico y Manuel Broseta Dupré, jefe de Conexus, filial de AVE en Madrid ubicada en la delegación de la Generalitat Valenciana en Madrid..
No srive cualquiera
A pesar de las reticencias del nuevo presidente del PP, Alberto Núñez Feijoo, no se evitó la confirmación de Mazón como candidato a la Presidencia de la Generalitat. Carlos Mazón añadía a su vocación alicantinista, el apoyo de la Asociación Valenciana de Empresarios, la gran patronal comandada por Vicente Boluda, presidente, y el jefe Juan Roig. Para conocer el perfil del nuevo candidato conservador a presidir el gobierno valenciano bastaba con repasar su trayectoria política y profesional, ligada a Eduardo Zaplana –ahora procesado y pendiente de sentencia condenatoria–, director del Institut Valencià de la Joventut, director general de Comercio y Competitividad, sin pena ni gloria. Pasó por la dirección de la Cámara de Comercio de Alicante cuando quebró. Partidario de provincializar el País Valenciano en contraposición a la cohesión autonómica. Planteamiento en el que coincide con Vox (Santiado Abascal) para reforzar “ciudades, pueblos y provincias”. Nada de visión de país con la que se manifiesta beligerante, así como en la promulgación por ley de las señas que a él le parecen de identidad valenciana. Valedor de la conveniencia de retrotraer la organización autonómica a la exaltación de la provincia. De difícil compatibilidad con el cargo de Presidente de la Generalitat Valenciana. Es conocida su afición a desaparecer en momentos críticos por motivos inexplicables. La decisión de situarlo en la cúspide del gobierno valenciano, ¿no fue adecuada? ¿ merece prolongarse en el tiempo?. Los fenómenos atmosféricos son inevitables aunque se pueden prevenir. Se necesitan gestores de probada solvencia para liderar la recuperación anímica, económica y social del tejido productivo, de las infraestructuras y de las víctimas.Quién lo puso sabrá por qué lo hizo.
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